
El espéculo Lilium y una conversación pendiente: El examen ginecológico no tiene por qué doler
Durante los últimos días nos enteramos del desarrollo de un nuevo espéculo vaginal, instrumento básico para el examen ginecológico que no había presentado ninguna innovación en casi 200 años.
Desarrollado en la universidad de Delft por Ariadna Izcara Gual y Tamara Hoveling (con quien comparto apellido, lo que me hace sentir un orgullo enorme e inmerecido) y celebrado por millones de mujeres alrededor del mundo, el nuevo espéculo "Lilium" ha acaparado portadas de diversos medios, sobre todo los que se dedican a ciencia y temas de género.
Y es que es un hecho inusitado: por primera vez en dos siglos somos testigos de una innovación que tiene en mente no sólo el diagnóstico o tratamiento de una determinada patología, sino también la experiencia y comodidad de la mujer. Un invento de mujeres, para mujeres.
Veamos el detalle. El nuevo espéculo, llamado Lilium por estar basado en el botón de dicha flor (también llamada lirio o azucena) tiene varias diferencias con el espéculo actual. Está hecho de caucho de uso médico, por lo que no tiene efecto frío ni genera sonido al utilizarse, características reconocidamente desagradables de los espéculos metálicos.
La punta es estrecha, por lo que la inserción debiera ser mucho menos incómoda que con el modelo actual; incluso sus fabricantes refieren que se lo puede poner la misma paciente con un gesto sencillo, similar a la colocación de un tampón.
La apertura de este nuevo espéculo, parte fundamental si el objetivo es visualizar el cuello uterino, es en forma circular, por lo que la presión se divide en diversos puntos y termina siendo más suave. Por el contrario, el espéculo metálico ejerce presión sólo a nivel anterior y posterior, por lo que su apertura debe ser más fuerte para lograr una visualización adecuada.
Dicho todo lo anterior, ¿tenemos que asumir que examinarse con el espéculo actual debe necesariamente ser doloroso e incómodo? Categóricamente, no. Puede ser una instancia incómoda desde el punto de vista vivencial y físico, pero jamás debe doler.
Para evitar miedos injustificados, es fundamental recalcar que -bien utilizado y en mujeres sin patologías– el espéculo no debiera doler. Pese a esto, es tristemente cierto que a muchas les ha dolido ser examinadas: mala técnica, patologías inadvertidas y reminiscencias de experiencias previas, como agresiones sexuales, hacen que el examen ginecológico duela.
La experiencia empeora en forma significativa si la paciente, en esta situación tan vulnerable, no se siente escuchada al manifestar su dolor. También es doloroso pero necesario entender que, con la alta tasa de mujeres que han sufrido violencia sexual, muchas pueden revivir experiencias traumáticas al momento de un examen genital. Lamentablemente no estamos adecuadamente formados/as para manejar estas situaciones: la formación médica suele ir dirigida hacia la eficiencia y efectividad del examen, dejando en un lejano segundo plano la vivencia de la persona que examinamos.
Como profesionales tenemos la responsabilidad de corregir nuestras acciones durante toda nuestra vida y, en este caso, no sólo debemos aprender técnicas que hagan menos desagradable el proceso, sino que también tenemos que incorporar la conversación durante nuestra atención: informar a la usuaria qué se va a realizar y cómo se realizará, pedir que nos avise en caso de sentir cualquier dolor, y detenernos de inmediato si esto ocurre.
Si asumimos que el dolor es parte natural del examen ginecológico, además de someter a las mujeres a un sufrimiento innecesario, perdemos la oportunidad de mejorar nuestro actuar, y también podemos dejar de diagnosticar alguna patología: el dolor siempre avisa algo. Hay que escucharlo y evaluarlo.
Tan importante como innovar en instrumental y mejorar la técnica de examinación, es reducir el número de exámenes vaginales innecesarios: hay que examinar sólo cuando hay que examinar. Múltiples avances, como el examen por auto toma (es decir, muestra tomada por la misma paciente) de ciertas infecciones de transmisión sexual, hacen que la tradicional visualización del cuello uterino sea necesaria en casos más seleccionados, y no parte universal de cualquier visita a la matrona o el ginecólogo/a.
Celebro la innovación y el desarrollo femenino de un elemento que apunta al bienestar de las mujeres. Pero mucho más importante que cualquier innovación es que nos hagamos cargo de que la atención ginecológica es incómoda, que está en nosotros/as poder mejorar la experiencia, y que tenemos que dejar de naturalizar el dolor en nuestro accionar.
La ginecología presenta una oportunidad única dentro de la medicina: acompañar a mujeres autónomas en sus procesos vitales. Creo que ha llegado el momento de apuntar no sólo a que estén sanas, sino a que también se sientan tranquilas, respetadas y acompañadas. La camilla ginecológica probablemente nunca vaya a ser un lugar tremendamente cómodo, pero debe dejar de ser un lugar de miedo, dolor y sufrimiento.