Dunas fósiles: El pasado milenario del campo dunar de Concón
La pasada semana, la atención nacional se ha enfocado en el campo dunar de concón, por el socavón que tiene al borde del derrumbe a un edificio. Pero la fuerte presión inmobiliaria desmedida no es lo único que hace especial a este ecosistema: se trata de dunas fósiles.
Las dunas de concón son un tipo de duna especial, que para formarse no recibe arena del viento y de la playa constantemente como la mayoría de las dunas, sino que se trata de un campo dunar milenario, formado por sedimentos del pleitosceno (2 millones de años atrás) y del holoceno (100.000 años atrás).
Por lo mismo, no están asociadas a ninguna playa sino que son dunas colgantes, y se las puede ver suspendidas a varios metros de altura sobre acantilados de roca, lo que las hace -lamentablemente- apetecibles para la industria inmobiliaria por su inmejorable vista al mar desde la altura y sin nada en frente.
Las dunas de Concón, como cualquier otra duna, cumplen importantes funciones dentro del ecosistema costero: ayudan a frenar la erosión de las playas (que en chile están en proceso de degradación), forman una barrera natural contra tsunamis y marejadas (cada vez más frecuentes por el cambio climático) y logran filtrar el agua que llega de los ríos a la costa.
Pero por sus características particulares, también cumplen otras funciones.
Estas dunas “son casi únicas en la costa central y son una rareza en países que no tienen márgenes continentales activos donde se producen terremotos. Son un laboratorio natural y patrimonio de la historia geológica y climática de este territorio, eso nunca ha sido valorado”, explica Carolina Martínez, Investigadora CIGIDEN y directora del Observatorio de la Costa.
Además, por su antigüedad han generado suelo orgánico por lo que son un espacio donde se ha regenerado la vegetación nativa propia del bosque esclerófilo, gravemente amenazado.
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Señales de colapso
La investigadora explica que, si no estuvieran construidas alrededor, estas dunas tienen una dinámica para soportar grandes cantidades de lluvia sin desestabilizarse, porque tienen espacios porosos por los que circula el agua y la vegetación de la duna también capta el agua y mantiene a las dunas en buena salud.
Para Martínez, el socavón es una señal de que el ecosistema dunar está colapsando ante la presión de la actividad humana a su alrededor.
“No son solo acumulaciones de arena, sino que tienen una dinámica generada durante cientos de años para estabilizarse y soportar distintos eventos externos, y ese equilibrio está colapsando. Estos campos dunares tan antiguos son especialmente sensibles a presiones antrópicas al no poder adaptarse, por lo que no deberían ser construidos”, reflexiona.
El riesgo no solo es para el ecosistema y las funciones que cumple, sino para la gente de las costas y la que habita esos edificios, advierte. “Una vez que la dinámica del campo dunar se desestabiliza pueden ocurrir otros eventos que no conocemos porque ninguno de los edificios construidos se sometió a un estudio de impacto ambiental”, agrega.