
Libertad de expresión y censura: ¿Esquizofrenia de occidente?
“Mentimos, robamos y engañamos”, Mike Pompeo, ex director de la CIA, en discurso en Universidad de Texas, abril de 2019
Los conflictos bélicos, que -a diferencia del pasado- hoy podemos ver en su despliegue en vivo y en directo, siempre y cuando no vivamos en los países involucrados, nos están develando el doble estándar y la hipocresía de Occidente, aquella parte del mundo de la cual, nos guste o no, formamos parte.
Siempre hemos escuchado que una de las características fundamentales de los regímenes democráticos es la libertad de expresión. Sin embargo, quienes rasgan vestiduras clamando por la libertad de expresión en Venezuela, en Cuba o en Nicaragua, hoy han iniciado en Chile una caza de brujas, y todo porque los chilenos podríamos llegar a recibir las noticias de una fuente distinta de aquellas a las cuales nos tienen obligados y sometidos informacionalmente: CNN, BBC, DW, New York Times, El Mercurio, COPESA, etc.
Yuval Noah Harari, autor de los ensayos posiblemente más leídos en la actualidad, como “Sapiens, de animales a dioses”, y de ”Homo Deus”, en su último libro publicado titulado “Nexus” afirma que la información, la cual puede tener un valor liberador también puede ser usada para dominar, para producir orden. Señala que nuestras redes de información, debido a que favorecen el orden por encima de la verdad, a menudo han generado mucho poder, pero poca sabiduría.
Lo estamos viendo en la forma como cada bando, tanto en Ucrania como en Rusia, así como pasó también con Irán y en Israel, se informa o más bien se desinforma, en función de los respectivos intereses de los antagonistas. Lo sorprendente de todo esto que vemos y vivimos es que, aquellos que se erigen como los defensores de la libertad de expresión, sean quienes más reparos y dificultades ponen a la circulación de información.
Ya sea impidiendo que esta circule, como ha ocurrido con Israel, o como se usan los medios informativos hegemónicos en Occidente para presentar al adversario como la encarnación del mal, destacando la muerte de civiles en Israel, cuando el gobierno de Netanyahu para alcanzar a determinados objetivos, ya sea científicos o mandos políticos y militares en Irán, no trepidó en asesinar a estos junto con sus familias, niños incluidos.
Por otra parte, lo que está ocurriendo en Gaza es algo que afecta el capital ético del cual presumen las sociedades occidentales. Miles de niños, ancianos y mujeres asesinados. Me ha llamado la atención que siempre cuando se da la información en nuestros medios de comunicación respecto a los muertos en Gaza, se agregue la frase “controlados por Hamás”. ¿Se busca así instalar la duda respecto a la tragedia que esto implica? ¿Se hace por pulcritud informativa o por un sesgo ideológico?
La historia nos muestra que ella siempre es escrita por los vencedores, pero no necesariamente esa lectura es la veraz y confiable. El valor de la palabra empeñada y no cumplida es la causa inicial de muchos de los conflictos que hoy sacuden al mundo. El ejercicio de la diplomacia como un mecanismo institucional que busca evitar los conflictos hoy se ve cada vez más imposibilitado en su ejercicio, cuando se hace uso de negociaciones para identificar a los negociadores que deben ser exterminados.
Cuando se usan los ataques de falsa bandera. Cuando un país como Israel que posee armas nucleares y no participa de los acuerdos respecto a su control y restricción, hace uso de la información disponible en el Organismo Internacional de Energía Atómica para realizar sus ataques selectivos. Cuando se le mintió al mundo entero acusando la existencia de armas de destrucción masiva que no existían para justificar la destrucción de un estado nación como Iraq.
En el mundo actual es muy fácil mentir y engañar. Mucho más aún de lo que se hizo en el siglo pasado en la Alemania Nazi o en tantos regímenes totalitarios, incluida la dictadura en Chile. Lo paradójico es que no hayamos aprendido de esa lección de la historia y que hoy nos encontremos sometidos al poder de quienes controlan los flujos de (des)información y que además presumen hablar en nombre de la verdad.
No soy ni rusófilo ni antisemita, por el contrario, condeno tajantemente la masacre realizada por Hamás y la invasión de Ucrania, pero busco explicarme los orígenes de esos desencuentros humanos, que han llevado a tanto dolor y destrucción. Tengo la convicción de que mucho se debe al engaño y a la mentira ejercida por quienes detentaban el poder. A la vez que empatizo profundamente con los sufrientes de uno y otro bando, mantengo la esperanza de que pronto se encuentre la paz.
Y sigo creyendo que el camino adecuado transita en la dirección contenida en la afirmación que Evelyn Beatrice Hall, biógrafa de Voltaire, acuñó y que erróneamente se le atribuye a éste: “No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo” y más explícitamente aún en aquella atribuida a Jesús que nos enseñó: “Solo la verdad nos hará libres” (Juan 8:32).