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Ex-Edificio Diego Portales: La última oportunidad de salvar un sitio de memoria
Foto: Agencia Uno

Ex-Edificio Diego Portales: La última oportunidad de salvar un sitio de memoria

Por: Jorge Olguín Olate | 25.08.2025
Es necesario que el presidente Boric y la respectiva institucionalidad, amparados en la Ley n.°17.288, abran con suma urgencia un expediente técnico que, por su valor arquitectónico y urbano, declare Monumento Nacional todo el actual complejo GAM y, en especial, la Torre Villavicencio, los cuales además, por su valor histórico y político, deberían ser declarados Sitios de Memoria.

El conjunto de edificios que alberga hoy al Centro Cultural Gabriela Mistral (GAM), en plena Alameda, ha sido testigo privilegiado de la historia política y social de Chile durante más de cincuenta años.

En ese conjunto destaca una de las construcciones más emblemáticas: la Torre Villavicencio, testigo silencioso de la legitimación de la violencia directa, estructural y cultural bajo la última dictadura civil-militar encabezada por Augusto Pinochet.

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Actualmente su existencia está en riesgo. Primeramente, porque desde 2018 la torre se encuentra inhabitable debido a serios problemas estructurales, pero también, porque desde el retorno a la democracia ningún gobierno la ha protegido declarándola Monumento Nacional ni menos Sitio de Memoria.

Lo anterior es especialmente relevante, puesto que podríamos estar viviendo los últimos meses del ciclo democrático inaugurado por Aylwin en 1990 y que concluiría con el fin de la presidencia de Boric en marzo del próximo año. Con una derecha unificada detrás de un solo candidato, las encuestas más recientes muestran al candidato de la extrema derecha, José Antonio Kast, como ganador en una eventual segunda vuelta presidencial.

Lo grave del asunto es que ese sector político no solo niega hasta el día de hoy las gravísimas violaciones a los Derechos Humanos cometidas bajo la última dictadura, sino que además exhibe una falsa memoria de lo acontecido en esa materia bajo aquel oscuro período.

Hagamos un poco de historia

El complejo de edificios donde está ubicada la Torre Villavicencio se construyó en tiempo récord de 275 días bajo el gobierno de la Unidad Popular. Fue inaugurado por el presidente Salvador Allende el 3 de abril de 1972 como parte de la Tercera Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD).

Tras la conferencia, la serie de edificios se transformó en el Centro Cultural Metropolitano Gabriela Mistral, dependiente del Ministerio de Educación.

El 11 de septiembre de 1973 su historia tuvo un giro inesperado. Tras la destrucción del Palacio de la Moneda y el cierre del Congreso Nacional por las fuerzas golpistas, mediante el Decreto Ley n.°190, el complejo de edificios fue reutilizado como sede de los poderes Ejecutivo y Legislativo, y rebautizado bajo el nombre de “Diego Portales”, figura simbólica que, por su autoritarismo, representaba el orden y la autoridad que buscaba construir la naciente dictadura.

Tras la remodelación del Palacio de la Moneda, y como parte simbólica de la formalización constitucional de la dictadura -tras la entrada en vigencia de la Constitución de 1980, aprobada fraudulentamente en septiembre de ese mismo año-, en marzo de 1981, Pinochet, como jefe del poder Ejecutivo, trasladó sus oficinas al restaurado Palacio de la Moneda.

De esa manera, hasta el 10 de marzo de 1990, el complejo quedó como sede principal del poder legislativo, en manos de los representantes de las tres ramas de las Fuerzas Armadas y de Carabineros.

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El 11 de marzo de 1990, con el retorno del Congreso Nacional democrático, el complejo mantuvo las oficinas del Ministerio de Defensa, que continuó utilizando hasta el año 2017. Durante ese período, en 2006, para ser más específico, un grave incendio destruyó la parte frontal del complejo, donde se encontraban espacios significativos como el gran salón plenario.

Desde 2010 y hasta el presente, la parte destruida fue remodelada y rebautizada como un gran centro cultural, retomando de manera simbólica el nombre de Gabriela Mistral.

La Torre Villavicencio, en cambio, fue clausurada por el Ministerio de Bienes Nacionales por el riesgo estructural que representa, y aunque se realizaron consultas públicas sobre la posibilidad de transformarla en un “Edificio de la Ciudadanía”, destinado a cobijar a diversos organismos sociales, ningún gobierno ha tomado una firme decisión al respecto.

Si bien en 2023, el actual gobierno creó una mesa técnica tripartita para proponer alternativas sobre el futuro de la torre, hasta el momento no se conocen anuncios públicos al respecto.

Violaciones a los DD.HH.

Según los antecedentes públicos disponibles, no constan hasta la fecha registros oficiales que acrediten violaciones directas a los DD.HH. cometidas al interior del excomplejo “Diego Portales”, pero el hecho de que allí se concentraran las sedes centrales del poder civil-militar de la dictadura permite afirmar que, mediante la promulgación de decretos leyes, supremos o ministeriales -relacionados con la expulsión o la negación de la nacionalidad-, se diseñaron las políticas públicas normativas de la violencia de Estado de la dictadura.

Esa violencia no solo afectó de manera directa a miles de ciudadanos, sino que también permitió legalizar los protocolos jurídicos de las violencias estructurales y culturales que legitimaban el terrorismo de Estado ejercido por civiles y militares para imponer, mediante la fuerza, el modelo económico neoliberal.

En síntesis, a seis meses de un probable cierre del ciclo de gobiernos progresistas con sensibilidad en materia de DD.HH., es necesario que el presidente Boric y la respectiva institucionalidad, amparados en la Ley n.°17.288, abran con suma urgencia un expediente técnico que, por su valor arquitectónico y urbano, declare Monumento Nacional todo el actual complejo GAM y, en especial, la Torre Villavicencio, los cuales además, por su valor histórico y político, deberían ser declarados Sitios de Memoria.

Si no lo hacemos ahora, mañana será demasiado tarde. Las huestes de la extrema derecha están al acecho y podrían perpetuar el abandono de un espacio público que está llamado a ser un faro de memoria como aula cívica abierta, no solo para todos nosotros sino especialmente para que las nuevas generaciones comprendan que jamás debe normalizarse el terrorismo de Estado como forma de ejercer el poder.

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