Manuela Martelli, directora de 1976: “Las dictaduras interesan, el trauma está latente”
En la película "1976", una mujer de la alta burguesía santiaguina emprende un camino de autoliberación cuando recibe el encargo de un cura amigo para auxiliar en la clandestinidad a un opositor a la dictadura de Augusto Pinochet y decide ocultárselo a su familia afín al régimen.
En "Argentina 1985", la cámara se centra en los dos fiscales argentinos que, contra viento y marea, se atrevieron a acusar y llevar a juicio a los responsables de los crímenes de lesa humanidad de la Junta Militar.
Dos historias sobre periodos lúgubres a uno y otro lado de la cordillera, narradas desde prismas muy distintos, que están levantando gran expectación y que además han sido elegidas este año para representar a Chile y Argentina, respectivamente, en la carrera hacia la nominación a los Premios Goya.
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Para la chilena Manuela Martelli, directora de "1976", no es una simple coincidencia, sino la constatación de que las historias sobre las dictaduras latinoamericanas "siguen interesando" al público, pese al paso de los años, "porque el trauma está latente".
"Mis padres vivieron el golpe militar (de Chile) y yo nací en dictadura. Son traumas que quedan tan arraigados en la historia de cada persona (...) La historia no es etérea, no solo está en los libros, está en los objetos, en la ropa, en nuestra células", explica la realizadora.
"Homenaje a mujeres Anónimas"
Aclamada por la crítica en las pasadas ediciones de Cannes (Francia) y San Sebastián (España), "1976" es una de las 14 cintas que compiten en el 29° Festival Internacional de Cine de Valdivia, que se celebra esta semana, uno de los certámenes más importantes de la región.
Es el debut como guionista y directora de Martelli, una de las actrices más reconocidas de Chile, que saltó a la fama con solo 18 años por su papel en "B-Happy" (2003) sin haber pasado por una escuela de interpretación.
Para su ópera prima, Martelli quiso "homenajear a las mujeres que por tanto tiempo fueron sujetos anónimos, que pasaban desapercibidas en los libros, en una historia escrita por hombres y donde ellos eran protagonistas".
"Lo que me interesaba contar es la historia desde el espacio cotidiano porque lo que parece más banal del día a día es lo que finalmente hace historia", apunta en un hotel de Valdivia.
Pese a que el objetivo de la cinta "no es la lucha feminista", la realizadora defiende que "una película dirigida por una mujer y que busca observar la historia desde el punto de vista de una mujer ya de por sí es feminista".
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"El pasado es un espejo"
Para dar forma a Carmen, interpretada por Aline Küppenheim, Martelli se inspiró en su propia abuela, "una doña de casa que trató de cambiar el rumbo de su vida estudiando pasados los 40", pero que falleció muy joven tras "pasar los últimos años de su vida deprimida".
"Mi abuela murió en 1976 y yo necesitaba convertir esa fecha en un acto de nacimiento de otra cosa. 1976 fue también uno de los años más crueles de la dictadura", señala.
Casi una década fue lo que tardó en levantar su primer proyecto tras las cámaras, que tiene como uno de sus productores al realizador chileno Andrés Wood, el mismo que la dirigió en "Machuca" (2004).
Las últimas pinceladas del guion las dio a finales de 2019, cuando Chile estaba inmerso en la ola de protestas más graves desde la dictadura, unas manifestaciones contra la desigualdad que dejaron una treintena de muertos, miles de heridos y graves señalamientos contra las fuerzas de seguridad por violaciones a los derechos humanos.
"Me empecé a cuestionar la película durante aquellos meses y me daba cuenta de cómo las imágenes se repetían y que casi lo único que cambiaba era la ropa de la gente. Las imágenes de violencia de Estado eran muy parecidas", asegura.
"El pasado -concluye- opera siempre como un espejo, aunque a veces no nos queramos mirar en él".