
Contaminación atmosférica y salud infantil: Más allá de la preemergencia
Esta columna fue escrita en conjunto con Mayarí Castillo (UMayor - CEDIT- CIIR) y Rodrigo Pérez (PUC – CEDIT)
El pasado 20 de junio, la Región Metropolitana enfrentó un nuevo episodio de Preemergencia Ambiental, con medidas como la prohibición del uso de calefactores a leña y la fiscalización de quemas agrícolas. Estas acciones han sido la principal herramienta que, desde la política pública, busca hacerse cargo de la mala calidad del aire en la capital.
Pero éstas reflejan una aproximación reactiva, centrada en los efectos respiratorios y cardiovasculares de la contaminación y no en los efectos de largo plazo. Uno de estos efectos de largo plazo, con contundente evidencia internacional al respecto, es el deterioro en el desarrollo cognitivo infantil.
Para el caso chileno, el reciente estudio que realizamos en la Universidad Mayor nos alerta sobre los efectos perjudiciales de esta contaminación en niños en edad escolar y apunta también a una dimensión territorial y desigual de estos efectos.
En particular, se analiza el impacto del material particulado fino (MP2,5) en el desarrollo cognitivo de niñas y niños del Gran Santiago, presentando evidencia contundente: por cada aumento de 1 µg/m³ en las concentraciones elevadas de MP2,5, disminuye 7,5 puntos en la prueba que mide el desarrollo cognitivo de niños. Es decir, mientras más expuestos están, mayor es su deterioro cognitivo.
La desigualdad está también presente en estos efectos: comunas con mayores niveles de vulnerabilidad social, como Independencia, Quinta Normal y Cerro Navia, presentan una exposición combinada a múltiples contaminantes y, adicionalmente, una menor disponibilidad de áreas verdes, condiciones que agravan el impacto en el desarrollo de las funciones cognitivas en los niños.
De hecho, el estudio nos muestra que la presencia de espacios verdes puede incluso anular los efectos negativos de la contaminación. Tenemos así una medida concreta que podría mitigar los efectos sobre la población infantil y que tiene, además, una serie de efectos beneficiosos para la población. Sin embargo, se siguen priorizando las medidas contingentes por sobre estas políticas de largo plazo.
Pese a lo crítico de la situación de la capital en términos de calidad del aire, las normativas de calidad del aire vigentes en Chile no contemplan criterios asociados al desarrollo infantil ni indicadores cognitivos como parte del riesgo ambiental. A esto se suma una limitación en los datos de monitoreo ambiental pues, aunque existen más de 200 estaciones de medición en el país, una parte importante de sus registros no están validados, lo que dificulta la evaluación precisa de las condiciones del aire y la toma de decisiones.
En este contexto, resulta urgente visibilizar que la contaminación del aire no es solo una amenaza respiratoria, sino también una amenaza al desarrollo neurocognitivo, con efectos menos visibles, pero profundos, en la salud y bienestar de la niñez. Proteger la salud infantil implica reconocer las posibilidades de la niñez a desarrollarse en plenitud, especialmente en entornos urbanos marcados por desigualdades territoriales. Esto debería ser parte fundamental de cualquier política pública ambiental orientada al futuro.