Ha pasado casi un año desde que tres carabineros golpearon brutalmente a Mario Acuña (44) a metros de su hogar en Buin, dejándolo con un daño neuronal severo. Hoy, la única parte del cuerpo que Mario puede mover es la mano y antebrazo izquierdo, de forma limitada. Tampoco puede hablar. Requiere de asistencia total de terceros, por lo que la dinámica en el hogar cambió de forma radical. La situación económica es precaria, y cuentan que no han tenido ayuda del Estado ni de centros médicos formales. La asistencia de personal de salud voluntario y las donaciones monetarias y de insumos médicos son cruciales para enfrentar la nueva realidad que vive la familia, la cual aún espera justicia.
La alarma del teléfono de Paola Martínez suena todos los días cerca de las seis de la mañana. Cuando despierta, su primer pensamiento es su sobrino Mario. A las siete de la mañana Paola debe darle los primeros medicamentos del día. Luego viene el desayuno, todo lo que Mario ingiere debe ser suministrado por sonda. Durante la mañana también hay que mudarlo. Paola no puede sola, es de baja estatura y no tiene mucha fuerza física, dice. En ese tipo de maniobras, la ayuda de su esposo y sobrinos es fundamental. Al rato, debe comenzar a preparar el almuerzo. A las tres de la tarde viene otra tanda de medicamentos, a las siete otra comida, y a las once de la noche las últimas pastillas del día.
Todo es distinto cuando Mario amanece con dolores. No puede expresarlo verbalmente, pero Paola ya conoce los signos. Las piernas de su sobrino se recogen y queda en posición fetal. El cuerpo se le pone rojo y le cuesta respirar. A veces no puede ni reaccionar a las palabras. Se queda mirando puntos fijos. Sus familiares deben hacerle masajes, los que no siempre son útiles. “Lo que Mario siente, me lo traspasa a mí. Todos los dolores que le dan a Mario los siento yo también”, asegura Paola. Normalmente, el día termina cerca de la una de la mañana. Algunas noches, Mario no tiene otra opción que dormirse junto a sus dolores.
Paola tiene seis hijos, y varios de ellos están en el colegio. A veces las profesoras la llaman y debe asistir, pero su mente está constantemente pensando en Mario. “Su nombre lo tengo aquí”, dice mientras se apunta a la frente. En el fondo sabe que debe lidiar con ambas responsabilidades: su sobrino y sus hijos. Estos últimos, al igual que ella, también se han visto afectados.
[caption id="attachment_407991" align="alignnone" width="768"] Dibujo realizado por A. P. M., primo menor de Mario.[/caption]
Hace algunas semanas el hijo menor de Paola realizó una tarea para el colegio. Debía disfrazarse de lo que quería ser cuando grande. Eligió médico. Cuando le preguntaron por qué, dijo que era para cuidar la salud de su primo. También realizó un dibujo. En él, toda la familia se encuentra alrededor de la camilla de Mario. “Porque todos estamos pendientes de él”, le dijo a su mamá. A un costado dibujó la máquina con la que diariamente deben aspirar a su primo. “Vive todo el proceso junto a nosotros”, asegura Paola. Ahora, cada vez que ve a un carabinero, el menor se esconde.
A veces Paola siente que todo es un mal sueño, y que al amanecer todo será como antes. Pero la alarma que la despierta todas las mañanas, la vuelve irremediablemente a su nueva realidad.
La noche del 23
El 20 de octubre de 2019, tras un incendio en una bodega de la empresa Kayser, cinco personas fueron encontradas calcinadas. Los hechos generaron consternación en todo el país, y también en la población Jorge Washington, donde vive Mario y su familia. El 23 de octubre se organizaron en el sector para prender velas en nombre de estas y otras personas fallecidas. Muchos vecinos llegaron a la plazoleta que se encuentra a la entrada de la población. Niños, jóvenes y adultos se encontraban compartiendo alrededor de una fogata. Los autos pasaban tocando la bocina en señal de apoyo. Mario estaba allí, con un tarro, un palo y un silbato.
La luz estaba cortada en el sector. El ambiente era tranquilo y familiar, pero cambió súbitamente cuando una niña gritó: “¡Los pacos!”. Una camioneta de Carabineros marca Dodge llegó a alta velocidad por la avenida Bajos de Matte, con las luces apagadas. La camioneta aún estaba en movimiento cuando un carabinero realizó los primeros disparos. Paola aún recuerda el sonido de los perdigones pasando por sobre su cabeza. Se le nubló la vista, y su única reacción fue correr en dirección a casa. Carlos, primo de Mario, también estaba allí. Recibió un perdigón en la pierna. Tomó a su hija de 11 años y corrió hasta la casa familiar. Su esposa le abrió la puerta, entraron rápido y se escondieron al lado de una ventana que daba hacia la calle. Pasaron cerca de cinco minutos hasta que escucharon ruidos. Era Mario. Varios carabineros lo llevaban a empujones y patadas. Carlos escuchó que le gritaban: “¡Camina conchetumare, por escorias como vo’ tenemos que andar haciendo estas weas!”.
Paola logró llegar rápido a la casa. Estaba en el portón, mirando hacia la calle cuando vio a Mario. Venía con el rostro cubierto de sangre. Abrió la puerta y lo entró rápidamente. “Tía, me pegaron tres pacos”, le dijo él. Intentaron curarle las heridas, pero la sangre no paraba de salir. Tenía cortes en su cabeza. Por miedo, decidieron esperar hasta el día siguiente para acudir a un centro de salud. “Los pacos podrían haber estado escondidos por allí”, recuerda Paola. Dos primos de Mario lo llevaron hasta su habitación. Había dicho que quería acostarse.
[caption id="attachment_407993" align="alignnone" width="1024"] A la izquierda de la imagen, plazoleta donde golpearon a Mario.[/caption]
Cerca de las 13.00 horas del día siguiente, un primo avisó que Mario estaba con convulsiones. Se había orinado y no era capaz de despertar. Llamaron a una ambulancia y salieron rumbo al hospital de Buin, desde donde los derivaron al Barros Luco. La situación era muy grave. Tuvieron que conectar a Mario a un montón de máquinas. Desde el hospital les dijeron que no había muchas opciones, y les recomendaron firmar una serie de papeles ante un eventual fallecimiento. La familia se negó. Mario Acuña tenía 43 años, y la vida de él y de su familia acababa de cambiar para siempre.
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Paola estaba tan angustiada por los dolores que aquejaban a su sobrino que decidió redactar una publicación en Facebook pidiéndole ayuda a “El Hada y el Duende Cuentacuentos”, una iniciativa generada por Mariana San Martín y Bernardo Cortés, un matrimonio de San Bernardo que se dedica al teatro itinerante para niños y que utilizan sus redes para visibilizar causas donde la injusticia social y el abandono del Estado son un factor en común. Paola envió el mensaje, pero no obtuvo respuesta.
Al poco tiempo, Mariana empezó a escuchar el nombre de Mario Acuña en las ollas comunes a las que asistía con Bernardo. La gente les decía que deberían visitarlo, que se trataba de una familia humilde y abandonada por el Estado. Ambos empezaron a buscar información del caso, pero estaban confundidos. Hasta ese momento la información en internet era confusa, y habían leído al menos dos veces que el “Poblador de Buin” había muerto. A pesar de esta confusión continuaron buscando información, hasta que Mariana abrió la bandeja de mensajes del Hada de los Cuentos. Ahí estaba. El mensaje de Paola Martínez donde le pedía ayuda a su personaje de cuentos.
Una visita quedó agendada. Mariana y Bernardo visitarían el hogar de Paola para evaluar la situación y gestionar la ayuda necesaria. “Habíamos tomado la decisión de bajar un poco nuestra labor, estábamos muy sobrecargados. Lo estamos. Cuando vimos a Mario y Paola, el corazón se nos dio vuelta. Al irnos tuvimos que parar, llorar y desahogarnos. No podíamos dejarlos solos. Hicimos el compromiso de no hacerlo”, cuenta Mariana sentada en el comedor de Paola. Está emocionada, el tiempo ha pasado rápido y hoy son considerados casi como parte de la familia. “Yo siempre he dicho que Mariana y Bernardo son los ángeles que me llegaron. De no ser por ellos, tal vez Mario no estaría aquí”, añade Paola sentada en la silla contigua.
[caption id="attachment_407996" align="alignnone" width="683"] Paola Martínez, tía de Mario Acuña.[/caption]
En un comienzo, el rol de Mariana y Bernardo consistía en difundir a través de Twitter noticias sobre el estado de salud de Mario, notificar los variados insumos que necesitaba, entre ellos jeringas, sondas y pañales para adulto. La situación se tornó más compleja tras una noche de intensos dolores. Decidieron grabar y subir un video a redes sociales para que las personas pudieran ver a Mario y comprobar que, efectivamente, el poblador de Buin continuaba luchando por su vida. A partir de ese momento, Paola y su familia comenzaron a recibir a cambio apoyo y generosidad.
El grito de auxilio había sido escuchado y la cuidadora de Mario podía sentir al fin un poco de la ayuda que se le había negado desde octubre del año pasado. Todo lo que Paola buscaba era un trato digno para su sobrino. Mariana destaca el lazo que Paola ha forjado con Mario, asegurando que “ellos han establecido una relación casi simbiótica. Ella va, lo mira y sabe lo que pasa. Mario mueve una pestaña y la Pao sabe lo que necesita”, comenta. Mariana es quien administra las cuentas en redes sociales de “Justicia Para Mario Acuña”, donde cumple un rol de vocera y gestiona las distintas donaciones.
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A pesar del nexo generado con Mariana y Bernardo, la vida de Paola y su sobrino no está resuelta. Mario Acuña está catalogado como paciente crítico, sin embargo, la familia cuenta que en abril el Hospital Barros Luco empezó a ejercer presión sobre Paola para que se lo llevara a casa. Sin implementos ni aclimatación adecuada. Desde la Municipalidad de Buin le brindaron paneles de vulcanita para ampliar la habitación de su sobrino. No es un espacio muy amplio. No cuenta con ningún tipo de aislamiento y las paredes dan directo a la calle. En invierno, aparte de las bajas temperaturas tuvieron filtraciones de lluvia. El Municipio de Buin envió quince sacos de arena. No fue suficiente, dicen.
Mariana alega falta de humanidad e indolencia de algunas instituciones públicas. Recuerda que hace pocos meses atrás, Mario se retorcía a causa de los dolores y decidieron comunicarse con el Cesfam de Buin. La línea estaba ocupada. Decidieron intentar desde el celular de Mariana hasta que les contestaron: “¿Qué le pasó ahora a Mario?”. La pregunta, cargada de desdén y menosprecio, antecedió a un absoluto silencio. El teléfono quedó abierto y nadie respondió sus dudas. Las llamadas anteriores, aseguran desde la familia, tampoco fueron contestadas.
[caption id="attachment_407999" align="alignnone" width="683"] Mariana y Bernardo, “El Hada y el Duende Mágico”.[/caption]
Arnold, primo de Mario Acuña, es otro miembro del núcleo familiar que ha tenido que adaptarse a las nuevas rutinas del hogar. Duerme en la misma habitación que Mario y debe estar alerta en caso de que las secreciones deriven en un ahogo. Arnold ha debido enfrentar las mismas tareas de su tía, pero en horario nocturno. Ha aprendido a aspirarlo, tomarle la presión y el ritmo cardíaco. Cuenta que se sienten “desamparados” de parte del Cesfam de Buin, sobre todo tras una situación específica. “Un día no teníamos nada. Les pedimos ayuda y vinieron a dejar dos jeringas de alimentación y dos pares de guantes. Prácticamente vinieron a reírse”, dice. Agrega que “los guantes son de uso desechable y debo aspirar a Mario al menos 5 veces al día”. Ni Arnold ni su familia han vuelto a contactar al Cesfam para pedir ayuda.
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Mariela Santana, abogada de Corporación de Promoción y Defensa de los Derechos del Pueblo (CODEPU), es quien en la actualidad representa legalmente a Paola Martínez en calidad de cuidadora de Mario Acuña, tras la querella por homicidio frustrado presentada en septiembre. En su rol de cuidadora, Paola puede realizar trámites asociados a la AFP de su sobrino, pero aún no posee la tutela legal, es decir, no puede actuar en Juzgados de Familia. En ese aspecto, Mariela lo hace en representación de Paola.
La abogada se hizo cargo de la causa en agosto, enterándose del caso por la visibilización en redes sociales. Mariela explica que si bien hay una querella interpuesta de parte del hijo de Mario Acuña, nadie se había hecho cargo de la representación de Paola en su rol de querellante.
La querella fue interpuesta contra seis carabineros de la comisaría de Buin por homicidio frustrado. Tres de ellos fueron identificados con nombre y apellido, pero el seguimiento mediante el cual se obtuvieron dichas identidades corresponde a un proceso investigativo privado. Los carabineros señalados como responsables han hecho uso de su derecho a guardar silencio, por lo que no se cuenta con sus respectivas declaraciones. CODEPU decidió querellarse también en contra de Mario Rozas, general director de Carabineros, como autor mediato de la agresión. Mariela explica que si bien Rozas no participó presencialmente de la agresión a Mario Acuña, si posee un importante grado de responsabilidad al ser el representante máximo de la institución. “Los carabineros siguen órdenes”, sentencia. Actualmente, Rozas es representado por el abogado Jorge Parra Aguilar, en su rol de querellado por homicidio frustrado a Mario Acuña.
[caption id="attachment_408002" align="alignnone" width="1024"] Arnold, primo de Mario, realizando el proceso de aspiración.[/caption]
Tres días después de la agresión, el INDH presentó una querella cuya investigación se encuentra en curso y se complementa con la interpuesta por CODEPU. “Con nuestra querella hay más presión porque se exigen otras responsabilidades. Ahora que estamos en coordinación con el INDH ha sido más activa la coordinación”, comenta la abogada Mariela Santana. El caso de Mario Acuña ha visto el abandono del Estado y ha sufrido los efectos de la pandemia al ver estancado procesos de peritaje que debía realizar el Servicio Médico Legal, quien ha respondido que a causa del Covid-19 no se encuentran realizando funciones ajenas a la crisis sanitaria.
No ha sido el único escollo que han debido superar. La familia de Mario asegura que han sido amedrentados y perseguidos por carabineros. Durante varias noches, aseguran, una patrulla de Buin se estacionó frente a la casa, alumbrando la vivienda con sus focos. En otra oportunidad, Mariana y Bernardo dicen haber sido perseguidos por una furgoneta de carabineros desde la vivienda de Mario Acuña en Buin, hasta Alto Jahuel. “Tenemos escolta personal”, bromean al respecto.
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Las mismas calles que vieron crecer a Mario, fueron testigos de una golpiza que le destrozó la vida a él y a su familia. Sus cercanos entienden que ya no volverán a ver sus bailes, ni a oír sus cantos y chistes. Tampoco sus recordadas participaciones como Viejo Pascuero, ni volver a coronarse como rey de la población.
Sus familiares y cercanos prefieren recordarlo como una persona alegre y entusiasta, que pese a ese derroche de alegría, también pasó momentos difíciles, como una ruptura amorosa y la muerte de su madre. Periodos que logró superar, ayudando en la casa y compartiendo con sus primos y sobrinos.
Muchos recuerdan su pasión por la música y su fanatismo por la banda “Los Vásquez”. Hace algunas semanas la familia organizó una volantinada y en redes sociales circuló un video donde varios artistas nacionales llamaban a elevar un volantín para exigir justicia por Mario, entre ellos, Juanita Parra, baterista de Los Jaivas. Recuerdan que él se emocionó viendo las imágenes. Al final del día, le pasaron un celular con una aplicación que simula una pizarra que le hace ejercitar su mano izquierda, una de las pocas extremidades de su cuerpo con la que tiene cierta movilidad. Con su dedo índice logró escribir una palabra en la pantalla: “Jaivas”.
[caption id="attachment_408004" align="alignnone" width="1024"] Palabra escrita por Mario tras ver el video de su campaña.[/caption]
La familia de Mario asegura que su mente se encuentra lúcida y que le gusta ver televisión. La primera vez que vio la franja del Apruebo, reconoció a Gustavo Gatica, quien lo había ido a visitar unas semanas atrás. Paola recuerda que cuando el estudiante de psicología ingresó a la habitación hubo un silencio prolongado, luego posó su mano en la camilla y Mario extendió lentamente la suya hasta que ambas se alcanzaron. Los días siguientes Paola miraba una y otra vez el video y no paraba de llorar. Había algo en la imagen que la desbordaba. Algo que nunca antes había reparado. “Gustavo no puede ver, pero puede caminar y hablar. Y Mario no es capaz de mover su cuerpo, ni hablar”, dice. Luego agrega, intentando cerrar la idea: “dos vidas cruzadas por la misma violencia y el mismo origen: Carabineros de Chile”.
* Esta crónica fue realizada por alumnos de la Escuela de Periodismo de la Universidad Alberto Hurtado y forma parte de Proyecto AMA, Archivo de Memoria Audiovisual.
** Las imágenes que aparecen fueron cedidas por la familia de Mario Acuña, quienes autorizan su difusión.