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Un parlamento para Jara
Foto: Agencia Uno

Un parlamento para Jara

Por: Capitán Cianuro | 26.08.2025
Un Parlamento para Jara no es un Congreso de aplausos, pero sí uno que respalde la gestión, entienda el momento histórico y empuje hacia una sociedad más justa, equitativa y digna. Solo con esa base será posible avanzar en las transformaciones que Chile necesita con urgencia.

Los diputados díscolos son una enfermedad silenciosa pero terminal, capaz de frustrar cualquier intento serio de gobernabilidad. Si Jeannette Jara quiere materializar un proyecto de transformaciones profundas, necesita contar con un Parlamento que respalde su agenda. No basta con ganar una primaria ni con una victoria presidencial: sin una mayoría legislativa disciplinada, todo se reduce a gestos simbólicos.

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Entramos a una contienda presidencial y parlamentaria crucial. Jara arrasó en las primarias de la izquierda, lo que la proyecta con fuerza como la próxima presidenta de Chile. El pacto original establecía que quien venciera recibiría el apoyo de los demás partidos, algo que, en el papel, le confiere liderazgo sobre una coalición diversa, que incluso incluye a la Democracia Cristiana. Sin embargo, no todos parecen comprender la importancia de la unidad. Si no se trabaja con convicción y orden, su gobierno corre el riesgo de naufragar antes de zarpar.

Jaime Mulet, desde un partido diminuto, ha optado por levantar una lista propia, restándose del oficialismo y de la DC. Alegó una “falta de liderazgo” en las colectividades grandes y justificó su decisión con argumentos de cupos y negociaciones mal llevadas. Pero el resultado es claro: se rompe la unidad, se fragmenta el pacto, y se genera competencia entre quienes deberían estar empujando en la misma dirección. Así, en lugar de enfrentar a los adversarios del sector, se peleará internamente, debilitando cualquier opción de mayoría.

Ya lo vimos con el gobierno de Gabriel Boric: parlamentarios electos bajo un proyecto común que luego actuaron como francotiradores políticos. La senadora Rincón, por ejemplo, no solo negó su giro ideológico, sino que activamente trabajó contra el Ejecutivo, votando con la derecha y compartiendo espacios con figuras como Johannes Kaiser.

Sentarse con alguien que ha promovido discursos misóginos, violentos y ofensivos habla más del oportunismo que de una postura política seria. A los que carecen de principios, evidentemente, nada les impide pactar con lo que antes denunciaban.

El senador Matías Walker también jugó en contra del gobierno. Algunos dicen, con humor pero también con razón, que el único Walker rescatable es el de etiqueta negra. A eso se suman casos como Fidel Espinoza, militante sociolisto que se comporta como portavoz de la UDI: sus críticas son más cercanas al cálculo personal que a la construcción de un proyecto colectivo. Su figura no representa disenso legítimo, sino un obstáculo disfrazado de independencia.

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Durante las primarias, escuché a militantes del Partido Socialista decir que votarían según la línea del partido por disciplina. Esa es la lógica que sostiene a una coalición. Quien no la comparta puede competir como independiente. Espinoza no parece entender esa distinción básica. No se trata de eliminar el debate interno, sino de evitar que el desacuerdo se convierta en espectáculo, justo cuando enfrentamos a una derecha conservadora y a una extrema abiertamente antidemocrática.

Para que Jara impulse reformas estructurales, necesita un Congreso leal, que entienda su rol. Un parlamentario no puede aceptar una nominación y luego comportarse como si su escaño fuera un premio divino o una plataforma para proyectar su ego. Debe respeto a sus electores, pero también al proyecto político que dice representar. No se puede gobernar con saboteadores internos que se escudan en sus “convicciones” para torpedear todo avance.

Cansa ver un Congreso poblado por figuras mediocres: desde Cordero y Flores hasta Giles, Kaiser, Barchiesi, el fraude de Lavin jr o Mauricio Ojeda, este último ahora desaforado y procesado por fraude al fisco, luego de construir su carrera atacando la corrupción. Es hora de exigir más seriedad y menos farándula. Hay demasiadas figuras decorativas, demasiado grito vacío y muy poco trabajo legislativo real.

Electores: tengan dignidad. No sigan eligiendo a quienes nunca presentarán una propuesta útil y solo servirán para bloquear cambios urgentes en un país con una desigualdad insultante.

Si Jeannette Jara quiere transformar Chile, necesita un Parlamento competente, con representantes preparados, comprometidos, con visión de país y capacidad argumentativa. No basta con repetir eslóganes o saber leer discursos ajenos. Hace falta coherencia, convicción y voluntad real. Cuando uno observa a ciertos legisladores, la pregunta inevitable es: ¿cómo toleramos tanta precariedad en quienes deciden nuestro destino?

Un Parlamento para Jara no es un Congreso de aplausos, pero sí uno que respalde la gestión, entienda el momento histórico y empuje hacia una sociedad más justa, equitativa y digna. Solo con esa base será posible avanzar en las transformaciones que Chile necesita con urgencia.

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