¿Vagones segregados para mujeres? Aislar y segregar nunca ha sido un camino a la equidad

¿Vagones segregados para mujeres? Aislar y segregar nunca ha sido un camino a la equidad

Por: Luciano Badal | 07.05.2022
Hoy en Chile, en vez de soluciones para liberarnos de la violencia que limita nuestra movilidad, y por lo tanto nuestra libertad, algunos proponen segregarnos en vagones especiales de Metro. ¡Vaya “solución”!

El 1o de diciembre 1955, el mundo miró con sorpresa y admiración cuando Rosa Parks, mujer afrodescendiente, rechazó la segregación del sistema de transporte público en Montgomery, Alabama (EEUU). Se negó a sentarse en la sección para “negros”, y reivindicó su derecho a quedarse sentada entre las primeras filas. Con ella partió un movimiento que barrió al racismo y la discriminación.

Hoy en Chile, en vez de soluciones para liberarnos de la violencia que limita nuestra movilidad, y por lo tanto nuestra libertad, algunos proponen segregarnos en vagones especiales de Metro. ¡Vaya “solución”!

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Cuatro medidas claves, para eliminar la violencia que limita nuestra movilidad

  1. Un sistema de participación ciudadana que involucra a mujeres y hombres en la seguridad vial, delictual y de género.
  2. Un sistema de seguridad en toda la red vial, de respuesta rápida, que permite bajarse en el lugar más cercano al destino, especialmente de noche; que combina lugares seguros en paraderos y estaciones, incluyendo baños públicos, comercio y servicios varios, y apoyo sicológico; que permite la detención inmediata y un castigo apropiado a los responsables.
  3. Una red SEGURA para caminar y pedalear, ya que genera libertad y vigilancia “natural”, en las calles y otros espacios públicosnmediata y un castigo apropiado a los responsables.
  1. Paridad de género entre trabajadores de movilidad, especialmente la seguridad, ya que requiere brindarle solidaridad y apoyo a las personas vulnerables, además de actuar contra los responsables
REFERENCIAS: Balance de Transporte Justo (Chile), Informe Ella se mueve segura, experiencias Quito, Holanda, Suecia y Dinamarca

Esencial un transporte justo para vivir bien

Contar con una movilidad justa es esencial para el pleno ejercicio de los derechos humanos, sociales, culturales, y políticos.  Las mujeres somos más de la mitad de les usuaries del transporte público. Realizamos hasta un 80% de los viajes a pie, especialmente en las comunas más pobres. Siendo menos de un tercio de las personas que viajan en bicicleta, somos el grupo que más se beneficiaría de contar con redes viales verdaderamente seguras para caminar, pedalear, usar el transporte público.

Pero, además, realizamos dos y hasta tres veces más viajes de “cuidado” de otras personas, acompañando, realizando trámites, comprando, preocupándonos de la salud y el bienestar de amistades y familiares, hombres y mujeres, niñas y mayores, enfermas, con discapacidades u otras necesidades.

Segregar para “resguardar” solo profundizaría la discriminación, el aislamiento y la exclusión. Esto, porque no aborda la realidad que enfrentamos, cada vez que nos atrevimos a salir y movernos por la ciudad.

¿Cuál, entonces, sería una solución más digna y más apta?

Entender el problema: Una triple carga de violencia

Parte por reconocer la triple carga de violencia que domina nuestras calles. Un 20% de les respondientes en Temuco-Padre Las Casas y casi un 25% en Santiago califican la convivencia vial como “una guerra”. Cada año, mueren unas dos mil personas, otras miles más quedan con graves discapacidades, o sea, la primera violencia es la convivencia vial.

La segunda es la violencia delictual, muy asociada a la prioridad que nuestro sistema vial le otorga a los automóviles. Florece donde no pueden realizarse las actividades sociales normales en espacios públicos amables y accesibles, siendo las calles un porcentaje muy alto de espacio público.  Impunidad para atropellos y choques, el automóvil como arma, para secuestrar y matar, para escaparse raudo. O como objeto vistoso para robar, traficar, ostentar.

La tercera violencia, de género, consiste en el acoso por gestos, palabras o acciones, principalmente contra mujeres, niñas y niños. Un 80% de los acosadores son hombres. No sabemos, pero algunas evidencias sugieren que unos pocos son responsables de la mayoría de estos delitos. Faltan más estudios de los victimarios.

Estas tres violencias se trenzan en nuestras calles, cual soga que estrangula el movimiento, y por lo tanto la libertad, de un alto porcentaje de la población. Nuestro estudio Ella se mueve ¿segura? reveló que las mujeres tenemos un toque de queda propio, según nuestro modo de transporte, siendo las más libres las que nos movemos en bicicleta. Esto, justamente porque nos movemos con rapidez, no tenemos que esperar en paraderos solitarios, y no dependemos de los horarios de bus y Metro. Poder llevar bicicletas en buses puede eliminar caminatas largas y peligrosas, reducir esperas en servicios alimentadores. Contar con bicitaxis para el primer o último kilómetro del viaje en transporte público aumenta la comodidad y la seguridad. Y puede generar trabajo para mujeres y jóvenes.

Estas violencias ocurren en cada tramo del viaje: un dato central para generar soluciones, ya que explica porque un vagón más, un taxi rosado o un bus “especial solo mujeres” lejos de solucionar, pueden empeorar las violencias de nuestras calles.

Aterrizando en la realidad

Poder contar con una red vial segura para caminar, pedalear y usar transporte público requiere darle prioridad a la vida, por sobre la velocidad en cada tramo del viaje. Eliminar el paso de autos rápidos por barrios residenciales y comerciales permite que las actividades “buenas” se retoman el espacio público, eliminando las tres violencias. Los estudios son iniciales pero hay varios ejemplos de cambios en Providencia que, al eliminar o reducir drásticamente los autos en las calles, mejoraron la salud radicalmente.

Requiere cambiar nuestro concepto de seguridad, ya que las mujeres que sobreviven el acoso informan constante y consistentemente de como el guardia de seguridad o policía — lejos de ayudarles, les volvió a victimizar. Un equipo de seguridad, equiere paridad de género y un entrenamiento específico para recibir estas denuncias y reaccionar, apropiadamente.

Requiere paridad en cuanto a les trabajadores del transporte público: Transantiago ya demostró el tremendo valor de las mujeres conductoras, no solo para la calidad del servicio, sino para las relaciones entre conductores.

Requiere que todo el sistema de transporte público — no solo Metro, sino redes de buses, taxis colectivos y otros vehículos — tengan servicios públicos y elementos de seguridad en cada tramo. Y esos “elementos de seguridad” deben entenderse como algo mucho más contundente que cámaras o luces (la evidencia indica que pueden apoyar, pero por si solos su efectividad es relativamente baja). Requiere baños públicos para evitar las “incivilidades” — el uso de paraderos y veredas como baño público.

Requiere de un comercio, principalmente a pequeña escala, que brinda trabajo, servicios y “ojos en la calle”, o sea, una vigilancia “natural” que ayuda a prevenir delitos de todo tipo.

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