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Cuando la información deja de informar
Foto: Agencia Uno

Cuando la información deja de informar

Por: Tomás Gárate Silva | 31.12.2025
Las instituciones públicas, las organizaciones sociales y los municipios debemos rendir cuentas. Pero los medios también tienen una misión ética de la que no pueden desentenderse: hacerse cargo de las consecuencias de lo que instalan en el espacio público.

En tiempos de incertidumbre, la información debería ayudarnos a comprender mejor la realidad. Sin embargo, en no pocas ocasiones ocurre lo contrario: noticias difundidas sin suficiente rigor o contexto terminan instalando percepciones erradas, alimentando la desconfianza y afectando nuestra convivencia.

En los últimos días, Puerto Varas ha sido escenario de dos ejemplos que ilustran con claridad este problema. Diversos medios de alcance regional y nacional difundieron que en nuestra ciudad existiría una “alerta ambiental” asociada a niveles extremos de coliformes fecales en la bahía urbana. Aquello, sencillamente, no es cierto. No existe ninguna alerta sanitaria o ambiental decretada.

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Lo que sí existe —y lo hemos comunicado constantemente— es un sistema permanente de monitoreo que ha detectado episodios puntuales de contaminación en ciertos puntos y momentos del año, una situación que, aun no estando completamente resuelta, estamos abordando con diversas medidas. Convertir esa información en titulares alarmistas no solo distorsiona los hechos: también afecta la confianza pública, el vínculo emocional que las personas tienen con su territorio y a sectores clave como el turismo local.

Algo similar ocurrió con publicaciones locales que afirmaron que el municipio estaría retirando progresivamente las rosas de la ciudad. Esa afirmación tampoco es real. Más allá de lo anecdótico, este tipo de narrativas —que se viralizan en segundos— van construyendo una imagen de despojo, improvisación o descuido que no guarda relación con la realidad ni con el trabajo cotidiano que realizamos junto a nuestros equipos y comunidades.

Ambos casos comparten un rasgo preocupante: la ligereza con que algunos medios informan primero y verifican después. El periodismo cumple una función democrática esencial y, precisamente por eso, su responsabilidad es mayor. No basta con publicar; es necesario contextualizar, contrastar fuentes y dimensionar el impacto que un titular puede generar en miles de personas.

Porque las noticias no solo describen el mundo: lo moldean. Influyen en nuestras percepciones, en nuestras confianzas, en la manera en que interpretamos lo que sucede a nuestro alrededor. Cuando la información se trata con liviandad, las consecuencias no se corrigen con un simple desmentido posterior: quedan instaladas en el imaginario colectivo.

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Puerto Varas —como cualquier comunidad— enfrenta desafíos reales. Y esos desafíos requieren más diálogo y menos estridencia; más datos y menos caricaturas. Cuando los medios optan por la simplificación o el sensacionalismo, no solo afectan a una autoridad o a una institución: afectan a una comunidad entera que merece ser tratada con respeto.

No se trata de confrontar a la prensa ni de negar su rol fiscalizador. Al contrario: necesitamos medios críticos, incómodos cuando corresponde, rigurosos y profundamente comprometidos con la verdad. Lo que cuestionamos no es al periodismo, sino la renuncia a ejercerlo cuando se privilegia el clic rápido por sobre la responsabilidad informativa.

Las instituciones públicas, las organizaciones sociales y los municipios debemos rendir cuentas. Pero los medios también tienen una misión ética de la que no pueden desentenderse: hacerse cargo de las consecuencias de lo que instalan en el espacio público.

En un tiempo donde la desinformación corre más rápido que la verdad, el mayor acto de compromiso democrático no es amplificar el ruido, sino informar mejor.

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