
El Estado laico y la derecha chilena
Un Estado que se define laico, como el chileno, debería permitir que las personas tengan libertad de decidir sobre su propio cuerpo.
Pero en Chile no existe libertad de elección. Frente a un embarazo no deseado, una mujer no puede optar por el aborto. No importa cuáles sean sus creencias, se imponen las religiosas. No existe un tiempo determinado en que se le permita un aborto seguro, sin riesgo para su salud.
Tampoco se acepta que una persona que no podrá seguir viviendo, debido a una enfermedad terminal, tenga derecho a decidir sobre su propia muerte. No se otorga la posibilidad de eutanasia.
En la actual discusión sobre estos temas, que abordan aspectos íntimos del ser humano, los candidatos presidenciales de derecha niegan la libertad. En la práctica, su gran bandera de lucha, la libertad del individuo frente al Estado, se restringe al plano económico o bien a asegurar que existan colegios religiosos.
Lo inaceptable es que, al mismo tiempo en que se oponen al aborto y a la eutanasia -argumentando que defienden la vida del que está por nacer y que le dan tanto valor a la vida que por eso rechazan la eutanasia- estos dirigentes justifican, aún hoy, los crímenes de lesa humanidad ocurridos durante la dictadura.
Cuando Evelyn Matthei dice que “durante el 73 y 74 las muertes eran inevitables” está justificando el asesinato de mujeres embarazadas, que forman parte de miles de personas que fueron detenidas, torturadas y desaparecidas, en esos años.
José Antonio Kast se atreve a decir que Miguel Krassnoff “es una buena persona y los jueces probablemente se equivocaron”, avalando a quien fue condenado a más de mil años de cárcel por las mayores violaciones a los Derechos Humanos
Johannes Kaiser no tiene problemas en decir que apoyaría un nuevo “pronunciamiento militar” “Sin duda. Absolutamente. Con todas sus consecuencias”.
Aunque Evelyn Matthei era joven; José Antonio Kast era un niño y Johannes Kaiser no había nacido para el golpe militar, sus recientes declaraciones demuestran que los tres forman parte de los “cómplices pasivos” que mencionó Sebastián Piñera.
De sus dichos, surgen al menos dos preguntas:
¿Cómo se puede estar en contra del aborto y al mismo tiempo ser parte de los “cómplices pasivos” del asesinato de mujeres embarazadas?
Si fueron “cómplices pasivos” de la tortura y del asesinato de miles de personas ¿cómo pueden estar en contra de la eutanasia?
Frente a estos temas, no se debería permitir que -quienes justifican la muerte provocada por el terrorismo de Estado- digan que son defensores de la vida y por esa razón se oponen al aborto y a la eutanasia.
Por otra parte, el aborto y la eutanasia tienen que ser discutidos en el marco de un Estado laico, lo que no puede ser negado como lo hacen, en la práctica, estos dirigentes de derecha.
La tarea, entonces, es promover un verdadero Estado laico, que no impone una manera de ver la realidad sino, por el contrario, que respeta la libertad de elección de las personas, especialmente en aquello que obedece a su intimidad.