
Por qué eres tú quien paga por el cambio climático (y cómo cambiarlo)
El 10% más rico del planeta emite más de la mitad de los gases invernadero que la mitad más pobre. Detente un segundo y piénsalo.
Mientras algunos se cuestionan si vale o no el esfuerzo de reciclar, apenas 36 empresas son responsables de la mitad de los gases de efecto invernadero globales. En Santiago, los barrios acomodados contaminan siete veces más que los populares. Brutal, ¿no?
La verdadera historia aquí no es el cambio climático en sí. Es cómo funciona como una aspiradora gigante que succiona riqueza desde abajo hacia arriba.
Gary Stevenson, economista y ex-trader que renunció luego de hacerse millonario, lo explica sin anestesia: estamos presenciando la mayor transferencia de riqueza de la historia. Cuando las crisis (incluyendo la climática) desestabilizan la economía, los activos financieros -controlados por los más ricos- se disparan, mientras los salarios se estancan.
No es casualidad que mientras tu sueldo no ha crecido mucho, el precio de la casa que sueñas se ha disparado el doble. La matemática es cruel: cada año que pasa, la casa propia se aleja más. El resultado es una generación completa que nunca podrá comprar una vivienda.
Los superricos extraen riqueza de las demás clases sociales y seres vivos, así como del planeta-a través del cambio climático-, y luego todos pagamos el precio. Cada sequía, cada inundación, cada incendio se traduce en menos comida y costos más altos. Y así, el calentamiento global vacía tu bolsillo mientras llena otros.
¿Pero hay algo que podamos hacer ya, sin esperar a que todo cambie? La historia nos ofrece múltiples respuestas desde la colaboración en tiempos de crisis: una de ellas, los bosques comestibles. No es una fantasía ecologista, sino una estrategia de supervivencia que ya probó su eficacia en los momentos más oscuros.
Durante la Segunda Guerra Mundial, cuando la comida escaseaba, Churchill, el conservador líder británico, lanzó la famosa campaña "Cultivar para la Victoria", que transformó parques y terrenos baldíos en huertos productivos. Estos llegaron a producir hasta el 40% de los vegetales en Londres, literalmente resistiendo al nazismo con zanahorias y papas cultivadas por civiles. Hoy, entre el cambio climático y el auge del populismo de ultraderecha, enfrentamos otra crisis existencial, y la solución es sorprendentemente similar.
Los bosques comestibles son sistemas que imitan ecosistemas naturales combinando diversas plantas comestibles. En simple: comida gratis creciendo en tu barrio, diseñada para requerir mínimo mantenimiento.
¿Y qué aportan exactamente? Alimentos locales que te liberan de la inflación alimentaria, espacios comunitarios que fortalecen redes cuando el Estado falla, y todo sin que tengas que abandonar tu trabajo para convertirte en agricultor.
Las generaciones anteriores que nos antecedieron enfrentaron escasez y guerras, pero supieron adaptarse. Nosotros enfrentamos la evolución de esta crisis: un sistema civilizatorio extractivo que nos enferma y empobrece mientras destruye el planeta.
En Chile, proyectos de bosques comestibles están tomando forma a través del método Miyawaki de reforestación acelerada. Universidades como la de Santiago de Chile (USACH) y la Universidad Austral son pioneras en esto.
Por otro lado, tenemos al gobierno de Santiago impulsando 33 bosques comestibles para 33 comunas. Una de estas iniciativas es el taller "Bosques Comestibles para la Resiliencia Climática Para Lo Hermida", en Peñalolén, donde la Fundación Ecosur está impulsando estrategias de resistencia económica, climática y ecológica.
Mientras la desigualdad sigue creciendo, nuestra mejor estrategia es crear sistemas de autonomía y resiliencia. Pequeños bosques de abundancia que florezcan justo en medio de esta escasez sistémica, que se podría haber evitado.