
"No soy el fotógrafo que viene a retratar": Gabriel Pérez Mardones y cómo hacer de la observación participante su oficio
Gabriel Pérez Mardones (57) viene de una familia política por ambas ramas. Su bisabuelo Francisco Mardones fue ministro del Interior, su abuelo fue ministro de Salud, y su padre, José Luis Pérez Zañartu, fue ministro de la Corte Suprema, autor del voto de minoría en el caso Caravana de la Muerte.
Pero él eligió otro camino: la fotografía. Aunque quizás desde ahí se explica su pasión por el retrato, por esa solemnidad de capturar un rostro que pasará a la historia.
Aunque sus inicios fueron muy distintos. Como asistente del fotógrafo francés Philippe Desruelles empezó haciendo fotografía análoga en placas, para después hacer sus "propios catálogos publicitarios", recuerda. Pero un trabajo registrando 500 lámparas durante tres semanas en un estudio le cambió la perspectiva: "Dije: 'No, esta cuestión nunca más en mi vida'. La foto no está aquí, está del otro lado". Desde entonces se dedicó al mundo editorial y al retrato, como oficio y pasión.
Su concepto de trabajo se basa en lo que los antropólogos llaman "observación participante": "Es entrar en una comunidad y ser uno más de ellos. Eso hice con Juan Fernández durante 22 años. No venía como el fotógrafo que viene a retratar". Este enfoque lo ha llevado a capturar momentos únicos de las personalidades más importantes de Chile y el mundo.
En "Retrato Hablado", su más reciente publicación, reúne 90 fotografía captadas a lo largo de décadas de trabajo, desde encuentros fortuitos hasta sesiones planificadas, con destacadas personalidades del mundo de la política, cultura y el deporte, revelando las historias detrás de cada imagen.
El libro, publicado por Ocho Libros, será presentado este jueves 26 de junio a las 12:30 horas en Casa Museo Eduardo Frei Montalva (Hindenburg 683, Providencia), con la participación de la escritora Valeria Vargas y el periodista Marcelo Simonetti. La actividad incluirá un recorrido guiado por la casa del ex mandatario, espacio que desde hace 17 años se mantiene como centro cultural y educativo abierto a la comunidad.
En conversación con El Desconcierto, el fotógrafo Gabriel Pérez, cuenta algunos de esos detrás de escena.
Nicanor Parra, antipoeta
Nicanor me abrió la cabeza. Cuando lo fui a fotografiar tenía 24 años. Ana María Palma, que era la agregada cultural de Chile en Nueva York, me ofreció hacer una exposición. Lo llamé por teléfono, pensé que iba a sacar tres o cuatro fotos, pero estuve casi un día entero. Me contó estas cuestiones sobre cuando uno fotografía un electrón, el electrón cambia, es un electrón iluminado. Salí con la cabeza totalmente revolucionada en términos de cómo enfrentarse a un sujeto, la reciprocidad que existe, cómo materializarla. Nicanor le encantó esa foto. Esa foto fue la portada de "Hojas de Parra". Como me dijo una periodista: "Es como un selfie de Nicanor". Fue un trabajo mancomunado. Esa experiencia con Nicanor marcó mi forma de entender la fotografía: no era solo apretar el disparador, sino crear una conexión real con el sujeto.

Sebastián Piñera, empresario y político
En esa misma época de los 90, cuando estaba preparando la exposición "Santiago, ritmos de una ciudad" para Nueva York, fotografié por primera vez a Piñera. Estuve media hora, 40 minutos, pude fotografiarlo hablando por teléfono, en diferentes situaciones. La experiencia era completamente distinta a la de Nicanor: aquí no había tiempo para construir reciprocidad.

Bob Dylan, músico
También en el 98, Dylan tocó por primera vez en Chile. Yo venía de un viaje de cuatro meses por Centroamérica y no pude ir. Cuando vino por segunda vez dije: "Hay que ir sí o sí". Es una buena foto de Dylan, pero claro, no es como estar conversando con él. Lo valioso fue la crónica de ese momento. Después de haber vivido con Parra la importancia del diálogo, fotografiar a Dylan desde la distancia me hizo reflexionar sobre los diferentes tipos de retratos posibles: algunos nacen de la cercanía, otros de la observación pura.
La fotografía que no fue: Manuel Piñeiro
Ese mismo año 98, estando en La Habana, teníamos contacto para fotografiar al comandante Piñeiro, Manuel Piñeiro, jefe de la G2 cubana, que estaba casado con Martha Harnecker. Nos empezaron a seguir por toda La Habana. Un día me llaman al hotel, era Piñeiro. Me dice: "Ustedes son unos jóvenes muy osados" porque habían revolucionado todo el servicio de inteligencia. Al final de la conversación me pregunta: "¿Cómo está tu padre? Debe tener mucho trabajo en la sala penal". Mi papá había sido nombrado en la Suprema un mes antes. Tenían toda la información. Dos semanas después, en Oaxaca, nos enteramos por una revista que Piñeiro había muerto en un accidente automovilístico. Era el jefe de la inteligencia cubana, muy amigo del Che, quien entregó esa famosa carta que leyó Fidel Castro en el funeral anunciando la muerte del Che. Una de esas fotos que no pude hacer y que me persigue hasta hoy.
Martha Harnecker, socióloga
Muchos años después, cuando Martha vino a Chile aproveché de fotografiarla. Habían pasado más de 20 años cuando la fotografié, se acordaba perfectamente de todo lo que había sucedido en Cuba. En cierta forma, esta foto cerró un círculo que había quedado abierto desde aquella experiencia en La Habana.

Su padre, el ministro
Durante esos años de fines de los 90 y principios de los 2000, cuando mi padre trabajaba en los casos de derechos humanos, pude fotografiarlo en un momento histórico. Mi padre fue quien dio el voto de minoría en el caso Caravana de la Muerte. Un día le digo: "¿Qué estás haciendo?". Me dice: "Estoy redactando el voto de minoría". Había que sacar una foto donde se viera concentrado. Esa foto tiene un contexto histórico muy importante. Mi padre, junto con Adolfo Bañados, fueron autores de la tesis del secuestro permanente: mientras no apareciera el cuerpo, el secuestro seguía vigente y no prescribía. Fotografiar a mi padre me hizo entender que el retrato también puede ser testimonio histórico.

Raúl Ruiz, cineasta
En esos años de viajes constantes, tuve un encuentro fortuito. Lo veo caminar en Santiago y me digo: "¿cuándo te vas a encontrar en la calle con Raúl Ruiz?". Nunca. Y termina siendo uno de los retratos más importantes que hay de él. Es una foto muy reconocida que aparece en muchas antologías. Ahí comenzé a valorar el azar como parte fundamental de mi trabajo. No todo podía ser planificado como la sesión con Parra; a veces las mejores fotos llegaban por casualidad.

Miguel Litín, cineasta
Otro encuentro fortuito marcó mi comprensión del retrato. Había hecho el camino al Inca, llego a Machu Picchu y está Miguel Litín filmando un comercial. Yo había leído "El clandestino en Chile" y había visto sus películas: "El chacal de Nahueltoro", "Actas de Marusia", "Alsino y el cóndor". Encontrármelo ahí concentrado en su trabajo me confirmó que la fotografía no siempre requiere planificación: a veces se trata simplemente de estar presente y atento.

Ricardo Claro, empresario
Ricardo Claro era un personaje muy difícil de fotografiar, un tipo que no era para nada devoto de ser fotografiado. Me llaman de la revista Capital: "Don Ricardo acaba de fijar una entrevista urgente. ¿Podría estar en hora y media en su oficina?". Fue como dos meses antes de que muriera. Llego a la oficina con full seguridad, me revisaron, subo y Ricardo Claro sale y me dice: "¿Todo listo?". Le dije: "Don Ricardo, si usted me da 12 minutos, perfecto". Me dijo: "Ya, tienes 12 minutos". Logré hacer unas 30 fotos, lo que me permitió elegir. Era un hombre de una presencia impresionante.

Cristóbal Jodorowsky, escritor
Durante esos años más maduros de mi carrera, desarrollé mayor sensibilidad para los detalles inesperados. Tenía que hacer esa foto para la solapa del libro y él empezó a hacer una cosa rara con las manos. Le pregunté: "¿Qué es esto?". Me dijo: "Son mudras". Si tú miras la foto de Cristóbal, que en paz descanse, y no sabes el contexto, podrías pensar que está haciendo una morisqueta. Pero son mudras: posiciones simbólicas de la mano y los dedos que propician la canalización de energía en la meditación. Ya no me conformaba solo con la imagen; quería entender el contexto cultural de cada gesto.
Julia Toro, fotógrafa
Conforme avanzaba mi carrera, también crecía mi interés por fotografiar a otros fotógrafos. Con Julia nos seguimos por Instagram, comentamos cosas. En una actividad de Penguin en la Municipalidad de Providencia, la veo y digo: "Ya, bueno, una gran fotografía". Era una señora chiquitita. Yo la admiro profundamente, había escrito sobre ella, pero nunca la había visto en persona. La Julia se viste como con un traje invisible para hacer las fotos. Tiene un libro precioso, "El amor por Chile", con una fotografía intimista que es brutal.
Charles Gerretsen (Chas), fotógrafo
Charles es un gran fotógrafo que estuvo en Chile entre fines del 72 y el 74, toda la época de mayor convulsión social. Después trabajó con Coppola para "Apocalipsis Now". Tenía un trabajo fantástico sobre Chile pero no había llegado a buen puerto con las editoriales. Al final hizo el proyecto con financiamiento colectivo. Lo fotografié en el lanzamiento del libro en el Museo de la Memoria. Era fascinante encontrarme con alguien que había documentado el Chile que yo apenas recordaba de niño.
Bernardo Leighton, político
Bernardo Leighton fue el único sobreviviente de los atentados de la DINA en el extranjero. Era un hombre de una dignidad impresionante. Me impactó mucho fotografiarlo, me dejó una sensación muy fuerte ante la cámara. Este tipo de situaciones me nutren para poder hacer un retrato que vaya más allá del simple registro.

Antolín Curriao, dirigente mapuche
En 1993, lo seguí cuando fueron las marchas en oposición a la construcción de las centrales hidroeléctricas del Alto Bío Bío - Pangue y Ralco. Antolín era un personaje impresionante del mundo pehuenche. Se luchaba para que no inundaran territorio pehuenche con los embalses. Era un líder que defendía su territorio ancestral contra un proyecto que amenazaba con transformar para siempre el paisaje y la forma de vida de su pueblo. Fotografiarlo en esas marchas significaba documentar una lucha territorial concreta y urgente.

El que le falta: Chinoy
Me encantaría fotografiar a Chinoy. Me gusta su música, pero además lo encuentro un tipo muy parecido a Dylan en su juventud, tiene un aire dylaniano. Además es muy auténtico. A Boric lo fotografié algo, pero no sabía que se iba a convertir en presidente. Me habría encantado conversar y fotografiar a Víctor Jara. Siempre van apareciendo personajes interesantes para fotografiar, solo hay que esperar el momento adecuado.