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El plan de Kast para gobernar solo con los suyos
Foto: Agencia Uno

El plan de Kast para gobernar solo con los suyos

Por: Marco Velarde | 13.08.2025
Defender la democracia no significa defender el Congreso tal como está hoy. Necesitamos un Congreso que funcione, que apueste por el bienestar y la seguridad del país, que sea capaz de tomar decisiones a tiempo y con mirada de Estado. Ese es el camino para fortalecer la democracia.

Hay propuestas que no buscan gobernar mejor, sino gobernar solos.

En Chile, la desconfianza hacia el Congreso no es casual: es el resultado de años de lentitud, peleas internas y distancia con las urgencias sociales. El Congreso actual está paralizado, llegando tarde a resolver las urgencias de la ciudadanía.

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Pero cuando un líder político, como José Antonio Kast, propone gobernar por decreto y restar relevancia al Parlamento, no está buscando corregir esos problemas: está buscando vaciar la democracia de uno de sus pilares.

No quiere gobernar con la gente ni con las mayorías. No quiere que lleguemos a acuerdos; quiere todo lo contrario: proteger a una élite. Kast es un autoritario sin autoridad y no ofrece gobernabilidad real.

Criticar al Congreso no es lo mismo que renunciar a la democracia. Un Parlamento puede reformarse, modernizarse, acercarse a la ciudadanía; pero un Parlamento debilitado o irrelevante abre la puerta a que las decisiones se concentren en un solo poder, en un solo proyecto, en un solo hombre.

Y cuando ese poder queda en manos de unos pocos, de una élite privilegiada que siente nostalgia por los tiempos en que controlaba todo, la democracia deja de servir al país y empieza a servir a sus intereses. La historia chilena es clara: una vez que se destruyen los contrapesos, el poder no se devuelve voluntariamente.

Gobernar por decreto no es un mecanismo neutro. Significa decidir sin debate, sin representación plural y sin la obligación de construir mayorías. En la dictadura, ese poder concentrado permitió imponer políticas que nunca habrían pasado por un Congreso democrático: las AFP y las Isapres.

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No se trató solo de represión política; se trató de rediseñar el país para favorecer a una minoría privilegiada, dejando a la mayoría con derechos debilitados y sin herramientas para defenderlos.

Por eso, no es ingenuo ni inocente que Kast proponga reducir la relevancia del Congreso. Sabe que el desprestigio actual facilita que la ciudadanía vea su idea como un mal menor, cuando en realidad es un cambio profundo en las reglas del juego. No se trata de ganar tiempo frente a un Parlamento lento; se trata de gobernar solo con sus ideas y para los suyos, sin las incomodidades del disenso democrático.

Defender la democracia no significa defender el Congreso tal como está hoy. Necesitamos un Congreso que funcione, que apueste por el bienestar y la seguridad del país, que sea capaz de tomar decisiones a tiempo y con mirada de Estado. Ese es el camino para fortalecer la democracia.

Lo otro -entregar el poder a un liderazgo autoritario- es repetir una película de horror ya conocida: la que promete seguridad a costa del bienestar de la población, restringiendo derechos y libertades hasta que ya no quede nada que proteger.

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