
No es el viento: Patricia Politzer y Gabriel Zaliasnik siguen guardando silencio
Patricia Politzer, junto a Gabriel Zaliasnik, publicaron hace unos días una columna de opinión titulada “No podemos guardar silencio”. Dado el título, uno esperaría que, siguiendo el ejemplo de un creciente número de judíos, israelíes o no, fuera un reconocimiento de la barbarie genocida del Estado de Israel. Una minoría de judíos valientes han dicho “no en nuestro nombre”, distanciándose tanto del Estado como del gobierno israelí y su nueva y vieja conducta genocida. Este no es el caso.
Junto a su aparente equilibrio y zozobra ética, en el texto de Politzer y Zaliasnik está otro texto que defiende al Estado de Israel y valida su proyecto de expansión y exterminio. Comienzan respaldando “la legítima defensa del Estado de Israel frente a quienes buscan su destrucción”.
Ese es el punto de partida axiomático de toda su narración: el victimario es presentado como víctima y, bajo una aparente solidaridad con el sufrimiento del pueblo palestino en Gaza y Cisjordania, reivindican el proyecto sionista recurriendo a la vieja estrategia de definir una simetría o equivalencia entre el Estado de Israel, con su máquina de guerra y propaganda, y el pueblo palestino.
Esto les permite situarse en una posición aparentemente moderada y ecuánime. Posición clásica del “sionismo progresista”, que defendiendo al Estado de Israel, aboga por la paz y la construcción de “dos Estados para dos pueblos”, fantasía buenista que olvida que nunca los gobiernos israelíes han permitido que ese proyecto se realice, y que el proyecto del “Gran Israel”, actualmente dominante en los partidos del Knéset y en la propia población de Israel, no lo contempla.
Porque no hay simetría ni equivalencia. Israel es un Estado colonial inventado en el siglo XIX por judíos europeos, mayoritariamente asquenazíes, superpuesto a una nación, Palestina, que le precede cultural y territorialmente. Israel no nace del Holocausto perpetrado por los nazis, y ese drama no es su justificación ni su explicación histórica. Proviene de un diseño político anterior. El ejército de Israel es un ejército de ocupación que, como escribió el historiador israelí IIan Pappé, ha convertido a Gaza en la mayor cárcel del mundo. Sus palabras se han quedado cortas: ahora es el mayor campo de exterminio conocido en el mundo.
Dicen Politzer y Zaliansnik que no pueden “guardar silencio ante la tragedia iniciada el siete de octubre”. ¿Todavía es posible que los llamados “sionistas progresistas” repitan las monsergas y mentiras de la narrativa oficial israelí que ha inventado esta fecha como punto de inflexión para borrar décadas de ocupación, encarcelamientos masivos, colonización fanática, muros, apartheid y sufrimiento indecible de la población civil?
¿Todavía es posible que estos mismos nieguen o relativicen el genocidio como hacen otros aquí en Chile, entre ellos Gabriel Silver, Ricardo Brodsky y Jaime Quintana? ¿Todavía es posible que llamen genocidio en su texto a los ataques de Hamás y no a lo que sucede desde hace décadas en Gaza y en todos los territorios ocupados?
¿Todavía es posible que no acepten, por ejemplo, las rotundas declaraciones de Agnes Callamard, secretaria general de Amnistía Internacional, quien hace un año decía que “nuestro informe demuestra que Israel ha llevado a cabo actos prohibidos por la Convención sobre el Genocidio, con la intención específica de destruir a la población palestina de Gaza”, y agregaba que “nuestras conclusiones deben servir de llamada de atención a la comunidad internacional: lo que está ocurriendo es genocidio. Hay que ponerle fin ya”.
En junio de 2025, la Asamblea General de la ONU adoptó una resolución que exige un alto el fuego inmediato e incondicional en Gaza, la liberación de todos los rehenes, la entrega irrestricta de ayuda humanitaria y la rendición de cuentas por parte de Israel.
Esta resolución también condenó el “uso del hambre como método de guerra” y el bloqueo de ayuda humanitaria a Gaza. Además, la Asamblea General exhorta a Israel, como potencia ocupante, a facilitar el acceso de ayuda básica y a respetar plenamente los principios humanitarios internacionales. ¿Qué piensan los autores de la columna acerca de esto? ¿Es una confabulación iraní?
El periodista israelí Ari Volvich, actualmente residente en México, afirma: “yo personalmente le llamo genocidio con todas sus letras. Me queda claro que es una catástrofe humanitaria a gran escala”. Y añade que “a mucha gente, judía sobre todo, no entiende el genocidio de otra forma que no sea en campos de exterminio nazis, que no involucren hornos ni indumentarias que ya hemos visto tanto. Pero esto es exterminio sistemático del pueblo palestino. Y es una limpieza étnica que se ha venido trabajando desde la Nakba de 1948”.
Este mismo periodista relataba que en 2006 “estábamos en mi pueblo natal, en un asado en casa de mi tía, todos sentados. Mi pueblo, Ashdod, está a 30 kilómetros de Gaza, así que se siente algo de las olas expansivas de los bombardeos. Yo estaba escuchando esto y le decía a mi tía: ‘Oye, ¿no escuchas lo que está sucediendo?’ Me dice: ‘¿De qué hablas? Si eso es el viento’. Esto es muy representativo de gran parte de la población israelí”.
Politzer y Zaliansnik siguen guardando silencio, y esto sigue no siendo el viento.