"Australopithecus sediba" caminaba como un humano, pero trepaba como un simio
El antiguo pariente humano "Australopithecus sediba" caminaba como un humano, pero trepaba como un simio, según un estudio internacional que contó con participación española.
Científicos de la Universidad de Nueva York, la Universidad de Witwatersrand (Sudáfrica) y otras 15 instituciones publican en la revista e-Life un nuevo descubrimiento de vértebras fósiles de dos millones de años de una especie extinta, "Australopithecus sediba".
Estas vértebras se pueden considerar el "eslabón perdido" que resuelve un debate de décadas al demostrar que los primeros homínidos usaban las extremidades superiores para trepar como simios y las inferiores para caminar como humanos, informan en sendas notas de prensa la Universidad Complutense de Madrid (UCM) y el Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (Cenieh).
Los restos fósiles se descubrieron en 2015 en el yacimiento de Malapa (Johannesburgo, Sudáfrica) y, junto a los hallados previamente en 2008, forman una de las columnas lumbares más completas del registro fósil; el descubrimiento también establece que, al igual que los humanos, sediba tenía solo cinco vértebras lumbares.
"La región lumbar es fundamental para comprender la naturaleza del bipedalismo en nuestros primeros antepasados y para comprender qué tan bien adaptados estaban para caminar sobre dos piernas", señala el autor principal del artículo Scott Williams, de la Universidad de Nueva York y de la Universidad Witwatersrand.
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Esqueleto femenino conserva columna inferior relativamente íntegra
Los fósiles se reconstruyeron virtualmente, luego de un escaneo mediante microtomografía computarizada que eliminó el riesgo de dañar los delicados huesos.
Una vez reconstruidas las vértebras virtualmente, se añadieron a los fósiles recuperados previamente, que se articulaban perfectamente con la columna vertebral del esqueleto fósil MH 2.
El esqueleto femenino MH 2, apodado por los investigadores como "Issa" (protectora en suajili), es uno de los dos primeros esqueletos de homínidos que conservan tanto una columna inferior relativamente completa como la dentición del mismo individuo, lo que permite tener certeza sobre la especie a la que pertenece la columna vertebral.
"Si bien Issa ya era uno de los esqueletos más completos de un homínido antiguo jamás descubierto, ahora estas vértebras completan la parte inferior de la espalda y hacen que su región lumbar sea una competidora no solo por ser el homínido más completo, sino también probablemente el mejor preservado".
Según Lee Berger, coautor del estudio, esta combinación de integridad y preservación dio al equipo "una mirada sin precedentes" a la anatomía de la espalda baja de la especie.
"Sediba es una forma de transición de un antiguo pariente humano"
El estudio confirma que la lordosis, la curvatura excesiva de la parte baja de la espalda, de "Australopithecus sediba" es más extrema que la de cualquier otro australopiteco que se descubrió hasta ahora. Y sólo la superada la que se observó en la columna vertebral del niño de Turkana ("Homo erectus") en Kenia, de 1,6 millones de años, y de algunos humanos modernos.
En lo que respecta a la integración de la columna lumbar con otras regiones del esqueleto, Daniel García Martínez, de la UCM y miembro afiliado del Cenieh, explica que la capacidad de usar el medio arbóreo para la locomoción también se puede ver en algunas otras regiones anatómicas, como por ejemplo en su estrecho tórax superior.
Por su parte Markus Bastir, del Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid, apunta que "estos resultados de sediba encajan muy bien en nuestras demás reconstrucciones de torsos de homíninos de transición, donde también vemos evolución en mosaico en otros sistemas anatómicos relacionados".
"Sediba es una forma de transición de un antiguo pariente humano y su columna tiene una forma claramente intermedia entre las de los humanos modernos (y neandertales) y los grandes simios. Issa caminaba como un humano, pero podía trepar como un mono", concluye Berger, quien en 2008, junto a su hijo de nueve años halló los primeros restos de lo que sería una nueva especie: "Australopithecus sediba".