
Cultura accesible: El desafío pendiente
Chile se caracteriza por ser un país con una cultura totalmente diversa, sin embargo, en la actualidad hay un grupo significativo de personas, específicamente las personas con discapacidad visual, las cuales no pueden acceder a ese tipo de espacios debido a que el entorno no se encuentra en las condiciones óptimas para que puedan disfrutar de la cultura.
De acuerdo con el Artículo 27 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas expresa que "Toda persona tiene derecho a tomar parte libremente en la vida cultural de la comunidad, a gozar de las artes y a participar en el progreso científico y en los beneficios que de él resulten". Este discurso en el papel resulta perfecto, pero, en la práctica no lo es.
La accesibilidad universal es la condición que deben cumplir los entornos, productos y servicios para que todas las personas puedan utilizarlos de forma cómoda, autónoma y segura, sin necesidad de adaptaciones. Implica un diseño inclusivo que beneficia no solo a las personas con discapacidad, sino también a personas mayores, temporalmente con movilidad reducida, o cualquier otro individuo, garantizando la igualdad de oportunidades y participación en la sociedad.
Según datos del último Censo, más de 1,9 millones de personas de 5 años o más en Chile tienen alguna discapacidad, lo que equivales al 11,1% de la población de ese grupo etario.
Hablamos de un universo amplio de ciudadanos que, al no contar con condiciones adecuadas en los espacios culturales, quedan marginados de uno de los aspectos más valiosos de la vida en comunidad: la posibilidad de compartir, aprender y disfrutar de la cultura.
Esta área del desarrollo del ser humano cumple un rol esencial en la construcción de ciudadanía, identidad y cohesión social. No obstante, cuando existen barreras que impiden el acceso de un sector de la población, no solo se limita el desarrollo individual, sino también el colectivo. Un espacio cultural que no contempla la diversidad es, en la práctica, un espacio incompleto.
Conscientes de esta realidad, desde la Biblioteca Central para Ciegos impulsamos el Sello Naranja, un distintivo que reconoce a los espacios culturales comprometidos con la accesibilidad para personas ciegas o con baja visión. Esta iniciativa busca garantizar la accesibilidad de espacios culturales. A través de una biblioteca digital con más de 600 audiolibros, grabaciones en sala de estudio y la posibilidad de imprimir material corporativo en Braille.
Cuando se diseñan entornos inclusivos, toda la sociedad se beneficia. Una audioguía pensada para una persona ciega también puede enriquecer la experiencia de alguien que prefiere escuchar; una rampa, diseñada para una persona en silla de ruedas, también ayuda a un adulto mayor o a un padre con coche. La accesibilidad amplía posibilidades, derriba barreras y multiplica oportunidades.
Aunque Chile cuenta con la Ley N.º 20.422, que establece normas sobre igualdad de oportunidades e inclusión social de personas con discapacidad, el desafío sigue siendo trasladar esas disposiciones legales a cambios reales y palpables en los espacios culturales. La inclusión cultural no puede seguir siendo un anhelo: debe convertirse en una práctica cotidiana y sostenida.
Promover la cultura accesible es apostar por una sociedad más justa, empática y democrática. Significa reconocer que la diversidad nos enriquece y que el acceso universal a la cultura fortalece nuestra identidad como país. Iniciativas como el Sello Naranja son un paso concreto en ese camino, pero requieren del compromiso activo de todos para que la inclusión cultural deje de ser un desafío pendiente y se transforme, de una vez por todas, en una realidad compartida.