
Reseña de libros| La Bitácora Tras de Esther Margaritas: Devenir deseo, cuerpo y territorio
Bitácora Trans se presenta como un híbrido donde se cruzan testimonio, poesía, fotografía, crónica, y epistolario, construyendo rápidamente una cartografía de la disidencia que revela un lugar negado, el proceso de transición de una mujer que encarna escritura y territorio.
Nos conocimos con Esther Margaritas en 2017, nos encontramos en la escritura y la fotografía, y trabajando para sobrevivir en El Sistema de Bibliotecas Públicas de Providencia, desde donde nos echaron por querer armar un sindicato de trabajadores a honorarios. Un golpe al Boletariado que separó nuestros caminos hasta que nos encontramos nuevamente en la presentación del libro Bitácora Trans, cuarto libro de Esther, publicado recientemente por Palabra Editorial.
“La naturaleza siempre ha sido trans en el sentido de algo que jamás está quieto ni anquilosado” nos dice en el prólogo Jorge Díaz Fuentes, abriendo el texto sobre una metáfora “biológica” que invierte la frontera entre cuerpo, naturaleza y lenguaje, y de paso, dinamita los discursos que pretenden inmovilizar la autodeterminación con discursos seudocientíficos.
Margaritas escribe su metamorfosis “sureada” —como se refiere la autora al habitar el sur de chile—, abriendo el libro como un cuerpo entre la humedad, la rabia y el deseo. La geografía —ventosa, líquida, inestable— se convierte en espejo, y la escritura fluye como parte de la llovizna, el frío y se fragmenta en archipiélago: “Anoche dos álamos se volvieron brote y comenzaron a crecer dentro mío. Anoche, primer día de mutación, dos pájaros se hicieron uno y los sonidos adentro mío ya no están separados” nos dice la autora frente a la primera dosis de estrógenos. Puerto Varas, Dalcahue, Puerto Montt o Chiloé son parte del paneo de esta bitácora y del paisaje austral que se transforma en intuición y devenir mujer, rebelde y deseante.
El libro se abre como un lugar de creación de afectos y ferocidad lírica que denuncia la transfobia y el machismo: “Ser travesti no es fácil. Pero tampoco es tan complejo. Ser travesti, eso sí, donde sea que lo digas, va a generar polvo, ruido, herida, pacto y fuga”. También poniendo en evidencia la contradicción del amor trágico: “Una noche desperté y lo vi dormir tan niño, tan minúsculo. Yo ya lo odiaba por haberme hecho todo lo que me hizo. Pude haberlo ahorcado con mis manos, asfixiado con la almohada, o darle un gran golpe. Pero no, esa noche yo me quedé dormida escuchando su respiración.”. Y recuperando la historia de las amigas travestis y los cuerpos ausentes: “Tengo sida (comenta una amiga). Ayer me entregaron el resultado. Abrimos ambas la lata de cerveza y tomamos al mismo tiempo. ¿Préstame fuego? –Sí– le digo. Esa fue la primera vez que supe que la muerte estaba cerca de nosotras: de sangremuerta y de todo nuestro grupo.”.
La autora no se refugia en la victimización. Su voz es vital, celebratoria y erótica: “Develar lo que ocurre en nuestra intimidad es un acto de valentía, por sobre todo, heroico”. La escritura como práctica de libertad y autoafirmación frente a la regulación de los cuerpos, brota haciendo pública la intimida de los afectos y junto con ello reconstituye el carácter colectivo y político del espacio de tránsito, del paisaje y del cuerpo. El cuerpo muta porque el lenguaje lo hace posible como una fuerza de la naturaleza. Cuando la autora escribe “hoy descubrí que soy mujer para siempre, que siempre lo fui en múltiples formas y colores”, no está declarando una certeza biológica, sino una conquista simbólica: la escritura como hormona y cicatriz.
Este libro-cuerpo se mueve entre el diario íntimo y la crónica poética, reconstruye la experiencia trans desde un sur periférico, lejos de la capital y el relato institucionalizado. Lo hace con una voz que tiembla, que se permite la contradicción, la ternura y la rabia. Bitácora Trans es una escritura de la resistencia, pero también de la belleza: la belleza como acto político, como forma de sobrevivir en un país que castiga la diferencia.
En sus poemas también hay ironía, humor y goce. En el poema Baipraid, la autora levanta una barricada contra un “orgullo” institucionalizado: “para hacer una pari metropolitana/ con estereotipos que no nos representan/ baibai cuando excluyes a travestis/ a las 0positivas en pandemia/ cuando afuera aún la milicia/ nos mete palos en el culo/ cuando afuera aún nos apagas las barricadas/ ¿porque las travestis no podemos incendiar la ciudad, verdad?”
Las páginas son recorridas por un permanente diálogo entre literatura y música, donde encontramos desde Amy Winehouse a Celia Cruz, pero principalmente a Mon Laferte, con quien Margaritas dialoga y colabora con parte de la letra en la canción Metamorfosis. La canción —y el episodio que la acompaña— no es mero anecdotario; funciona como testigo de una escritura que se vuelve canto colectivo y hace resonar una genealogía de mujeres disidentes: Gabriela Mistral, Virginia Woolf, Simone de Beauvoir y, más cerca, artistas como Hija de Perra, Susy Shock, Claudia Rodríguez o Malú Urriola, todas convocadas en esta bitácora como acto de resistencia, o como dice la autora, desde la brujería, porque “La escritura tiene la magia de la brujería, pero en la lectura eres tú la bruja que lee”.
Bitácora Trans no es solo un libro; es un dispositivo de memoria y comunidad. Frente al borrado histórico de las vidas trans, Margaritas inscribe una contra-historia hecha de imágenes, cuerpos, canciones y nombres propios. Frente a discursos reaccionarios, su escritura se vuelve rebelde y subversiva, para que, como nos dice la autora, “No dejemos que nadie apague esa luz tan hermosa que nos envuelve”.