Microbiomas y Derechos Humanos: Cristina Dorador y las huellas de la memoria en el desierto
Reconstruir la memoria ambiental del lugar donde ocurrieron los crímenes, a partir de comunidades microbianas o el ADN presente en el suelo, permitiría “escanear” las zonas del horror por donde pasó la caravana de la muerte. La idea quedó instalada en el Seminario Microbiomas y Derechos Humanos, realizado en el auditorio de la Universidad de Antofagasta, el 6 de abril de este año.
Mónica Díaz, presidenta de la Agrupación de Ejecutados Políticos y Detenidos Desaparecidos de la ciudad, tomó la palabra aquella vez intentando descifrar esa extraña fusión entre microrganismos y derechos humanos. “Aventuro a decir que se trata de biología microscópica”, apuntó.
“Un micromundo que yace y convive en nuestras vidas, que viaja por nuestra sangre y que gracias a la ciencia, a la inteligencia, hoy esto nos permite descifrar las huellas que dejaron los cuerpos inertes, los rastros que fueron quedando, su memoria genética. Hoy esta ciencia nos permite construir esperanzas…”.
Relevar los avances científicos sobre “los estudios de ADN ambiental y sus posibles aplicaciones forenses y reconstrucción de memoria” era el objetivo del evento, que tenía entre sus expositoras a la ecóloga microbiana Cristina Dorador y a la bioquímica Valeska Molina.
La idea original partió tras conocerse el informe sobre la causa de muerte de Pablo Neruda, asociada a la influencia de una bacteria. Las mismas técnicas que usaban las científicas en el estudio de la ecología microbiana. “Se llaman metagenómicas”, explica hoy la exconvencional.
“Es el estudio de todos los genes en una muestra en particular. Puede ser un tejido, suelo, agua. Eso muestra todos los organismos que están presentes ahí. Podemos indagar sobre el microbioma que puede estar derivado de un humano, de un animal o de una planta”, agrega Dorador.
Gracias al programa de Derechos Humanos de la Subsecretaría, las mujeres pudieron acceder al expediente del episodio Antofagasta de la Caravana de la Muerte. Allí el juez Guzmán Tapia detalla el lugar exacto de la reconstitución de escena, ubicado en la quebrada El Wey, en un sector que se conoce como Roca Roja.
El legajo judicial también incluía un mapa. Así lograron llegar al lugar exacto donde ocurrieron los brutales hechos. Cristina Dorador asegura que “fue muy impactante ver a las familias donde tantas veces imaginaron lo que había ocurrido. Son pequeñas contribuciones que ayudan a reparar ciertos aspectos terribles de la pérdida”.
La idea, agrega la doctora en ciencias de la Universidad de Kiel, es que la iniciativa derive en la creación de un sitio de memoria que “recuerde estos hechos terribles que también dejan un legado biológico en estos lugares”.
La organización encabezada por Mónica Díaz estuvo presente en el lugar donde fueron asesinados sus familiares, junto a un equipo científico de la Universidad de Antofagasta. “Sentimos una profunda tranquilidad cuando llegamos, encontramos también una bala de esa época, la escena de reconstrucción fue alrededor del año 2001 y nunca habíamos tenido la oportunidad de estar ahí”.
Un mes después, Mónica llevó a su madre de 85 años, Eva García Zepeda. En el lugar la escuchó hablar con su padre. “Papá, llegué hasta acá”, dijo. Esa porfía, asume Mónica, refleja largos años de resiliencia familiar. “Mi abuela, mi madre, mis tías nunca han permitido que nos derrumbemos, siempre salimos adelante”, asegura.
Experiencia y disposición
Cristina Dorador siente que el Plan Nacional de Búsqueda, recién anunciado por el Presidente, es una de las iniciativas más importantes del último tiempo en el ámbito de la justicia, verdad y memoria en derechos humanos. Y al respecto señala que hay una pregunta fundamental aún no resuelta: ¿dónde están?
“Chile optó por una búsqueda en el ámbito judicial. Han sido los procesos judiciales los que han tratado de establecer lo que pasó o identificar a los culpables. No ha existido una política de Estado tendiente a buscar a los que ya no están, como en Argentina donde incorporaron tecnología de punta con el grupo de antropología forense. Nos falta avanzar en esa línea”.
Para Dorador esta coyuntura también es una oportunidad. El Plan Nacional de Búsqueda se compromete a generar instancias formales de participación y anuncia audiencias de expertos sobre ciencia forense, donde se destaca como uno de los puntos centrales establecer las rutas de desaparición que, en rigor, son los caminos de la memoria.
“Tenemos experiencias desde distintas disciplinas que podríamos adaptarla a lo que estén necesitando, entregando un montón de oportunidades de apoyo e investigación en esa línea. En el fondo, ponernos a disposición como comunidad científica”.
-Aunque todavía no está claro cuánto se va a portar y si se va a desarrollar o no investigación al respecto.
La brecha que existe de conocimiento entre lo que hace la ciencia y la toma decisiones es muy grande. La ciencia avanza muy rápido, pero de ahí a que se aplique en una búsqueda judicial puede tomar años. Por lo tanto, tenemos que acelerar esos procesos. Por eso es importante la divulgación. Eso es lo que hicimos con estos seminarios, luego investigar un lugar y hacerlo de determinada forma. Hay que partir por algo, sabemos que la búsqueda de desaparecidos lo hace la ciencia forense, pero también es importante que se incorporen otras disciplinas. Y eso va a ser resultado de estas audiencias, donde se establecerá las capacidades que existen en Chile para abordar estos temas y las posibles líneas de investigación a desarrollar. Eso es parte de las conversaciones que van a venir.
-¿Qué condiciones ofrece el desierto para la permanencia de estos microorganismos después de tanto tiempo?
Antes se creía que en estos ambientes no había vida, para muchas personas de hecho el desierto evoca vacío. Sin embargo, la microbiología del desierto y de los salares, ha demostrado que existen microorganismos que se pueden detectar a través de tecnologías de secuenciación masiva. Nosotros conocemos bien la microbiología del desierto, por lo tanto, si hubo alguna persona es posible detectarlo a través del ADN. Lo que nosotros apuntamos es estudiar el microbioma del desierto y entenderlo en este contexto histórico.
-Y, a partir de eso, ¿qué hallazgos o referencias se podrían encontrar?
En el ámbito de la microbiología forense se ha estudiado mucho los objetos, por ejemplo, porque uno siempre deja ADN plasmado en lo que toca. Pero acá, en este contexto, creo que puede ayudar a reconstruir cómo son los lugares. Tampoco la idea es generar tantas expectativas sino entender que hay herramientas que nos van a permitir responder otras preguntas, que quizás ni siquiera se han formulado. Y eso es parte de la sistematización de información que se tiene que hacer en el plan, porque van a surgir muchas preguntas y hay que estar dispuesto a colaborar según las técnicas, metodologías o formas de investigación.
-En dictadura se utilizó la ciencia para matar, como habría sido en el caso de Neruda o del químico de la DINA Eugenio Berríos. Quizá hoy sea el momento de avanzar a través de ella en la búsqueda de los detenidos desaparecidos.
Lo interesante e importante de la investigación científica es que las preguntas siempre van a existir y podemos lograr resultados a pesar de que se intentó ocultar estos crímenes. O sea, siempre hay rastro. Es lamentable que se haya usado conocimiento científico para fines horribles y sin ningún ámbito de ética. Es hora que la ciencia responda con una perspectiva de derechos humanos. La investigación científica también tiene un rol social y este es un momento histórico en que nos podemos poner a disposición.
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