
El rodeo vulnera a los derechos de niños, niñas y adolescentes
Estamos en septiembre, mes de fiestas patrias, las cuales son disfrutadas por todo el país, tanto adultos como niños, niñas y adolescentes. La infancia suele crecer rodeada de múltiples tradiciones.
Algunas de ellas nos llenan de alegría: las ramadas, las fondas, la música, los juegos en familia, los bailes y el compartir con la comunidad. Pero también existen prácticas que transmiten un mensaje equivocado y doloroso. Una de ellas es el rodeo, que aún se mantiene como actividad “tradicional” por algunos en el calendario de fiestas patrias.
El rodeo consiste en que dos jinetes, montados sobre caballos de raza chilena, deben arrinconar a un novillo y embestirlo. Aunque sus defensores aseguran que no hay maltrato, basta con observar para darse cuenta de la violencia: se utilizan picanas eléctricas para obligar a los animales a correr, y las embestidas provocan hematomas, contusiones, fracturas e incluso sangrado. Todo en nombre de un espectáculo.
Lo más grave es que este espectáculo no se limita a la participación de adultos. Niños, niñas y adolescentes asisten como público -muchas veces con entradas rebajadas o gratuitas- y, en algunos casos, participan activamente como jinetes en campeonatos escolares de rodeo. Incluso se premia al jinete más joven, como si la crueldad fuese un mérito que debiera celebrarse desde la infancia.
¿De qué sirve enseñar en las escuelas valores de respeto, empatía y convivencia pacífica si al mismo tiempo, en algunos sectores de nuestro país, se normaliza la violencia como entretención? Un niño que ve cómo se golpea a un animal, o que aprende a hacerlo él mismo, recibe un mensaje directo: que el sufrimiento del más débil puede convertirse en espectáculo. Esa enseñanza contradice los valores que decimos querer transmitir como sociedad.
Investigaciones psicológicas han mostrado que exponer a los niños, niñas y adolescentes a escenas de crueldad hacia animales puede generar insensibilización, normalización de la violencia y deterioro de la empatía. Por eso la ONU, a través del Comité de Derechos del Niño, ha recomendado a países como España, Ecuador y Perú prohibir la participación de niños en espectáculos taurinos.
La razón es simple: presenciar o ejecutar violencia contra animales vulnera su derecho a crecer libres de violencia. Además, en línea con lo anterior, la Observación General Nº 26 (2023) del Comité establece que los Estados deben proteger a los niños de toda forma de violencia, incluida la infligida a los animales, reforzando así la obligación de revisar tradiciones que los exponen a la crueldad y de adecuar la normativa interna a los estándares internacionales de derechos de la niñez.
Nuestro país no está lejos de esa realidad. Lo más contradictorio es que, mientras la mayoría de la ciudadanía se aleja del rodeo -según Criteria (2023), un 75% de los chilenos no se siente identificado con esta práctica-, algunos sectores del Congreso promueven proyectos de ley que buscan declararlo “deporte nacional”.
El Chile que soñamos para las próximas generaciones no puede construirse sobre la base de la violencia. Educar a nuestra infancia en el respeto a toda forma de vida es sembrar empatía, valores democráticos y un futuro más justo. El rodeo no enseña identidad ni cultura: enseña que el sufrimiento de otro puede ser espectáculo. Y esa, sin duda, es una lección que ningún niño merece aprender.