El ADN de la rata gigante de Tenerife revela su extraordinaria historia evolutiva
La extinta rata gigante de la isla española de Tenerife se diferenció de la rata africana de la hierba hace 650.000 años y la insularidad llevó a este roedor al gigantismo, según un estudio publicado en Biology Letters.
La investigación, liderada por el Instituto de Biología Evolutiva (IBE-UPF-CSIC) y el Instituto Catalán de Paleontología Miquel Crusafont (ICP), está basada en el análisis del ADN de 12 ejemplares fósiles.
El trabajo, en el que participaron también las universidades de La Laguna (Canarias), Montpellier (Francia) y Barcelona, secuenció ADN mitocondrial y nuclear de la rata gigante de Tenerife (Canariomys bravoi), una especie endémica que se extinguió en el siglo IV a. C. tras la llegada de los primeros pobladores a la isla.
El ADN se obtuvo de 12 mandíbulas fósiles de ejemplares encontrados en cuevas (tubos de lava) formadas en el interior de coladas de lava y que tienen una antigüedad de entre 17.000 y 2.000 años.
Los análisis revelan el parentesco de esta especie con la rata de la hierba africana (Arvicanthis niloticus) de la que divergió hace unos 650.000 años.
Según los investigadores, probablemente los primeros ejemplares llegaron a Tenerife desde el continente en balsas de vegetación, impulsados por el río Draa, que desembocaba en la costa africana ante las islas Canarias y que en aquellos momentos era mucho más caudaloso.
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La rata gigante pesó 14 veces más
Una vez en la isla, la especie evolucionó hasta alcanzar unos tamaños muy superiores a los de sus congéneres continentales.
Mientras que el peso aproximado de la rata de la hierba africana es de unos 110 gramos, la rata gigante de Tenerife pesaba unas 14 veces más, alrededor de un kilo y medio.
El gigantismo en las especies de mamíferos que evolucionan en condiciones de insularidad es un fenómeno habitual y se conoce como la regla de las islas o regla de Foster.
El aislamiento geográfico dificulta la migración de las especies, la limitación del espacio físico impide la presencia de depredadores (que requieren grandes extensiones de terreno para cazar) y los recursos alimenticios suelen ser más escasos que en el continente.
Según el IBE, estas circunstancias configuran unos patrones evolutivos comunes en las faunas que viven en ellas y, en general, las especies de gran talla se vuelven enanas y las pequeñas adquieren proporciones gigantescas.
En Sicilia, por ejemplo, vivió un elefante de apenas un metro de altura, mientras que en Menorca (Islas Baleares) habitó el conejo gigante Nuralagus rex, 10 veces mayor que un conejo actual, y en las Islas Canarias aún existen especies de lagarto que siguieron este mismo patrón y alcanzan grandes dimensiones.
"Uno de los aspectos más sorprendentes es que el aumento de tamaño de la rata gigante de Tenerife se produjo en muy poco tiempo, medio millón de años, que en una escala evolutiva es un suspiro", destacó el investigador de Paleogenómica del IBE Pere Renom.
Según el estudio, el aumento de la masa corporal de esta especie era del orden de 0,002 gramos anuales.
Seres del pasado
El estudio del ADN antiguo consiste en recuperar y analizar secuencias de ADN de restos fósiles y en los últimos años revolucionó el estudio de la evolución.
"Estos estudios han proporcionado a la ciencia la oportunidad de vivir una experiencia única, obtener una visión de los seres vivos del pasado estudiando directamente su genética y no únicamente sus fósiles", comentó Carles Lalueza-Fox, investigador del IBE y corresponsable del estudio.
"En Canarias hay al menos dos especies distintas de ratas que evolucionaron hasta formas gigantes", especificó el paleontólogo del ICP Isaac Casanovas.
Además de C. bravoi en Tenerife, en otra isla española, Gran Canaria habitó la especie C. Tamarani, también de gran tamaño.
Ambas se extinguieron poco después de la llegada de los primeros pobladores humanos y hay evidencias arqueológicas de que los guanches se alimentaron de Canariomys.
"Está claro que los humanos tuvieron algo que ver con la extinción de estas especies, lo que no sabemos es si fue sólo como consecuencia de la caza o hubo algún otro tipo de interacción que desconocemos", concluyó el paleontólogo.