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El peligro de celebrar el Día del Hombre el 19 de noviembre
Foto: Agencia Uno

El peligro de celebrar el Día del Hombre el 19 de noviembre

Por: Andrés Kogan Valderrama | 19.11.2025
En vez de un Día del Hombre que sirva de excusa para el negacionismo, los varones deberíamos unirnos a las luchas feministas para construir masculinidades alternativas, basadas en el cuidado, la empatía y la responsabilidad colectiva. Solo así podremos avanzar hacia un mundo donde no se necesiten días "compensatorios", sino transformaciones profundas que beneficien a toda la sociedad.

En un mundo donde el patriarcado sigue estructurando las relaciones sociales, económicas y culturales, marcadas por distintas violencias que han afectado históricamente a las mujeres, la idea de dedicar un día específico para "celebrar" al hombre resulta no solo ridícula, sino peligrosa, tanto por su origen como por el uso que le han dado grupos de hombres negacionistas y de ultraderecha en la actualidad.

Lo planteo así, ya que la idea de un Día del Hombre proviene de alguien como Thomas Oaster, un docente que lo propuso durante 1991 para que fuera celebrado con el fin de reivindicar los derechos de los hombres, como una forma de contrarrestar las demandas del movimiento feminista, negar una desigualdad estructural y omitir una masculinidad hegemónica que solo genera violencia, incluso para los mismos varones.

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Algo similar ocurrió con Jerome Teelucksingh, un historiador que en el año 1999 impulsó que el Día del Hombre fuera el 19 de noviembre -quedando esa fecha finalmente-, quien, al igual que Oaster, se dedicó a victimizar al hombre y a cuestionar al movimiento feminista, negando también la existencia de un sistema patriarcal y la violencia histórica que han sufrido las mujeres.

No así con lo planteado por alguien como Ingeborg Breines, una persona que apoyó el Día del Hombre como directora del programa Mujeres y Cultura de Paz de la UNESCO, pero que, a diferencia de Oaster y de Teelucksingh, sí tenía una mirada crítica al patriarcado y las masculinidades violentas, reivindicando las demandas del movimiento feminista y teniendo así una mirada más estructural al respecto.

No obstante, fue Teelucksingh quien definió finalmente los objetivos del Día del Hombre, los cuales poco y nada aportan realmente a construir una sociedad más justa e igualitaria, al promover modelos masculinos positivos, celebrar las contribuciones positivas de los hombres a la sociedad, centrarse en la salud y el bienestar de los varones, mejorar las relaciones interpersonales de género, promover la igualdad de género, destacar la discriminación hacia los hombres y crear un mundo más seguro y mejor (1).

Lo peligroso de esto es que, a pesar de que esta fecha del Día del Hombre parecía algo que por suerte no tenía mayor convocatoria, ha comenzado a ser reivindicada actualmente por ciertos sectores y grupos de hombres de ultraderecha, que lo han usado para desacreditar al movimiento feminista y negar derechos de las mujeres, como es el caso de personajes como Manuel Jorge Gorostiaga, Luis Castilleja, Matías Laca o Armando Saucedo, quienes en el 2024 se reunieron en México para celebrar el Día del Hombre.

Estos encuentros no son inocuos; por el contrario, sirven como plataformas para propagar discursos misóginos que minimizan problemas como la violencia de género, el acoso sexual o la brecha salarial, argumentando que los hombres son las verdaderas víctimas de un supuesto "feminismo radical" y que, por tanto, habría que dar una batalla cultural al respecto.

No hay que sorprenderse, por tanto, de que todos ellos conciban al hombre como una realidad biológica inmutable e inherente, marcada por atributos tradicionales como la fuerza, la protección, la provisión y el liderazgo, que deben defenderse frente a ideologías "progresistas" como el feminismo y la "ideología de género", consideradas amenazas a la masculinidad hegemónica.

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Esta visión patriarcal enfatiza la responsabilidad personal, el control emocional -incluyendo sufrir en silencio como signo de madurez y fortaleza-, la autenticidad y el desarrollo continuo a través de mentalidades "alfa", donde los hombres deben tomar iniciativa, superar inseguridades, construir valor propio y lograr éxito, rechazando vulnerabilidades percibidas como debilidades o influencias externas que diluyen roles naturales, todo ello para afirmar una autosuficiencia que prioriza el empoderamiento masculino.

En eventos como el de México en 2024, se han escuchado llamados a "restaurar el orden tradicional", donde se idealiza una masculinidad tóxica que perpetúa roles rígidos y justifica la dominación. Esto no solo ignora las estadísticas alarmantes de feminicidios y abusos, sino que también fomenta una polarización que debilita las luchas colectivas por la equidad.

A su vez, estos encuentros sirven para victimizar a los hombres desde una mirada antifeminista, que busca invisibilizar las múltiples violencias contra las mujeres, a través de consignas que van desde no a la criminalización del varón, no más denuncias falsas, no más obstrucción de vínculo con los hijos y sí a la igualdad real sin privilegios de género, como aparece en esta convocatoria de este año a una marcha por el Día del Hombre en México nuevamente.

Además, la apropiación de este día por grupos ultraconservadores se extiende a redes sociales y foros en línea, donde se organizan campañas para boicotear iniciativas feministas, como el 8 de marzo. Figuras como las mencionadas utilizan el Día del Hombre para promover narrativas conspirativas, alegando que el patriarcado es un "mito" inventado para oprimir a los varones.

El peligro radica también en cómo estos discursos permeen en la juventud, atrayendo a hombres jóvenes descontentos con cambios culturales que exigen autocrítica. En lugar de fomentar reflexiones sobre cómo la masculinidad hegemónica afecta la salud mental de los varones -como tasas altas de suicidio o represión emocional-, se opta por culpar al feminismo, perpetuando un ciclo de violencia.

Finalmente, en vez de un Día del Hombre que sirva de excusa para el negacionismo, los varones deberíamos unirnos a las luchas feministas para construir masculinidades alternativas, basadas en el cuidado, la empatía y la responsabilidad colectiva. Solo así podremos avanzar hacia un mundo donde no se necesiten días "compensatorios", sino transformaciones profundas que beneficien a toda la sociedad.

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