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Lo peor no es Kast, ni Parisi, ni Kaiser, ni Mathei
Foto: Agencia Uno

Lo peor no es Kast, ni Parisi, ni Kaiser, ni Mathei

Por: Adolfo Estrella | 17.10.2025
Lo peor es no asumir lo que se nos viene encima. Lo peor es la sordera y ceguera frente a las evidencias del devenir triste de la historia, aquí y en todas partes. Lo peor, como en otras épocas trágicas, es el silencio de los corderos camino a la barbarie de los mataderos. “Cuando el fascismo regrese, lo hará en nombre de la libertad”, advertía Thomas Mann.

Lo peor no es esta extrema derecha fascistoide, revanchista, blanqueada y disfrazada de derecha democrática. Lo peor no es su autoritarismo, su bravuconería, su crueldad, sus negacionismos, su irracionalidad y su primitivismo ideológico. Lo peor no es lo que ahora son, sino lo que nunca han dejado de ser.

Lo peor no son estos demagogos fundamentalistas y chauvinistas, dispuestos a la vez a capitalizar y a estimular las sinrazones y las pasiones tristes de la tribu.

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Lo peor no son estos personajes intolerantes y todo su séquito, poco ilustrados, xenófobos, bufonescos y manipuladores. Lo peor no son estos bukelitos charlatanes, sin ideas propias, meros repetidores de consignas y mentiras crueles diseñadas por intolerantes en otras partes del mundo.

Lo peor son sus adherentes, la masa insatisfecha, insolidaria y agresiva, dispuesta a aceptar la legitimación de los crímenes de la dictadura pinochetista, los estados de excepción, los “daños colaterales”, la pena de muerte, el uso de armas, la deportación masiva de inmigrantes, las zanjas y minas antitanques en la frontera norte o cualquiera de los delirios del populismo punitivo que ofrecen sus candidatos.

Lo peor es la mentalidad de horda que se ha incrustado en los cerebros y almas de tantos, siempre dispuestos a vaciar sus resentimientos contra los más débiles, contra los últimos en llegar al reparto de las migajas del sistema. Lo peor es la consolidación de la podredumbre humana en las cloacas llamadas "redes sociales".

Lo peor es la miseria moral de una parte importante de la ciudadanía dispuesta a creer y defender promesas de seguridad de demagogos vulgares, a cambio de limitar la libertad colectiva. Lo peor es la voluntad de rebaño, el escándalo de la sumisión.

"Cuando los hombres se hacen masa, los demagogos los hornean", escribía el dibujante español Andrés Rábago, alias El Roto. Lo peor es esta confluencia perfecta entre los deseos de obediencia de muchos y los deseos de dominación de pocos.

Lo peor es la falsa rebeldía de pequeños caudillos de opereta y sus seguidores, que jamás cuestionan de verdad las estructuras de poder y las desigualdades que las acompañan. Lo peor es la proliferación de matones digitales, incultos, obscenos y desembozados, que se muestran obedientes con los de arriba y capataces crueles con los de abajo.

Lo peor es la política del cálculo mezquino de todos, la política sin moral ni proyecto colectivo. Lo peor es la aceptación de la política banal, superficial, circense, insípida y, por lo tanto, inútil, pero que, sin embargo, es la condición y el estímulo para que crezca la mala hierba fascista.

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Lo peor es la alianza perversa entre políticos de toda índole, con contadas excepciones, y unos medios de comunicación voraces e inmorales, siempre ávidos de eventos y noticias que apelan a las emociones egoístas y a los resentimientos hostiles. Lo peor es el basurero en el que han convertido a la opinión pública y la deliberación democrática.

Lo peor es la tolerancia frente a los intolerantes. Lo peor es aceptar y validar que digan lo que dicen saliendo en la foto con ellos, porque lo importante es la foto y no la ética, argumentando que se debe "respetar todas las ideas", incluyendo las que quienes, antes y ahora, participan o apoyan proyectos de exterminio.

Lo peor es tolerarlos. Lo peor es el diálogo con intolerantes que no creen en el diálogo.

Lo peor es este supuesto progresismo, despechado y desleal, que aquí o desde París recoge los argumentos de las derechas y agrega más confusión y negruras al ambiente social y político. Lo peor son los mercaderes del miedo de todo signo.

Lo peor es la “pléyade” de conversos y conversas, quintacolumnistas y traidores que insisten en blanquear a esta derecha en vías de insurrección reaccionaria. Lo peor son los amarillos, los amarillentos, lo violáceos… es decir, los manchados con todos los colores de la putrefacción ideológica.

Lo peor es afirmar, como lo hacen Óscar Guillermo Garretón o Ximena Rincón, conversos de pro, que la "derecha democrática" es la que representa la militante de un partido pinochetista, jamás cuestionada por su ADN biológico e ideológico ligado a la dictadura.

Lo peor es la derrota de la razón, de la ética y la decencia.

Lo peor es no asumir lo que se nos viene encima. Lo peor es la sordera y ceguera frente a las evidencias del devenir triste de la historia, aquí y en todas partes. Lo peor, como en otras épocas trágicas, es el silencio de los corderos camino a la barbarie de los mataderos. “Cuando el fascismo regrese, lo hará en nombre de la libertad”, advertía Thomas Mann.

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