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¿Repetir o no repetir? Esa no es la única pregunta
Foto: Agencia Uno

¿Repetir o no repetir? Esa no es la única pregunta

Por: Viviana Rivera | 08.07.2025
Es urgente dejar atrás la idea de que ciertos métodos son exclusivos para determinados estudiantes. La discusión ya no está en quién gestiona la escuela pública, sino en cómo mejoramos la calidad y pertinencia de las estrategias y metodologías para todos y todas, con o sin necesidades educativas especiales.

En los últimos años, una preocupación creciente ha tomado fuerza en las comunidades escolares: ¿qué hacer con estudiantes que llegan a cuarto básico -o incluso a niveles superiores- sin haber aprendido a leer ni escribir?

Aunque el debate no es nuevo, cobra urgencia cuando las cifras y la experiencia en las aulas evidencian una realidad persistente: muchos niños y niñas transitan por los primeros años de escolaridad sin haber desarrollado la competencia esencial por excelencia del sistema educativo.

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Más allá de si deben o no repetir, lo central es preguntarnos cómo hemos llegado a esta situación. Según PISA 2022, los jóvenes de 15 años en Chile promedian 448 puntos en lectura, por debajo del promedio de la OCDE (476), lo que refleja un rezago sostenido en comprensión lectora. Esta brecha no es solo un problema escolar, sino estructural: como país, tenemos una relación débil con la lectura, tanto en el sistema educativo como en los hogares.

En muchas escuelas, se espera que las familias refuercen en casa los procesos de lectura y escritura. Sin embargo, no todas cuentan con el capital cultural, el tiempo ni las herramientas necesarias para hacerlo. Este desfase entre lo que se espera del hogar y lo que realmente ocurre deja a muchos estudiantes rezagados desde los primeros años.

También es necesario hacer una autocrítica al sistema educativo: ¿estamos utilizando estrategias efectivas y diversificadas para enseñar a leer y escribir? El Decreto 83 -que busca asegurar el aprendizaje y la participación de todo estudiante, incluyendo aquellos con Necesidades Educativas Especiales (NEE)- promueve el Diseño Universal para el Aprendizaje (DUA), el cual plantea que la enseñanza debe adaptarse a la diversidad del aula mediante múltiples formas de representación, expresión y motivación.

Sin embargo, en la práctica, este enfoque rara vez se aplica de forma sistemática. A menudo se limita a los equipos de educación diferencial o se considera exclusivo para estudiantes con NEE, cuando en realidad debería integrarse en la planificación general y beneficiar a todos y todas.

El problema no radica solo en decidir si un estudiante debe repetir o no. Esa es solo la punta del iceberg. La discusión de fondo debe centrarse en cómo transformar las prácticas pedagógicas, apoyar a los docentes en la implementación de metodologías inclusivas y construir un sistema capaz de detectar e intervenir a tiempo frente al rezago.

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No se trata de buscar culpables, sino de asumir responsabilidades. La repetición, por sí sola, no soluciona el problema. Muchas veces solo posterga la frustración del estudiante. En cambio, si logramos implementar de manera sistemática estrategias diversificadas desde los primeros años, podríamos cambiar radicalmente el rumbo de muchas trayectorias escolares.

La pregunta no debería ser únicamente si repetir o no repetir. Deberíamos preguntarnos si estamos haciendo -o dejando de hacer- todo lo necesario para que todos los niños y niñas aprendan a leer y escribir a tiempo.

Cuando un estudiante llega a cuarto básico sin esas habilidades, no ha fallado solo él o su entorno: ha fallado el sistema. Y ese fracaso no se resuelve con la repetición de curso, sino con una transformación profunda de las estrategias de enseñanza y apoyo.

Es urgente dejar atrás la idea de que ciertos métodos son exclusivos para determinados estudiantes. La discusión ya no está en quién gestiona la escuela pública, sino en cómo mejoramos la calidad y pertinencia de las estrategias y metodologías para todos y todas, con o sin necesidades educativas especiales.

Porque cuando el estudiante más rezagado aprende, todos avanzan. Si la lectura es la puerta de entrada al aprendizaje, entonces no basta con señalar quién quedó fuera: hay que cambiar la llave, abrir la puerta y asegurarnos de que todos puedan cruzarla.

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