Análisis y contexto: La escalada bélica entre Irán e Israel
El ataque de Irán en contra de Israel ha sido considerado una amenaza a la seguridad del sistema internacional. Lo anterior en virtud de los alcances y los efectos que podría generar una potencial respuesta del Estado judío.
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Al respecto, es importante recordar que la agresión de Tel Aviv sobre la Embajada persa en Damasco, y que ocurrió el pasado 1 de abril, significó el asesinato de varios integrantes de la Guardia Revolucionaria iraní, lo que provocó que Teherán respondiera no sólo apoderándose en el Estrecho de Ormuz de un buque perteneciente a empresas judías, sino también a través de un ataque con drones armados y misiles balísticos en contra de territorios de Israel.
En ese contexto es importante considerar que Irán justificó su decisión de ataque armado en contra de Israel en función de lo que señala el artículo 51 de la Carta de Naciones Unidas, norma en la que se establece la legítima defensa.
No puede obviarse que la respuesta iraní a la agresión de Israel era esperable, no sólo por las palabras emitidas por Alí Jamenei, líder supremo de Irán, quien prometió acciones ante la agresión judía en contra de los intereses de Teherán en Siria, sino también porque la adopción de medidas militares es un mecanismo que Irán ya ha utilizado antes. Basta con recordar los ataques que Teherán lanzó el 2020 sobre la Base Aérea de Ayn al-Asad y sobre el aeropuerto internacional de Erbil como respuesta al asesinato del líder de las Fuerzas Quds por parte de Washington; no obstante, y a la luz de ambas respuestas, es importante señalar que éstas respondieron a motivaciones distintas.
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Mientras que en la primera se buscó cumplir con las exigencias políticas internas relativas a confrontar al "Gran Satán", la segunda tenía por objeto posicionarse en la región como un actor relevante que no puede quedar invisibilizado en lo que refiere al destino de la región.
Esto se comprueba en el hecho que Irán, y con los ataques a la Base Aérea de Ayn al-Asad, buscó atacar un objetivo determinado, mientras que en los ataques de el pasado fin de semana no buscó destruir un objetivo específico, ni tampoco concretar un ataque en contra de objetivos civiles, sino más bien se pretendió, por un lado, condicionar el ánimo de la población de Israel, provocando efectos políticos sobre el gobierno de Netanyahu, y, por el otro, responsabilizar internacionalmente a Tel Aviv de la respuesta militar materiallizada por Teherán.
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Todo esto queda demostrado en el hecho que los ataques realizados por Irán no se concretaron con todo su potencial militar, ni tampoco se realizaron en coordinación con Hezbollah, lo que implica, y a partir de los hechos analizados, que Irán no está buscando una confrontación directa con Israel, sino que, por un lado, aspira a posicionarse como un actor que está dispuesto a reaccionar militarmente a los ataques del Estado hebreo, y, por otro, a configurarse como un actor que debe ser considerado en la ecuación geopolítica de la región, ya que es capaz de condicionar la estabilidad del comercio y transporte internacional gracias a los efectos que puede provocar sus acciones y decisiones sobre el comercio que pasa por el Estrecho de Ormuz.