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El avance de la ultraderecha en RRSS y la precaria resistencia del progresismo
Foto: Agencia Uno (Archivo)

El avance de la ultraderecha en RRSS y la precaria resistencia del progresismo

Por: Daniela Berríos Söhrens | 31.07.2025
Hoy gran parte del progresismo chileno llama a la unidad, pero este llamado no debiera ser solo pancarta o estrategia de campaña para ganar la elección presidencial y tener un buen rendimiento en las parlamentarias. El llamado a la unidad no sirve cuando es vacío, y tampoco sirve si es exclusivo para la militancia y los partidos. Para que la unidad sea real y ganemos la batalla cultural es fundamental la valoración del activismo digital.

El avance de las ideas de ultraderecha durante años posteriores a la pandemia es un fenómeno que debería preocupar a quienes defendemos ideales democráticos, de justicia social y de tolerancia a la diversidad.

Si bien el avance de la derecha en internet comenzó antes del Covid-19, fue durante el encierro cuando el crecimiento de las ideas de ultraderecha se aceleró de forma incontrolable. El aislamiento, la ansiedad, la sensación de inseguridad y la hiperconexión en redes causaron un profundo daño al tejido social y a la salud mental de millones de personas en el mundo. Esta combinación fue terreno fértil para viralizar ideas de extrema derecha.

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Escudándose en la libertad de expresión, la ultraderecha se encargó y se encarga hasta hoy de ejecutar estrategias que viralizan ideas conspiranoicas, normalizan el cuestionamiento al conocimiento científico y fomentan el odio difundiendo fake news y desinformación consistente con los relatos que desean reproducir.

La receta de la ultraderecha ha logrado posicionarlos como una opción “revolucionaria” para muchos jóvenes, en su mayoría de sexo masculino. Jóvenes que encuentran en relatos de ultraderecha una ilusoria esperanza de prosperidad económica, seguridad y autoestima.

Al fomentar competencia, individualismo, egocentrismo y negar el conocimiento formal, se generan fuertes sentimientos de superioridad, autocomplacencia e incapacidad emocional de reconocer errores. Lo que se traduce en individuos deseosos de convertir la sociedad en un campo de batalla.

Cada uno de estos individuos se convence de su superioridad intelectual y/o de estatus/rol en la sociedad; sintiendo entonces la confianza y capacidad, mayoritariamente irreal, para alcanzar el éxito económico compitiendo y derrotando al resto. El sujeto que antes se sentía vulnerable y menospreciado por la diversidad de la sociedad, hoy encuentra en los valores tradicionales y conservadores el refugio para su propia construcción de autoestima.

Esta realidad psicosocial supone una lógica que cuestiona los derechos sociales. Si el bienestar social y económico son el “premio” a ganar mediante la competencia, es normal que quienes creen en esta competencia se opongan a la existencia de derechos sociales.

Desde esa perspectiva la ultraderecha establece que los derechos son “premios” injustamente dados a quienes no compiten, y que por ende no los merecen. Para ellos, la única forma de merecer el bienestar social es compitiendo y posicionándose por sobre los demás.

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El fomento a estas ideas nos tiene viviendo un peligroso contexto mundial de desvalorización a la democracia. Desvalorización que es fortalecida con discursos de odio machistas, antifeministas, racistas, homofóbicos, xenófobos y de intolerancia a todo lo que no cumpla con estándares definidos por valores tradicionales e ideas conservadoras.

Y esto es solo el principio del plan de la ultraderecha. Los discursos de odio, la desinformación y la desvalorización de la democracia no tienen como objetivo solo ganar elecciones, sino que también pretenden moldear el sentido común y construir una hegemonía que les permita ejercer gobiernos autoritarios y benefactores de la elite.

Pero ¿Qué ha hecho el progresismo para evitar el avance de estos discursos de ultraderecha en redes sociales? Decir “nada” sería injusto. Hay cientos de personas, organizaciones y medios alternativos que motivados de convicción hemos sido resistencia contra la desinformación y discursos de odio.

Sin embargo, la resistencia se agota, no tenemos la fuerza necesaria para enfrentarnos a la maquinaria de medios de comunicación masivos de la derecha, ni menos los recursos económicos con los que cuentan. En el progresismo los influencers y creadores de contenido trabajan por amor al arte, las organizaciones de activistas digitales solo reciben gestos simbólicos del poder político, y los medios alternativos se financian principalmente con suscripciones y/o por vistas en youtube.

Hoy gran parte del progresismo chileno llama a la unidad, pero este llamado no debiera ser solo pancarta o estrategia de campaña para ganar la elección presidencial y tener un buen rendimiento en las parlamentarias. El llamado a la unidad no sirve cuando es vacío, y tampoco sirve si es exclusivo para la militancia y los partidos. Para que la unidad sea real y ganemos la batalla cultural es fundamental la valoración del activismo digital.

Si la ultraderecha avanzó producto de sus discurso y estrategia en redes sociales, entonces es en redes donde tenemos que combatirlos. Existen cientos de influencers, creadores de contenidos y medios de comunicación dando la batalla.

Sin embargo, aún falta compromiso, vinculación, valoración y facilitación de recursos por parte del poder político y económico del progresismo. Hoy el llamado a los partidos es de vinculación y valoración del trabajo de comunicadores y activistas digitales, solo así construiremos confianzas y espacios para ejecutar la estrategia digital que derrote a la derecha.

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