
Pobreza energética, frío y calefacción con leña en el sur de Chile
El sur de Chile y Argentina son quizás las únicas regiones frías del hemisferio sur donde buena parte de la población vive con ingresos bajos o medio-bajos. En el hemisferio norte esto también ocurre en Rusia, China y otras zonas de Asia Central, e incluso en partes de Europa.
Sin embargo, a diferencia de Argentina y el hemisferio norte, Chile es el único país que no cuenta con un abastecimiento propio, muchas veces subsidiado, de combustibles fósiles o electricidad para suplir sus necesidades energéticas. Solo Punta Arenas y otras ciudades de la región de Magallanes tienen esa posibilidad en nuestro país.
Para palear el frío invernal, potenciado por la alta humedad relativa y el viento, se requiere una inversión enorme de energía para calefacción, realmente enorme. No solo se trata de calentar a las personas al interior de las viviendas, sino también de secar la ropa y mantener un espacio habitable relativamente seco, libre de moho y hongos. Esto implica que el 70% o más de toda la energía que se consume en una vivienda al año, para todos los usos: agua caliente, cocción de alimentos, iluminación, electrodomésticos, enfriamiento de la vivienda en verano, etc., se destina a calefacción.
En su tesis de magister, la geógrafa Amapola Núñez estimó que el 56% de las familias de la ciudad de Valdivia viven con una demanda energética suprimida. ¿Qué quiere decir eso? Quiere decir que no logran comprar/acceder a toda la energía que necesitan para calefaccionar sus viviendas. El 38% presenta un sobreconsumo de energía y el 6% muestra niveles de equilibrio.
El sobreconsumo de energía también es interesante, pues se produce cuando las personas calientan demasiado la vivienda (la temperatura en los segundos pisos puede superar los 30° C), debido a infiltraciones y mala aislación térmica. Es decir, tienen recursos para comprar energía, pero viven en casas mal diseñadas y/o construidas.
Que el 56% de las familias estén viviendo con demanda energética suprimida, incluso muchos de ellos utilizando leña, es un drama. Detrás de esa cifra hay bebés y niños, personas de la tercera edad, enfermos crónicos, etc.
Por esta razón, cuando se debate sobre el uso de leña y la contaminación del aire, hay que ir mucho más allá. La dependencia de la leña no es un capricho ni un “gustito cultural”, sino un problema social y económico profundo. Un verdadero dilema para un país en vías de desarrollo, con aires de grandeza, como el nuestro.
La pobreza energética se define como la incapacidad de un hogar para acceder a la energía requerida para satisfacer sus necesidades. En el sur de Chile, muchas familias se ven obligadas a recurrir a la leña debido al alto costo de otros sistemas de calefacción.
Esta realidad se agrava en grupos de bajos ingresos, donde la leña se convierte en la única opción viable para combatir el frío extremo. Una de las causas de esta situación es la mala aislación térmica de las viviendas, lo que aumenta considerablemente la demanda de energía.
Vivir en viviendas frías y húmedas tiene consecuencias significativas para la salud física y mental de las personas. La exposición constante a bajas temperaturas y a la humedad puede acentuar problemas respiratorios y aumentar el riesgo de enfermedades como la bronquitis, el asma y otras afecciones pulmonares.
También predisponen a las personas a resfriados y gripes, lo que puede derivar en complicaciones más graves, especialmente en niños y ancianos. Además, el uso de estufas ineficientes genera contaminación intradomiciliaria, liberando partículas nocivas que agravan aún más los problemas de salud.
Sin embargo, el impacto del frío y la humedad no se limita a la salud física, también afecta la salud mental de las personas. La sensación de frío puede generar malestar y afectar el estado de ánimo, aumentando el riesgo de depresión y ansiedad. Las viviendas frías también limitan la capacidad de las personas para llevar a cabo actividades cotidianas, lo que puede llevar a la sensación de aislamiento y desesperanza. La falta de un ambiente cálido y acogedor puede crear un ciclo de estrés crónico que agrava aún más la situación.
Ante esta realidad, la Agrupación de Ingenieros Forestales por el Bosque Nativo promueve el uso responsable, eficiente y sustentable de la leña, especialmente de aquella que proviene de productores y comerciantes acreditados, y de aquellos que cumplen con la nueva Ley de Biocombustibles Sólidos.
Asimismo, abogamos por la implementación de tecnologías más limpias que reduzcan las emisiones y mejoren la calidad del aire en las ciudades y comunidades del sur, sin olvidar que el verdadero objetivo de la política pública debe ser mejorar las condiciones de vida de la población, especialmente de los más vulnerables.
Muchas veces la discusión sobre el uso de leña se polariza, erradamente, cuando ciertos líderes de opinión proponen prohibirla. Si bien es innegable que la quema de leña húmeda en estufas ineficientes es la principal fuente de contaminación atmosférica, prohibirla, sin ofrecer una alternativa económicamente viable, podría resultar devastador para las familias que dependen de la leña.
Una mala decisión en esta materia podría agravar la pobreza energética, dejando a miles de familias expuestas al frío y la humedad, y, por ende, a serios problemas de salud. Por eso, no se trata de estar en contra o a favor de la leña, porque el tema NO ES LA LEÑA, sino la realidad social de nuestro país y la falta de alternativas asequibles.
Prohibir el uso de leña en áreas urbanas, sin ofrecer alternativas viables, es un enfoque simplista que no considera las complejidades de la vida real, fuera de la burbuja social de cada uno. Este es uno de esos temas donde necesitamos políticas públicas de calidad, que impliquen, por ejemplo, diseñar incentivos para una transición energética sustentable, en torno a tres ejes: vivienda + sistemas de calefacción + confort.
Esta verdadera revolución no solo ayudaría a mitigar el gasto en energía de las familias, sino que también contribuiría a crear empleo y a un verdadero desarrollo, uno donde la gente disfrute de estar en casa.
No todo es hidrógeno verde. En Chile tenemos desafíos energéticos enormes que también requieren atención de nuestras autoridades y líderes de opinión. Solo a través del trabajo conjunto podremos construir un futuro más equitativo y saludable, donde la calefacción sea un derecho y no un privilegio de pocos.