
Así como el castor americano destruye la Patagonia, el coipo chileno invade los ríos de España y alerta a científicos
Especies que en su propio hábitat cumplen un rol fundamental para conservar la naturaleza, pueden generar graves daños a los ecosistemas cuando son introducidas en lugares donde no han evolucionado por años con las otras especies que allí habitan.
Un caso paradójico es el del castor y el coipo. El primero, nativo de Norteamérica, está devastando los bosques de la Patagonia creando diques, transformando el régimen de los ríos y dañando el hogar de especies nativas que no tienen tiempo para adaptarse.
El castor fue introducido en Tierra del Fuego en 1946 para “enriquecer la fauna fueguina”. Hoy, es considerado una invasión biológica grave que se desplaza cada vez más hacia el norte y es muy difícil de erradicar.
El coipo, nativo de Chile, cumple un rol ecológico fundamental en su hábitat nativo. Al construir madrigueras genera hábitats que son aprovechados por otras especies que han evolucionado junto al coipo por miles de años.
Como “arquitectos” del paisaje mejoran la salud del suelo y favorecen el crecimiento de plantas acuáticas. También sirven como presa clave para el sustento de otras especies nativas como aves rapaces o zorros culpeo.
Pero, introducido en el siglo XX en lugares como España, ha generado también una invasión biológica dañina donde altera ecosistemas acuáticos desplazando a especies autóctonas al competir por alimento y destruir vegetación ribereña.
Científicos y autoridades de España están en alerta y generando planes de erradicación, pero se trata de una plaga difícil de contener debido a la alta fecundidad de la especie. Incluso podría llegar a áreas metropolitanas de ciudades como Valencia y Barcelona.
La clave detrás de estos problemas es que, al intervenir ecosistemas con especies que no se han adaptado al equilibrio biológico del lugar, se generan cambios a un ritmo acelerado al que las especies nativas no pueden ajustarse. También ingresan a lugares donde no tienen depredadores naturales por lo que sus poblaciones crecen compitiendo por espacio y comida. Las especies invasoras son la segunda causa de pérdida de biodiversidad en el mundo.