"Chile es blanco, nunca tuvimos negros": la mentira que ocultó dos siglos de historia afrodescendiente
En 1541, un hombre nacido en Senegal ayudó a fundar Santiago de Chile. Juan Valiente había llegado como esclavo a México, pero convenció a su amo de dejarlo partir como conquistador con la promesa de comprar su libertad con las ganancias. Pedro de Valdivia lo nombró capitán y le otorgó una encomienda con tierras junto al río Mapocho. Finalmente murió en 1553 en la batalla de Tucapel sin haber conseguido su libertad legal, pero había vivido como encomendero y sus hijos heredaron sus tierras.
No fue el único: Juan Beltrán de Magaña, otro conquistador afrodescendiente, fue uno de los 150 fundadores de Valdivia. Tres siglos después, en las guerras de Independencia, batallones completos de afrodescendientes libres y esclavos —los Infantes de la Patria, los Ingenuos— combatieron en Chacabuco y Maipú.
Es parte de esa historia olvidada por el relato oficial de la nación chilena.
Los censos coloniales y registros parroquiales muestran que negros, mulatos y zambos representaban alrededor del 20% de la población del Chile colonial, llegando al 50% en algunas zonas de Coquimbo.
En el libro "No teníamos negros. Historia y prejuicios en Chile sobre su pasado y presente afrodescendiente" (Crítica, 2025), la historiadora Montserrat Arre Marfull documenta cómo ocurrió esa transformación. La Doctora en Ciencias Humanas y coordinadora del grupo de investigación "Afro-Coquimbo: la historia después del olvido" ha trabajado dos décadas en archivos coloniales.
Un trabajo que da cuenta que la colonia española no buscaba uniformidad. En los registros del siglo XVIII aparecen africanos que llegaron encadenados, sus hijos nacidos en Chile, mulatos que trabajaban como artesanos, zambos que se casaban con indígenas o españoles. Esa diversidad está documentada en cada censo, en cada registro parroquial, en los archivos judiciales donde esclavos demandaban su libertad.
Pero esa realidad contrastaba con el proyecto de nación chilena. "Se buscó consolidar la idea de nación chilena con imagen homogénea", explica Arre en esta conversación con El Desconcierto, donde analiza cómo el Estado chileno construyó sistemáticamente un relato de país blanco que invisibilizó dos siglos de presencia africana.
Del Santiago diverso al Chile homogéneo
-En el prólogo de tu libro describes un Santiago colonial multicolor y diverso, muy distinto a la imagen de Chile que conocemos. ¿Cómo se fue invisibilizando esa diversidad en la historia oficial?
Cuando nos adentramos en la historia colonial vemos una sociedad diversa y variopinta, gracias a las fuentes que existen para ese período. Había una diversidad cultural, de lenguas, de cuerpos y de orígenes que la colonia española no pretendía homogeneizar.
Esta diversidad contrasta con la imagen que se va a crear después del Estado Nacional. La imagen que se va a buscar para consolidar la idea de nación chilena es mucho más homogénea: todos somos iguales ante la ley, nos llamamos todos chilenos, existe una homogeneidad en torno a nuestro color de piel, características físicas y culturales. Eso se propicia primero en términos discursivos, y luego se va haciendo más concreta con las migraciones europeas.
-¿Cómo se pasa de un 20% de población afrodescendiente durante la época colonial al Chile mestizo del siglo XX?
Esto va desapareciendo por diferentes dinámicas. Hay una abolición temprana de la esclavitud en 1823, pero eso no significa que las poblaciones afrodescendientes desaparecieran. La mayor parte era libre, solo un tercio era esclava. Lo que ocurre es que supuestamente dejan de llegar africanos, aunque pensamos que algo siguió después. Las poblaciones negras y mulatas siguieron existiendo, pero empieza un proceso de invisibilización discursiva.
El discurso del Chile blanco
Los manuales escolares de fines del siglo XIX empiezan a contar otra historia. Cuando mencionan a personas negras o mulatas, lo hacen de forma marginal. La idea que se va instalando: esos no son verdaderamente chilenos. Luego viene el siglo XX con su racismo científico, sus teorías sobre la superioridad racial, sus políticas explícitas de blanqueamiento. El Estado impulsa la migración europea para poblar los territorios del sur y del norte.
-¿Cómo se construyó ese discurso de invisibilización?
Aparecen manuales escolares y una historiografía de la segunda mitad del siglo XIX donde estas personas negras, mulatas, zambas, pardas aparecen siempre de manera peyorativa, secundaria. Las ponen porque tienen que ponerlas, pero tratan de bajarle el perfil a esa presencia. Empieza una idea de que esos no son realmente chilenos. Empieza esta extranjerización en los idearios.
Desde 1880 viene un proceso de blanqueamiento concreto con la migración europea que se propicia para los nuevos territorios conquistados: el sur y el Norte Grande. Ya a principios del siglo XX hay una forma de hacer política, ciencia, literatura, todo muy racista. Es la época del racismo científico, donde emergen los fascismos. Los discursos políticos y educativos dicen "Chile es blanco, acá no tenemos negros, nunca los tuvimos, y los poquitos que llegaron se murieron". El discurso más fuerte antinegro es a principios del siglo XX.
Conquistadores y héroes olvidados
Entre los documentos que Arre revisó están las probanzas de méritos, esos expedientes que los conquistadores presentaban a la Corona para solicitar recompensas. Ahí aparecen Juan Valiente solicitando reconocimiento por haber participado en la fundación de Santiago, Juan Beltrán documentando su presencia en Valdivia. También están los registros militares de la Independencia, donde figuran los nombres de los soldados del Batallón Infantes de la Patria, la mayoría artesanos mulatos de Santiago que se enrolaron en las fuerzas patriotas.
-Tu libro rescata personajes como Juan Valiente y Juan Beltrán, conquistadores afrodescendientes que llegaron a ser encomenderos. ¿Cuál fue el aporte que hicieron durante ese proceso?
Juan Valiente y Juan Beltrán participaron de la conquista y fueron encomenderos, lograron el más alto rango que podía acceder una persona del mundo de los conquistadores. Uno era mulato y el otro negro africano. Su condición de afrodescendencia no fue obstáculo para acceder a esa posición.
En la independencia, José Romero "Zambo Peluca" fue un militar importante. Pero más allá de los personajes individuales, aparecen los colectivos: los Infantes de la Patria, los Ingenuos, batallones que lucharon en la independencia compuestos por afrodescendientes libres o esclavos. A los esclavos se les prometía la libertad.
Las tres historias regionales de la afrodescendencia chilena
-¿Cómo se diferencia el rol que cumplieron las poblaciones afrodescendientes dependiendo de la región?
Hago una mirada de tres historias. El Norte Grande perteneció al Virreinato del Perú y pasó a Chile a fines del siglo XIX. Tiene una dinámica particular porque la esclavitud se abolió después —en 1854 versus 1823 en Santiago—. Ese desfase es importante, siguieron llegando africanos posteriormente. También tiene una geografía distinta, formas económicas diferentes, plantaciones azucareras.
El Chile Central, entre Copiapó y Concepción, tiene el control santiaguino. Los esclavos llegaban a Santiago, luego a Valparaíso, y se distribuían en el territorio. En algunos sectores de Coquimbo los porcentajes alcanzan hasta 50% de gente denominada negra y mulata.
Y está el sur, de la frontera hacia abajo. Ahí hay temas no profundamente investigados, pero hartos indicios de cimarronaje y contactos afroindígenas, afromapuche importantes. Hay un mestizaje cultural y fenotípico por explorar.
El aporte cultural afrodescendiente
La cueca tiene raíces africanas. También el cachimbo, bailes tradicionales de distintas regiones que durante décadas se atribuyeron solo a influencia española o criolla. Los estudios musicológicos recientes muestran que los ritmos, los movimientos, las formas de bailar en pareja tienen una matriz claramente afrodescendiente.
-¿Cómo estas culturas afrodescendientes terminaron siendo constitutivas de lo que entendemos como cultura chilena?
Estudios del siglo XXI han demostrado que prácticas culturales calificadas como chilenas son principalmente afrodescendientes. Fueron cultivadas por personas de origen africano, tienen ritmos y formas de bailar evidentemente afrodescendientes, mezclados con influencias españolas e indígenas.
Hay elementos de música y danza tradicionales en diferentes regiones con nombres que apelan a conceptos africanos, formas de bailar en pareja con movimientos y rítmicas semejantes. Manifestaciones en diferentes partes de Chile, como el cachimbo.
La comunidad afrodescendiente de Arica
En el año 2000, en Arica, un grupo de familias afrodescendientes creó la ONG Oro Negro. Fue la primera organización en Chile que se propuso recuperar y visibilizar la historia africana del país. Empezaron a reunirse, a conversar con los abuelos del valle de Azapa, a buscar documentos, a revivir bailes que ya no se practicaban. Diecinueve años después, en 2019, consiguieron que el Estado chileno reconociera legalmente al pueblo tribal afrodescendiente.
-¿Cuál ha sido la importancia de la comunidad afrodescendiente de Arica en recuperar esta historia?
El proceso inicia propiamente el año 2000 con la creación de la ONG Oro Negro, que lleva a cabo los primeros movimientos para generar una concientización de la afrodescendencia chilena. Fue un largo camino hasta 2019, hasta constituirse legalmente como pueblo reconocido.
Otro logro: el censo de 2023 incluyó la categoría afrodescendiente. Arrojó poco más de 174.000 personas reconocidas como afrodescendientes o afrochilenas. Es importante porque hay una visibilidad demográfica concreta. Si bien es el 1% de la población versus el 15-20% en censos del siglo XVIII-XIX, esa presencia no ha desaparecido. Evidentemente hay muchas otras personas que posiblemente tienen ancestría africana y no la reconocen, porque hay un olvido de esa ancestría.