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Criar en Chile: La conversación pendiente
Foto: Agencia Uno

Criar en Chile: La conversación pendiente

Por: Alexandra Pardo Valenzuela | 21.10.2025
Muchas madres han optado por renunciar a sus trabajos formales y dedicarse a labores informales, aceptando ingresos menores, sin cotizaciones ni seguridad social, para poder cuidar a sus hijos. Entonces, la pregunta es inevitable: ¿cómo logramos realmente conciliar la vida laboral con la crianza?

En las últimas semanas se ha hablado mucho sobre cuánto dinero cuesta criar un hijo en Chile, estimándose en un monto cercano a los 600 mil pesos mensuales. Sin embargo, poco se ha dicho sobre las otras realidades que enfrentan las familias y que también deben ser parte de la conversación.

Por ejemplo, ¿son compatibles los horarios de las salas cunas y jardines infantiles gratuitos con las jornadas laborales de los padres? ¿Qué ocurre cuando no existen redes de apoyo que puedan retirar a los niños a las 16:00 horas? ¿Quién los cuida cuando, por razones externas, el jardín o la sala cuna no puede funcionar o deben ser retirados antes de tiempo?

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Tampoco se considera que los niños y niñas en edad preescolar -playgroup, prekínder y kínder- tienen jornadas acotadas que muchas veces no se extienden más allá de las 13:00 horas.

No todos los colegios ofrecen programas after school, y los que existen suelen superar los 200 mil pesos mensuales, una cifra desproporcionada si se considera que el ingreso promedio en Chile, según el INE, no supera los 900 mil pesos, y la mediana (es decir, la mitad de las personas trabajadoras ganan menos de esta cifra) está tan solo en 600 mil.

Otro aspecto invisibilizado es lo que ocurre cuando los hijos mayores de un año se enferman y no pueden asistir al jardín o colegio. No todas las madres y padres pueden ausentarse de sus trabajos o disponer de vacaciones para cuidarlos.

Además, no todos los empleos son compatibles con la Ley de Conciliación de la Vida Laboral, Familiar y Personal -vigente desde el 29 de enero de 2024- y, aun cuando lo sean, no siempre existe voluntad de los empleadores para acordar jornadas flexibles o modalidades híbridas.

A esto se suma una gran deuda: las y los funcionarios públicos quedaron fuera de la Ley de Conciliación, excluidos de un derecho que debería ser universal. Resulta urgente homologar esta norma para el sector público, garantizando igualdad de condiciones entre quienes trabajan para el Estado y quienes lo hacen en el sector privado.

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Si bien es cierto que la Ley de 40 Horas representa un gran avance para las y los trabajadores del sector privado -y que a partir de 2026 reducirá la jornada a 42 horas semanales-, estas medidas siguen siendo insuficientes para las familias que enfrentan el desafío cotidiano de compatibilizar cuidados y trabajo. La misma ley creó las bandas horarias para permitir que algunas familias inicien y terminen su jornada antes, pero esa flexibilidad, en la práctica, no logra resolver el fondo del problema.

En las décadas de los 80 y 90, la crianza era en tribu: abuelas, tías y vecinas ayudaban a cuidar, retiraban a los niños de los colegios y jardines, y los acompañaban durante la tarde. Hoy, muchas de esas mismas mujeres siguen trabajando porque las pensiones son insuficientes, mientras las familias viven cada vez más dispersas, incluso en distintas regiones o países. Esa red de apoyo, silenciosa pero esencial, se ha ido perdiendo.

Ante esta incompatibilidad, muchas madres han optado por renunciar a sus trabajos formales y dedicarse a labores informales, aceptando ingresos menores, sin cotizaciones ni seguridad social, para poder cuidar a sus hijos.

Entonces, la pregunta es inevitable: ¿cómo logramos realmente conciliar la vida laboral con la crianza?

Esta es una conversación que Chile necesita dar con urgencia, desde la empatía, la evidencia y la realidad de miles de familias que hoy crían sin redes y sin apoyo suficiente.

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