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Kast y la chilenidad frágil
Foto: Agencia Uno

Kast y la chilenidad frágil

Por: Arnaldo Delgado | 13.12.2025
Kast es la representación viva de la chilenidad frágil, que, a falta de condiciones sociales, políticas y culturales, anhela nostálgicamente al dictador como reordenador de un “presente degenerado”; Kast es la representación de la chilenidad frágil, que, a falta de condiciones, invoca los símbolos patrios como si la bandera o el himno fuesen por sí mismos garantía de cohesión social.

Chilenidad frágil: dícese del sentimiento de vulnerabilidad personal que produce la carencia de pertenencia social y nacional. Kast y la chilenidad frágil: dícese de la politización ultra-nacionalista de aquel sentimiento.

Uno de los asuntos en los que ha girado la disputa política de los últimos 6 años es justamente la lucha por definir un nosotros colectivo, y con ello, el carácter de nuestra pertenencia social en tanto chilenos. Pese al “nosotros pueblo”, de los sectores transformadores, y al “nosotros nación”, de los sectores conservadores, lo cierto es que el sentimiento de pertenencia sigue a la intemperie.

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Si bien la definición de la chilenidad ha sido históricamente una atribución de un grupo minoritario, que ha establecido hegemónicamente para las mayorías versiones válidas e inválidas del ser chileno, con la crisis política actual el desamparo de un nosotros social se ha agudizado. Es decir, la crisis de representación política, aparte de producir una falta de identificación con el Estado, los políticos y las instituciones, ha tocado también a la representación de la pertenencia colectiva y su identidad. 

Ante esta erosión, la identificación por oposición termina siendo el único recurso para intentar aprehender la idea del “nosotros”. La teología negativa, en el siglo V, partía de la premisa de que ante la imposibilidad de definir lo que Dios es, valía indagar por oposición a través de lo que no es. Es decir, no sabemos lo que Dios es, pero sabemos lo que no es.

La razón de esta operación tenía que ver con la incapacidad de conceptualizar la grandeza trascendental de Dios. Ahora bien, en relación a la pertenencia a un nosotros, no es la “magnanimidad trascendente del ser chileno”, ni mucho menos, lo que está detrás de la imposibilidad definitoria, sino que la falta de mecanismos colectivos afirmativos

Un estudio reciente de ICSO, de la Universidad Diego Portales, indagó sobre el clima social en Chile: un clima de mala convivencia, de odiosidad e intolerancia. El 94% de las y los encuestados mencionaron una palabra negativa para definir el trato entre nosotros; el 71% cree que la convivencia social ha empeorado en los últimos cinco años.

El estudio menciona que las interacciones cotidianas en la calle se perciben desde la desconfianza, la impaciencia y la indiferencia. Los factores que explicarían esto, dice el estudio, tendrían que ver con el deterioro de la salud mental, la ineficiencia del sistema de justicia, las precarias condiciones habitacionales y la mala formación cívica de las nuevas generaciones.

Si a esto le sumamos la crisis aguda de representación política y la falta de espacios democráticos para participar activamente de la vida pública, es que comienzan a aparecer las dificultades: ¿cómo pensarnos colectivamente, en tanto pertenecientes de un nosotros los chilenos, si padecemos hasta la convivencia cotidiana? No obstante, aunque estos elementos nos impidan definir por vía positiva lo chileno, como estrategia para sobrevivir al desamparo de la convivencia quedaría un último recurso, la vía negativa: “No sabemos lo que somos, ni tenemos medios para definirlo, pero sabemos lo que no somos: no somos ellos”. 

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Hace un par de días se publicó un estudio del Laboratorio de Conversación Pública de la Universidad Central, a propósito también de la mala convivencia, sobre la mutua percepción negativa entre migrantes y chilenos. Apareció a la pasada un concepto que me pareció interesante para desarrollar aquí: la chilenidad frágil.

La falta de mecanismos colectivos afirmativos, sumado a la mala convivencia, deja a la chilenidad como una identidad reactiva basada exclusivamente en el rechazo. Ahí es cuando cobra relevancia política la figura del migrante. “No sabemos lo que es lo chileno, pero sabemos lo que no es: el migrante”. 

Hoy la impugnación de la migración ha sido la vía negativa para la definición de la chilenidad, cuya politización ultra nacionalista se consuma en José Antonio Kast. Kast es la representación viva de la chilenidad frágil; una chilenidad que, a falta de condiciones sociales, políticas y culturales, tiene que expresar odio al diferente para sentirse partícipe de algo.

Kast es la representación viva de la chilenidad frágil, que, a falta de condiciones sociales, políticas y culturales, anhela nostálgicamente al dictador como reordenador de un “presente degenerado”; Kast es la representación de la chilenidad frágil, que, a falta de condiciones, invoca los símbolos patrios como si la bandera o el himno fuesen por sí mismos garantía de cohesión social.

Kast es la representación viva de la chilenidad frágil que releva a carabineros y militares como portadores legendarios de una suerte de esencia nacional. Kast, el representante del chileno frágil que alude al mito originario de la chilenidad, pese a tener padres, abuelos, bisabuelos y tatarabuelos extranjeros. 

Pero además: si hubiese alguien que representa hoy el clima social que impide la definición positiva del ser chileno, es decir, la mala convivencia, la odiosidad, la apatía, tanto entre chilenos, como entre chilenos y migrantes, ese es justamente Kast. De allí la razón por la que sea el más aspectado a ganar la segunda vuelta: la climatología de vulnerabilidad identitaria, la climatología de chilenidad fragilizada.

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