Súmate a nuestro canal en: WhatsApp
Volver a creer en la educación pública: El verdadero desafío
Foto: Agencia Uno

Volver a creer en la educación pública: El verdadero desafío

Por: Nadia Garcés Montes | 31.07.2025
La crisis de la educación pública es innegablemente multifactorial. No obstante, la falta de credibilidad se erige como uno de los ejes más preocupantes y con efectos más persistentes a largo plazo. Uno de los aspecto que reafirma esto es la disminución sostenedora de la matrícula en escuelas y liceos.

Cuando hablamos de volver a creer en algo o alguien, nos referimos al proceso de recuperar la confianza, restituir la convicción en aquello perdimos o pusimos en duda en algún momento determinado. La credibilidad y la confianza son pilares fundamentales para cualquier sistema que aspire a la relevancia social, y la educación pública no es la excepción.

[Te puede interesar] Chile Vamos quita apoyo a Evelyn Matthei en su idea de querella contra Republicanos: Le piden evitar vía judicial

Para restituir la confianza en un sistema que ha sufrido múltiples decepciones y daños, especialmente en los sectores más vulnerables, es imperativa una profunda reconstrucción emocional y estructural. Sin esta base, cualquier esfuerzo por mejorar el curriculum, la infraestructura o los métodos de aprendizaje resultará insuficiente para generar resultados verdaderamente significativos a nivel nacional.

Recuperar la fe en la educación pública requiere mucho más que reformular planes y programas de estudio o renovar la infraestructura. Se trata, ante todo, de una reconstrucción emocional y social, especialmente de aquellas comunidades defraudadas por promesas incumplidas. Por ejemplo, en los sectores más vulnerables, donde la escuela representa una esperanza real de movilización social, las experiencias negativas derivadas de condiciones precarias y gestión deficiente han generado un daño acumulado.

Y esta “herida simbólica” solo podrá sanar cuando las políticas públicas se enfoquen en establecer relaciones de confianza entre las familias y los estudiantes. Lamentablemente, la confianza no se impone, se construye. Y para muchas familias, elegir la educación de sus hijos o nietos es una decisión que apuesta al futuro y todos sabemos que cada persona quiere lo mejor para su propio núcleo familiar. Y en eso, la educación pública está lejos de ser la mejor oportunidad.

La crisis de la educación pública es innegablemente multifactorial. No obstante, la falta de credibilidad se erige como uno de los ejes más preocupantes y con efectos más persistentes a largo plazo. Uno de los aspecto que reafirma esto es la disminución sostenedora de la matrícula en escuelas y liceos.

Datos de los últimos años muestran cómo la proporción de estudiantes ha caído progresivamente, especialmente en enseñanza media, siendo una mejor opción alternativas particulares pagadas o subvencionadas. Las razones de esta migración son conocidas: percepción de mejores resultados académicos, presencia de redes de apoyo, infraestructura muy superior y búsqueda de entornos seguros.

[Te puede interesar] Independiente por lista PDG: La fórmula de Pamela Jiles para seguir en el Congreso de la mano de Parisi

Reconocer este problema abiertamente no es sencillo. Desde la esfera política, admitir la profunda desconfianza existente puede percibirse como un gesto de debilidad mediante un discurso pesimista. Sin embargo, evadir la realidad solo perpetúa la crisis y empuja a más familias fuera del sistema.

Y es que no existirá nunca una transformación estructural sin un diagnóstico honesto. Y hablar con honestidad quiere el coraje de admitir que ni siquiera nuestros líderes y quienes trabajan por la educación pública tienen confianza en el sistema que ellos mismos conforman.

Por ello, es importante hacer un llamado a la coherencia y al compromiso. Porque este eslogan de “creer en la educación pública” trasciende a las familias y sus hijos, y también debería ser para quienes entregan este mensaje, diseñan las políticas, administran los recursos y ocupan posiciones de poder en la nueva educación pública en los Servicios Locales de Educación Pública (SLEP) y otros órganos directivos. No basta con discursos bienintencionados o medidas administrativas: se requiere coherencia entre el decir y el hacer. Eso es confianza. Solo así podemos avanzar.

Aquí surge una cuestión incómoda, pero necesaria: ¿cuántos de los altos cargos jerárquicos de la nueva educación pública eligen escuelas públicas para sus propios hijos? ¿Cuántas personas que trabajan en educación pública tienen a sus hijos en el sistema? La respuesta a esta pregunta no solo es un dato cuantitativo, sino también es, ante todo, una expresión de confianza legítima.

Querámoslo o no, admitir que muy pocas personas escogen la educación pública con voluntad propia y convicción es difícil, pero lamentablemente es la realidad. ¿Cómo pedirle a las familias que confíen en la educación pública cuando ni las personas que la dirigen confían en ella?

Quizás hemos perdido mucho tiempo en diseñar estructuras que “mejorarán” la educación desde un punto de vista técnico, y tal vez lo que ha faltado es alejarnos del tecnicismo y acercarnos más a las conversaciones incómodas que profundizan en cuánto creeremos nosotros mismos en la educación pública.

[Te puede interesar] Chile y su guerra imaginaria contra el narco: Mucha bala y cero cuentas bancarias