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Campaña presidencial e inseguridad ciudadana
Foto: Agencia Uno

Campaña presidencial e inseguridad ciudadana

Por: René Solís de Ovando Segovia | 18.11.2025
No cabe duda de que la campaña presidencial, los programas de gobierno de todos los partidos y, en definitiva, lo que se decide en esta elección presidencial, es mucho más que la posición que se adopte sobre la política de seguridad interior de Chile. Pero no es menos cierto que el deseable acuerdo de todas las posiciones políticas sobre cuestiones clave, de esas que deberían facilitar un pacto de Estado, como es la seguridad ciudadana, no puede apoyarse en una percepción tan equivocada de la realidad.

La campaña electoral para la presidencia de Chile se ha caracterizado, en gran medida, por una suerte de acuerdo entre todos los candidatos y candidatas, que consiste en reconocer que Chile tiene un gravísimo problema de seguridad ciudadana y que el problema está producido en gran medida por la llegada masiva de inmigrantes. Todos los candidatos y candidatas aseguran, con firmeza, que saben que el problema existe y que dedicarán una gran cantidad de recursos y esfuerzo a solucionarlo.

Aunque, a la hora de ofrecer salidas al problema, las propuestas difieren significativamente. Los candidatos conservadores y ultraconservadores hicieron alardes de demagogia prometiendo facilitar la autodefensa, anunciando proyectos legislativos para permitir que las fuerzas armadas se encarguen de la seguridad interior del país, sosteniendo que eso evitará y, sobre todo, permitirá castigar los delitos violentos, proponiendo, claro está, expulsar de Chile a los inmigrantes y blindar las fronteras.

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Por otro lado, la candidata Jeannette Jara ofrece soluciones ponderadas, de mayor altura política y claramente viables, dirigidas a prevención y contención del problema, pero asegurando, como sostiene la derecha, que, efectivamente, Chile tiene un grave problema de seguridad en las calles. Este consenso sobre la inseguridad de las ciudades chilenas, sobre el riesgo de ser asaltado por violentos delincuentes que no dudan en usar armas de fuego incluso para asesinar a policías, también alcanza al Gobierno que reconoce que Chile vive una situación de inseguridad grave.

Los datos reales

Según los informes de las principales instituciones internacionales sobre delincuencia e inseguridad (últimos informes de Naciones Unidas o InSight Crime), Chile es de los países con menor delincuencia de Latinoamérica y más seguros del mundo. En el ranking mundial de criminalidad organizada ocupa el puesto 86, y el puesto 62 en el Índice de Paz Global 2025.

Sin embargo, Chile lidera ¡en todo el planeta! la percepción de inseguridad y aumento de la delincuencia según estudios de 2023 y 2024, al tiempo que, a pesar de que la victimización por delitos no ha aumentado, la sensación de inseguridad sí lo hace (Informe 2025 del Instituto Nacional de Estadísticas). Todo esto representa una incoherencia enorme entre realidad y percepción de la misma.

Si volvemos por un momento a la campaña presidencial, puede dar la impresión de que la gente cree estar en riesgo precisamente porque todos los políticos, sean del bando que sean, están de acuerdo en que lo están y que deben ser salvados, o al menos protegidos. Pero, en un análisis algo más profundo, es relativamente fácil ver que el fenómeno es exactamente el contrario: todos los políticos reconocen el problema, porque toda la gente sabe (cree) que está en peligro. Dicho de otra manera, los candidatos y candidatas presidenciales necesitan empatizar con el sentimiento de inseguridad que, como recogen todas los estudios sobre percepción de la criminalidad, está generalizado

Pero ¿por qué  se produce esta grave contradicción entre una realidad segura y la percepción de peligro inminente? Probablemente este fenómeno social del que Chile es el máximo exponente, tenga dos orígenes.

El primero -y más importante- es la sistemática, insistente y morbosa manera de dar noticias sobre delitos violentos en los medios de comunicación, sobre todo por televisión. Los matinales de las grandes cadenas de TV chilena, cada día, ofrecen amplios reportajes sobre asaltos violentos a automovilistas (encerronas) o a viviendas (portonazos), de los que son víctimas ciudadanos de las principales ciudades del país.

Estos reportajes no se limitan a dar la noticia o a mostrar lo ocurrido, sino que se repiten las imágenes más espectaculares en bucle durante 10 o más minutos, se desplaza a reporteros al lugar, se entrevista a personas “que vieron lo que pasó” y se pone especial hincapié en “la gravedad de lo ocurrido” y en la idea de que “esto antes no pasaba”.

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En estos mismos programas se invita a “expertos” que comentan estas noticias, al tiempo que consagrados comunicadores argumentan en tono emotivo que los delincuentes hacen lo que quieren, que no temen a la policía, que asaltan a madres que llevan a sus niños al colegio y que las rematan en el suelo, comentarios que suelen terminar con frases como “esto está pasando ahora” o “las autoridades no hacen nada para solucionar este gravísimo problema”.

Pero, al parecer, nadie es consciente de que Santiago (RM), por ejemplo, teniendo más de 7 millones de habitantes, tiene una tasa de homicidios en el primer semestre de 2025 de 2,8, que, comparada con la cifra media de Latinoamérica (20,2), es bajísima. En cambio, la percepción de inseguridad en Chile es prácticamente la misma que en Ecuador, que es el país con más delitos violentos y víctimas mortales de la región.

El otro gran factor que puede explicar esta percepción exacerbada de inseguridad es el indudable beneficio que el miedo proporciona a sectores económicos. Porque es un hecho que las personas no invertimos ni gastamos en seguridad por convicción o ideología, sino por miedo. Frente a un riesgo, grande o pequeño, siempre se oferta un producto o servicio que, previo pago, nos puede librar de la amenaza. El negocio de la seguridad no tiene sentido si no hay miedo.

El miedo vende mucho, pero no solamente porque promocione medidas de seguridad como son las puertas blindadas, las alarmas, los servicios de vigilancia o los sistemas de defensa personal y las armas -que efectivamente son un gran negocio-, sino porque es uno de los motivadores más potentes del morbo.

Por eso los matinales de TV se recrean en una noticia luctuosa ya que, aunque sea un hecho aislado, demanda atención por su gravedad y, claro está, esa gravedad aumenta significativamente si la noticia se emite en directo, porque el directo acerca a la realidad, nos aleja de la ficción, estimula la empatía y, en definitiva, aumenta y socializa el miedo. Los que ganan con la sensación de miedo son las empresas que venden seguridad y, por supuesto, los medios de comunicación que ganan audiencia.

No cabe duda de que la campaña presidencial, los programas de gobierno de todos los partidos y, en definitiva, lo que se decide en esta elección presidencial, es mucho más que la posición que se adopte sobre la política de seguridad interior de Chile. Pero no es menos cierto que el deseable acuerdo de todas las posiciones políticas sobre cuestiones clave, de esas que deberían facilitar un pacto de Estado, como es la seguridad ciudadana, no puede apoyarse en una percepción tan equivocada de la realidad.

Está claro que la percepción de la realidad es un componente de la realidad misma, pero nunca la realidad percibida debe predominar sobre lo que existe, lo que acontece y es medible objetivamente.         

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