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Uso del sistema de salud por parte de la población migrante: Una mirada desde los GRD
Foto: Agencia Uno

Uso del sistema de salud por parte de la población migrante: Una mirada desde los GRD

Por: Jessica Cárdenas y Didier de Saint Pierre | 30.09.2025
El acceso a la salud es un derecho universal en Chile, y comprender el perfil de los usuarios migrantes no solo ayuda a derribar mitos, sino también a diseñar respuestas más efectivas y equitativas. En tiempos donde la migración se cruza con el debate social y político, los datos ofrecen una mirada distinta: lejos de saturar el sistema, los migrantes lo utilizan en menor medida que los nacionales, y en áreas específicas que reflejan su perfil etario y vital.

Los Grupos Relacionados por el Diagnóstico (GRD) son un sistema de clasificación de pacientes ampliamente utilizados en el mundo, que permite relacionar los distintos tipos de pacientes tratados en un hospital (es decir, su casuística), con el costo que representa su asistencia. En Chile se utilizan desde 2010 tanto para gestión clínica como para financiamiento hospitalario, ya que permiten medir la complejidad de cada egreso y pagar en función de esa complejidad.

Su implementación ha generado gran cantidad de información muy útil y poco explotada. En esta columna analizamos el uso del sistema de salud por parte de la población migrante a partir de los indicadores GRD que publica Fonasa en su sitio de datos abiertos, con el propósito de ilustrar cómo la información disponible puede ayudar en el diseño de políticas públicas específicas para diversos grupos poblacionales.

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En el debate público sobre migración y sistema de salud chileno, una idea suele repetirse: que la llegada de extranjeros estaría colapsando los hospitales. Sin embargo, los números relacionados con atenciones hospitalarias cuentan una historia distinta. A fines de 2024, había 1.918.583 personas extranjeras residiendo en el país -casi el 10% de la población nacional de acuerdo con datos del Servicio Nacional de Migraciones y el Instituto Nacional de Estadísticas-, pero solo representaron el 6% de los egresos hospitalarios, de acuerdo a la información publicada por Fonasa.

Este dato es revelador: no solo contradice la percepción de saturación atribuida a los migrantes, sino que sugiere que, en general, se trata de una población más sana que la chilena. El promedio de edad de los migrantes es de 33,5 años, unos cinco menos que los nacidos en Chile, lo que puede explicar el menor uso de atenciones hospitalarias.

Partos y salud reproductiva, protagonistas

Casi la mitad de las hospitalizaciones de personas migrantes se concentran en dos categorías: partos (31,2%) y sistema reproductor femenino (17,5%). En contraste, la población chilena muestra un patrón mucho más disperso, con mayores tasas de hospitalización por afecciones musculoesqueléticas, digestivas, respiratorias y circulatorias, reflejo de una población más envejecida.

En términos de diagnósticos específicos, en la población migrante destacan las complicaciones relacionadas con partos, rupturas prematuras de membranas y diabetes gestacional. En cambio, entre los chilenos predominan patologías como apendicitis, cálculos biliares, insuficiencia cardiaca, quimioterapia por cáncer y diabetes tipo 2. Es decir, enfermedades crónicas y oncológicas propias de edades más avanzadas.

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Jóvenes y sanos, pero igualmente usuarios del sistema

El análisis por rangos de edad refuerza la idea: más del 70% de los egresos hospitalarios de migrantes corresponde a personas entre 15 y 45 años. En la población chilena, en cambio, el grupo que más consume atenciones hospitalarias es el de mayores de 60 años (36,4% de las hospitalizaciones). Este contraste etario no solo explica la diferencia en diagnósticos, sino también por qué el impacto de los migrantes en la demanda hospitalaria no es proporcional a su peso demográfico.

Zonas y hospitales con mayor atención

El mapa de la atención hospitalaria también muestra diferencias geográficas. Los hospitales con mayor proporción de pacientes migrantes están en el norte -Iquique, Calama, Antofagasta y Arica- y en la Región Metropolitana. En recintos como el Hospital San Borja Arriarán, el Hospital de Urgencia Asistencia Pública (Posta Central) y el Hospital San José, más del 20% de los egresos corresponde a extranjeros.

Un desafío para las políticas públicas

Lejos de ser una amenaza, la presencia de población migrante en el sistema de salud plantea desafíos y oportunidades. Por un lado, obliga a adaptar servicios a una población joven, en edad reproductiva, con demandas específicas en salud materna e infantil. Por otro, muestra la utilidad de herramientas como los GRD para caracterizar de manera objetiva la realidad hospitalaria y orientar políticas basadas en evidencia.

El acceso a la salud es un derecho universal en Chile, y comprender el perfil de los usuarios migrantes no solo ayuda a derribar mitos, sino también a diseñar respuestas más efectivas y equitativas. En tiempos donde la migración se cruza con el debate social y político, los datos ofrecen una mirada distinta: lejos de saturar el sistema, los migrantes lo utilizan en menor medida que los nacionales, y en áreas específicas que reflejan su perfil etario y vital.

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