
Presidencia con rostro de mujer: Por un Chile que no deja a nadie atrás
Chile ha cambiado. Lo ha hecho empujado por la fuerza de su gente, y en particular, por la lucha persistente de las mujeres. En los últimos tres años, nuestro país ha avanzado de forma concreta hacia un modelo de desarrollo más justo, cuidador y feminista.
La implementación del Sistema Nacional de Cuidados, la aprobación de la reforma previsional, la histórica ley de 40 horas, el aumento del salario mínimo a más de $510.000 y la recuperación de más de 1 billón de pesos en pensiones alimenticias son ejemplos claros de una agenda que ha puesto la vida digna en el centro.
Este camino no ha sido fácil. Se ha recorrido sin mayoría parlamentaria, enfrentando los constantes bloqueos de una derecha reaccionaria y ultraconservadora. Sin embargo, el Gobierno ha cumplido: más de 200 mil viviendas construidas, Copago Cero en salud pública, nueva Ley de Royalty Minero, y la creación del Ministerio de Seguridad dan cuenta de un país que avanza, que se ordena y que hoy está mejor que como lo recibimos.
En este escenario, es legítimo y necesario preguntarse: ¿Está Chile preparado para tener una nueva presidenta? La respuesta es sí, y no solo por razones simbólicas. Está preparado porque necesita dar continuidad a un proyecto político que ha sido capaz de concretar derechos y responder a demandas históricas con una mirada social, feminista y transformadora.
La candidatura presidencial de Jeannette Jara representa justamente eso: la posibilidad real de profundizar estos avances desde un liderazgo con experiencia, convicción y vocación de justicia. Su trayectoria, marcada por su rol como ministra del Trabajo y su impulso a reformas estructurales en favor de las mujeres y las familias trabajadoras, demuestra que no se trata solo de llegar, sino de saber cómo y para qué gobernar.
No basta con decir que se apoya a las mujeres. Hoy es tiempo de que el país confíe su conducción a una mujer que ha demostrado tener la capacidad de construir mayorías, de dialogar sin transar principios, y de liderar con firmeza y humanidad. Chile merece una presidenta que reconozca el valor del cuidado, que dignifique el trabajo, y que no mire hacia otro lado ante las desigualdades de género y clase.
Las cifras lo respaldan: más de 144.000 cuidadoras reconocidas por el sistema público, una reducción histórica de la pobreza a un 6,5%, y un nuevo modelo de seguridad social que se implementa con enfoque de género.
Pero más allá de los datos, lo que está en juego es un proyecto de país, uno que no deja a nadie atrás, que redistribuye poder y riqueza, y que pone la vida, la dignidad y los derechos humanos en el centro.
Por eso, este no es solo un momento político. Es una oportunidad histórica. Una presidenta con mirada feminista no es una excepción ni una rareza: es la consecuencia lógica de un país que avanza y de una ciudadanía que exige más justicia, más cuidado, más democracia.
El Chile que las mujeres merecemos no es una promesa: es una tarea en marcha. Y su continuidad está en nuestras manos.