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Del Plan Camelot al Big Data, la huella indeleble del intervencionismo de Estados Unidos
flickr.com/stgonostalgico // Luis Ladron de Guevara, 1965

Del Plan Camelot al Big Data, la huella indeleble del intervencionismo de Estados Unidos

Por: Fernando de la Cuadra | 06.08.2025
El libro de Tótoro nos ayuda a recordar que a pesar de que el Plan Camelot fue oficialmente clausurado por el gobierno de Estados Unidos, desde su fracasado intento de aplicación en Chile, varios otros esfuerzos y programas de intervención y control social vienen siendo implementados desde esos años. Ello forma parte de una estrategia consolidada e irrenunciable de Estados Unidos para mantener su hegemonía sobre el resto de las naciones del planeta, en especial de aquellas que ellos consideran su “área de influencia”.

La novela Camelot (Ceibo ediciones) del periodista y escritor Dauno Tótoro Taulis, que fue publicada recientemente, nos recuerda con una mezcla de brillante ficción y periodismo de investigación los laberintos de la implementación del Plan Camelot en Chile.

Por sus páginas desfilan un sinnúmero de personalidades de la política mundial y nacional -algunos todavía vivos- estrategas en geopolítica, intelectuales, científicos, sociólogos, periodistas y personas que de una u otra manera se encontraron vinculados con los desdoblamientos de este proyecto -uno más- del intervencionismo estadounidense en los países de América Latina, pero también del resto de los países del llamado Tercer Mundo.

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El Plan Camelot consistió en un proyecto secreto diseñado a comienzos de los años sesenta por el Departamento de Defensa de los Estados Unidos, utilizando como instrumento mascarado de su implementación al Centro de Investigación para el Desarrollo Social (CRESS) entidad vinculada al Ejercito de los Estados Unidos. También participarían en él 33 cientistas sociales provenientes de las principales universidades de ese país, como Harvard, Stanford, Yale, Princeton, UCLA, Cornell, Michigan, Vanderbilt, Washington o Pittsburg.

El Plan Camelot tenía como propósito principal prevenir y evitar la emergencia de situaciones de inminente insurgencia revolucionaria en los países subdesarrollados, pero especialmente destinado para los países de América Latina, utilizando para ello un volumen extraordinario de informaciones que permitieran construir escenarios de eventuales riesgos para la “democracia”, según los parámetros del gobierno de los Estados Unidos.

Para ello se valían del estudio pormenorizado no solo de las estructuras sociales, política y económicas de dichos países, sino que especialmente a un nivel micro pretendía saber lo que pensaban y como podrían ser manipulados los ciudadanos de aquellos países considerados peligrosos para los intereses de la seguridad nacional del Imperio.

El Plan Camelot pretendía lograr este objetivo por medio de la recolección de grandes cantidades de datos sobre diversos países considerados de riesgo potencial, para de esta forma construir modelos predictivos que permitieran evaluar la posibilidad de surgimiento de conflictos sociopolíticos y eventuales levantamientos revolucionarios o guerrillas de izquierda que colocasen el peligro el control ejercido por los Estados Unidos sobre dichos países.

Para ello, se diseñarían estrategias de intervención destinadas a mantener la “estabilidad democrática” de esos países, mediante la elaboración de una herramienta permanente de contrainsurgencia cultural e ideológica en el marco de la Guerra Fría.

Por lo mismo, era un Plan que utilizaba preferentemente las visiones y abordajes metodológicos de las ciencias sociales, combinados con los recursos cibernéticos que ya estaban siendo desarrollados por ingenieros en informática vinculados al Pentágono y al Departamento de Estado, con el apoyo técnico profesional de la empresa IBM.

En la novela, muchos años después de denunciado este Plan en 1965, el periodista chileno Federico Hellström, recibe por parte la exdiputada María Maluenda un par de carpetas que contienen el enmarañado de documentos e informes producidos por la Comisión Especial Investigadora del Congreso creada en ese momento y de la cual ella formaba parte como representante del Partido Comunista.

Esta Comisión llega a la conclusión de que efectivamente el Plan Camelot buscaba contratar una red de investigadores sociales chilenos con la intención de obtener información científica que permitiera “predecir e intervenir ante cualquier posibilidad de un brote insurgente” en la región, a través del análisis de variables sociales, culturales, económicas y políticas.

Después de zambullirse en la ardua tarea de clasificar y desvendar la información proporcionada por la exdiputada Maluenda, Federico llega a la clara conclusión de que la denuncia realizada en su momento por el diario El Siglo y corroborada por muchas personas, -entre los cuales el sociólogo noruego, Johan Galtung-, es literalmente sepultada por la mayoría de los miembros del Congreso Nacional y posteriormente condenada al olvido por parte de los principales medios de comunicación del país, controlados por grupos interesados en ponerle la paletada de cal al escándalo desatado luego que éste caso se hizo público.

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En este oportuno y conveniente olvido participaron también la clase política y los cientistas sociales que pensaban participar de su desarrollo y aplicación en Chile. Es decir, tanto la mayoría de los congresistas como directamente el gobierno de Frei Montalva optaron por sepultar olímpicamente el problema, aceptar las disculpas del gobierno de L. B. Johnson y someterse el argumento de que el mentado “proyecto de investigación” sería definitivamente cancelado aunque, como sabemos actualmente, sus objetivos continuaron vigentes en otros programas similares, pero con distintos nombres.

Como queda constatado en estudios posteriores, Chile fue elegido como el país modelo para realizar los estudios derivados del Plan Camelot, pues se consideraba que reunía todos los requisitos para ello: Chile era percibido como una nación que poseía una sociedad políticamente polarizada, pero institucionalmente estable, ideal para analizar posibles caminos hacia una revolución por venir.

La trama y el relato de la novela es sorprendente, porque transita entre la realidad y la ficción, dejando la sensación de que los personajes que aparecen y que son efectivamente de carne y hueso -John F. Kennedy, Robert McNamara, Rex Hoppper, Hugo Nutini, Daniel Ellsberg, Salvador Allende, María Maluenda, Andrés Aylwin, Ricardo Lagos, Luis Corvalán, Raúl Urzúa, Álvaro Bunster, entre muchos otros- se mezclan con personajes ficticios de enorme credibilidad como Federico Hellström (alter ego de Dauno Tótoro), César Avendaño (el extraordinario CGSP), Pamela Antinao y otros pocos.

Aquello le permite al lector viajar constantemente desde un mundo “inventado” por su narrador hacia la realidad más concreta del Plan Camelot, conocido en su época por el gran bullicio que desató y que hoy podemos recuperar gracias a este escrito que, como dijimos al comienzo, se parece más a una iniciativa del periodismo investigativo construido en forma de ficción.

Esta perspectiva se ve ciertamente reforzada en algunos pasajes de la novela en los cuales se puede apreciar con meridiana claridad que los esfuerzos de control desplegados por los altos funcionarios, agentes de los servicios secretos e intelectuales que, como Paul Lazersfeld, indicaban entre otras cosas que “la aplicación de las matemáticas en la sociología, las comunicaciones y el desarrollo de mensajes prediseñados”, pueden llegar a influir decisivamente en la conducta y el comportamiento social, político y de consumo de los ciudadanos en cualquier parte del mundo. ¿Parece conocido?

En efecto, los recursos que se utilizaron a mediados de los sesenta para prevenir situaciones riesgosas y en definitiva para controlar a las poblaciones mediante mecanismos sofisticados de manipulación cultural y cognitiva, actualmente se realizan a través del procesamiento de billones de datos de todas las personas (Big Data) de manera de poder determinar sus pulsiones más íntimas, sus inclinaciones ideológicas, políticas y culturales, y por esa vía influir en sus decisiones políticas y de consumo.

Lo anterior ha quedado demostrado últimamente en el caso de la influencia ejercida por la empresa Cambridge Analytica en los resultados obtenidos por el Brexit o su influjo en las elecciones que llevaron a figuras como Trump, Bolsonaro o Milei a transformarse en presidentes de sus países.

El libro de Tótoro nos ayuda a recordar que a pesar de que el Plan Camelot fue oficialmente clausurado por el gobierno de Estados Unidos, desde su fracasado intento de aplicación en Chile, varios otros esfuerzos y programas de intervención y control social vienen siendo implementados desde esos años. Ello forma parte de una estrategia consolidada e irrenunciable de Estados Unidos para mantener su hegemonía sobre el resto de las naciones del planeta, en especial de aquellas que ellos consideran su “área de influencia”.

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