Tobal Opazo de Incorregibles: “Cada producción cultural que surge desde nuestras comunidades es un avance para darse cuenta que existen otros imaginarios posibles”
Un encuentro cultural que celebra y promueve las disidencias sexuales y de género a través de las artes, el pensamiento crítico y el trabajo socio-comunitario. Esto es lo que ya inició en distintos espacios de Santiago, cuando inicie la tercera edición de “Incorregibles”, festival convocado desde el 2023 por la Red Mapa LGBTI+.
El evento se realizará entre el 30 de noviembre y el domingo 7 de diciembre, abordando espacios de creación, conciertos, cine, stand up comedy, poesía, producción editorial y la conmemoración del Día Mundial del Sida. Todo con el objetivo de impulsar redes de colaboración que fortalezcan la vida cultural y afectiva de las comunidades LGBTQIA+.
Como señala Tobal Opazo para El Desconcierto, impulsor de la Red Mapa LGBTI+, esta edición tiene como sello especial “el deseo, el goce y el trabajo colaborativo como una pulsión que debe ser abordada dentro de la experiencia humana y las practicas creativas. Estamos atendiendo la necesidad de crear narrativas críticas de manera colectiva y comunitaria, capaces de impulsar, reconocer y sostener espacios de fortalecimiento para las producciones artísticas y culturales que resultan problemáticas a programadores de espacios. El festival es una plataforma que interpela la ausencia de diversidad en su más amplio sentido, y busca ampliar el repertorio que nos propone el escenario actual a nivel local. Nos permitimos explorar, nos atrevemos a sentir, nos maravillamos juntas y nos abrazamos en nuestras diferencias”.
-¿Qué aprendizajes han tenido de las versiones anteriores de Incorregibles?
Creo que los aprendizajes son constantes. Es lindo ir conociendo las diferentes realidades que han sido parte de las versiones del festival, y es que surge precisamente por una urgencia que estábamos observando en la falta de espacios donde las personas abiertamente LGBTIQA+ tengan cabida con sus proyectos y necesidades.
Nos pusimos a inventar formas de apañar la circulación de sus proyectos. Eso requiere vincularse, ser insistente y abrir ventanas cuando se cerraban las pocas puertas que nos atendieron en un inicio. Ahora la cosa es muy diferente: las dos versiones anteriores ya crearon un piso sólido por donde movernos y seguir abriendo formas de trabajo colaborativo con instituciones, artistas y comunidades.
Este proceso nos hizo aprender en colectivo y darnos cuenta que podemos hacer las cosas de manera diferente, ocuparnos por trabajar en espacios libres de discriminación o violencia. Ese motor ha sido un aprendizaje: leer lo existente y crear una fuga a lo impuesto sin miedo a equivocarse. Nos permitimos ensayar cosas nuevas. También, entender que no todas las personas tienen las mismas necesidades. Desafiar un poco lo establecido y activar nuestras rebeldías para caminar en sentido contrario al resto para buscar formas que nuestras historias tengan cabida. Eso nos ha llenado de aprendizajes, nos dimos tiempo de escuchar y comprender, porque las personas requieren cuidados, tanto les artistas como los diferentes tipos de público. Creo que es un aprendizaje muy valioso en tiempos donde todo necesita ser encasillado, etiquetado y rotulado. Como si fuéramos productos sin generar conexiones afectivas, aprendimos a no tener miedo en soñar un espacio amplio, diverso y mutante.
-¿Qué particularidades tiene la producción cultural en cine, música, teatro y otros de la comunidad LGBTIQ+?
Tiene la particularidad de la herida social como columna vertebral. La violencia no termina aplicando leyes que se implementan en un medio profundamente hostil, donde siguen repitiéndose situaciones dolorosas que ponen en peligro las vidas de quienes se distancian de la norma.
Ese espacio colectivo que entrega las artes ha sido una herramienta de reparación con memorias colectivas y de sanación con nuestras biografías. Cada producción cultural que surge desde nuestras comunidades es un avance, y es que darse cuenta que existen otros imaginarios posibles nos ayuda no sólo a personas sexo-género disidentes si no como sociedad en general. No es fácil ese trabajo, intentar instalar lenguajes críticos requiere coraje, valentía y perseverancia. Por otro lado también son espacios donde surge lo colectivo, porque lograr sacar adelante la producción artística en Chile es complejo, los espacios muchas veces funcionan con protocolos arcaicos. Además, las realidades precarizadas de nuestras comunidades son una realidad. Es por eso que creo que toda disputa cultural ha sido un paso para la lenta transformación de la sociedad, motivar su existencia es algo que se necesita de manera urgente. Esa es la labor del arte: cuestionar, incomodar, denunciar y transformar nuestros entornos.
-¿Qué claves crees que hay que considerar para su promoción?
Lo primero es entender que existen brechas de todo tipo. No es lo mismo dedicarse a la producción artística en regiones o desde las periferias donde la realidad social y cultural es abismal para nuestras comunidades. Luego, la falta de recursos, financiamiento, distribución, circulación o formas de sostener el arte sigue siendo acotado. Por otro lado, es incomprensible que la producción cultural sea vista como un privilegio para un sector de la sociedad. Cuando los espacios no consideran acortar las desigualdades existentes incluso dentro de la producción artística sigue creando formas de narrativa heterogéneos y deja de cumplir su objetivo transformador.
Creo que hoy existe voluntad de los espacios/trabajadorxs culturales por agenciar proyectos que en cualquier otro momento podrían haber sido considerados conflictivos o que aparentemente no tienen formas de vinculación. Estar disponibles ya es un avance, pero esta cadena debe ser mucho mayor: los medios de comunicación deben hacer lo mismo y estar disponibles a que estas producciones tengan espacio de difusión. En este sentido, el mayor error es considerar que hay ciertos temas que son de nicho cuando bien sabemos que esa ha sido la piedra angular de las desigualdades en nuestro país.
Existen ejemplos claros de como nuestra producción artística es bien recibida fuera de nuestros territorios y no acá, eso habla mucho de cómo se está ejecutando nuestro trabajo cultural. Creo también que dar espacio a las comunidades y asumir participación activa viene a democratizar terrenos que han sido utilizados con cierta soberbia y desconexión con la realidad.
-Una de las intenciones y ejes del festival es la memoria. Un ejemplo de eso es lo que respecta al 1 de diciembre, día mundial del sida que ustedes han denominado más bien “Día mundial de acción hacia el vih”. ¿Qué foco proponen?
Es cosa de mirar en retrospectiva, han pasado 41 años desde la primera persona diagnosticada en Chile, y pese a todos los avances que costaron tres décadas que se pudieran implementar, hoy todavía existe una desinformación y prejuicio terrible hacia la salud sexual.
Hablar de vih dentro de un festival nos parece muy coherente con los ejes del proyecto. Estos espacios no son solo para la diversión. A las personas LGBTIQA+ nos mueve la memoria porque es un terreno de disputa con nuestra historia, esa que no ha tenido cabida, respaldo, autonomía de manera oficial como forma de reparación con las comunidades.
El día mundial del sida es un día sumamente relevante para recordar que esta pandemia nos ha arrebatado a seres queridos; que existen avances significativos a nivel mundial y hoy están amenazados, que nos tenemos que hacer cargo como sociedad de la vergüenza social que podría llegar a sentir hoy una persona que contrae vih, con todos los avances existentes. No es el camino culpar a quien tiene actividades de riesgo: lo que se necesita es información, que sea oportuna y que tanto esa persona afectada por el vih como la población en general sepa que hoy existe un tratamiento garantizado con el cual puede hacer su vida. Todo nuevo diagnóstico es un fracaso como país y sus políticas de prevención. Ese es el llamado que estamos haciendo, a la acción y respuesta, porque los gobiernos autoritarios a nivel global han recortado los presupuestos para el vih, no queremos que las personas mueran a causa del virus, este llamado es a oponerse a la necropolítica y al retroceso de todos los derechos conseguidos.
-Hablan de vida cultural y afectiva. ¿Cómo vinculan estos conceptos?
Todas las personas estamos sujetas a relaciones y conexiones sociales que nos sitúan en un espacio y contexto determinado. Hablar de vida cultural es promover que seamos conscientes que somos parte de ecosistemas que se transforman y nutren constantemente; es permitirse la posibilidad de ampliar los horizontes culturales que nos estancan y cierran la posibilidad de regenerar esas conexiones, que son las culturas, pero también una infinita red de intercambio en un medio determinado que se conecta directa o indirectamente, fortaleciendo el tejido social.
Lejos de un posicionamiento hippie, nuestras acciones culturales, situándonos en Santiago, son un medio habitable de múltiples formas. Ese espacio de interacción logra ser de manera afectiva desde el momento que impacta en nuestras realidades. Los afectos no necesariamente son un plano emocional, son más la consecuencia de un determinado hecho que genera una agitación en nuestras trayectorias y biografías para movilizarnos.
En definitiva, hablar de cultura LGBTIQA+ refiere necesariamente a las conexiones físicas, simbólicas, emocionales y materiales que nos permite reconocernos y generar un medio que permita el intercambio.
-Según su experiencia, ¿cómo este tipo de encuentros/festivales/articulaciones influye en el objetivo de promover narrativas críticas de la comunidad LGBTIQ+?
El festival ha influido en promover narrativas que han sido históricamente excluidas, perseguidas e incluso violentadas. Las oportunidades para que estos proyectos puedan circular, todavía resultan incómodas o incluso problemáticas para ciertos espacios, por eso poder reunirlos como parte de una curatoría viene a respaldar la importancia para nuestras comunidades, sobre todo en tiempos donde peligran nuestros derechos conseguidos.
Por otro lado, es necesario que pueda existir lugares donde hablar sobre goce, deseo y cuidados como una forma de reivindicar trayectorias y luchas que han sido atravesadas por el dolor, el estigma social y el pánico moral. Por ejemplo, este año una colaboración con el ciclo de cine Porné para que trabajadorxs sexuales puedan reafirmar sus proyectos desde un enfoque que pone en el centro que el trabajo sexual es trabajo, y que debe ser respetado ya que en Chile no existe argumento jurídico para que este no sea considerado como tal, y que este sea abordado lejos de la explotación y desde sus propios imaginarios. Eso crea fortalecimiento del cuidado hacia el trabajo cultural, los activismos, los proyectos y las comunidades como una fuerza indivisible que, como otras, es parte de los movimientos contra normativos.
-¿Qué llamado harías a asistir al festival?
Este es un festival para encontrarse con proyectos y comunidades diversas. Combinamos disciplinas y espacios, creamos instancias donde se pueda dar reflexiones colectivas, desde el cuidado y el disfrute. Es una invitación a dejarse sorprender, a compartir y conectarse con lenguajes que se escapan de lo establecido de una forma cuidada. El festival persigue la accesibilidad para todo tipo de públicos, por eso dentro de la programación hay actividades abiertas y otras cerradas, gratuitas o con entradas, sin restricción etaria y otras sólo para mayores. Creemos que estas propuestas son parte de procesos colectivos que merecen ser celebrados. Las propuestas que son parte de esta versión del festival no son solo goce estético, son marcas de resistencia, son imaginarios que amplían el paisaje cultural y que invitan a conocer otras formas de cómo entender el entretenimiento.