Una mujer es asesinada cada 10 minutos en el mundo: Alertan por señales invisibles de violencia
La violencia contra las mujeres continúa siendo una de las vulneraciones de derechos humanos más graves a nivel global.
Según el último informe de ONU Mujeres y la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), solo en 2023 fueron asesinadas 51.100 mujeres y niñas por sus parejas u otros familiares, lo que equivale a una víctima cada diez minutos.
Para la psicóloga Viviana Tartakowsky, directora de la Escuela de Psicología de la Universidad Bernardo O’Higgins, estas cifras son solo la expresión más extrema de un fenómeno que se sostiene en agresiones silenciosas y normalizadas.
Explica que la violencia de género no se limita al daño físico, sino que también incluye maltrato psicológico, sexual, económico y simbólico. “Todas implican un menoscabo al género femenino por el hecho de ser mujer”, señala.
De acuerdo con ONU Mujeres, una de cada tres mujeres en el mundo ha sufrido violencia física o sexual en algún momento de su vida.
Esta realidad, advierte Tartakowsky, se ha extendido a espacios digitales, laborales y educativos, reflejando la persistencia de desigualdades profundamente arraigadas.
A ello se suman los micromachismos, expresiones cotidianas que refuerzan estructuras de control y condescendencia.
La psicóloga subraya que las agresiones más frecuentes —como la violencia psicológica o económica— son también las más invisibles.
Estas pueden generar síntomas de ansiedad, depresión, estrés postraumático o ideación suicida, además de provocar aislamiento y silenciamiento por miedo o vergüenza.
“La violencia de género no solo destruye a la víctima directa, sino que impacta a generaciones completas”, advierte, especialmente cuando hay hijos e hijas expuestos al maltrato.
Identificar señales tempranas es clave. Insultos, gritos o el control sobre la ropa, el teléfono o las amistades no son gestos de preocupación, sino alertas que pueden escalar hacia agresiones graves.
Tartakowsky insiste en la importancia de no minimizar estas conductas y buscar apoyo en redes cercanas o profesionales.
Desde la academia, plantea que la prevención requiere una transformación cultural de largo plazo. Propone fortalecer la educación desde la infancia, promover nuevas masculinidades y avanzar en políticas de corresponsabilidad en el hogar y el trabajo.
“No basta con endurecer sanciones. Se necesita formar modelos de respeto y equidad”, afirma.
En el marco del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, que se conmemora este 25 de noviembre, la especialista llama a que gobiernos, instituciones y ciudadanía refuercen su compromiso con entornos seguros y libres de violencia.
“La violencia no siempre grita. A veces se disfraza de cuidado, de amor o de costumbre. Erradicarla implica cuestionar nuestras propias prácticas y creencias”, concluye.