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Foto del Ministerio de las culturas, las artes y el patrimonio

"Hasta siempre, don Claudio". En memoria de Claudio Di Girolamo Carlini

Por: René Solís de Ovando Segovia | 26.05.2025
Un buen amigo chileno solía decir que Claudio Di Girolamo era “el activo cultural de la transición”, y tenía mucha razón, ya que fue responsable de la División de Cultura del Ministerio de Educación durante los gobiernos de Eduardo Frei Ruiz-Tagle, Ricardo Lagos y en los dos periodos de la presidencia de Michelle Bachelet. Y también fue asesor cultural en el gobierno del presidente Gabriel Boric.

Mi padre era un hombre de muchos y muy buenos amigos. Debió ser porque se combinaban en él una gran simpatía personal, una inteligencia brillante y una gran cultura. Mi padre, que fue un gran economista, solía decir: “no hay inversión más rentable que los amigos y los viajes, dos grandes riquezas que siempre valdrán mucho y que nadie te puede quitar”.

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Han pasado veinte años de la muerte de mi padre y parte de la herencia que me dejó fue reencontrar a algunos de sus amigos, escuchar con cuánto afecto hablan de él e incluso construir con ellos nuevas relaciones de amistad. En ocasiones encuentro alguna de estas personas, como fue el caso de Claudio di Girolamo, a quién pedimos, desde la editorial que dirijo, hacer el prólogo de un libro sobre los terribles hechos que tuvieron lugar en Santiago durante los primeros meses de la dictadura militar.

Don Claudio tenía entonces 93 años y escribió un prólogo estupendo, de una gran carga emocional, de estructura fresca y profundo contenido. Y también quiso asistir a la presentación, donde dio una verdadera conferencia sobre derechos humanos. Los primeros contactos que para esta ocasión tuve con él fueron vía correo electrónico, puesto que yo resido en Madrid, España y él en Santiago de Chile.

Cuando en octubre de 2023 nos encontramos y pudimos conversar, le di mi mejor tarjeta de presentación: “Soy hijo de Gustavo Solís de Ovando, no sé si se acuerda, él y usted eran amigos, hablaban de teatro e incluso, en los años 60, usted llevó a un coloquio cultural de mi colegio a dos actores amigos suyos, muy famosos”. Entonces, me tomó de la mano y me dijo que claro que se acordaba, que los actores eran Julio Yung y Jaime Celedón y, me llegó al alma que me dijera que se acordaba muy bien de mi padre: “Tu papá era un tipo muy inteligente y simpático”.

En la presentación del libro, como editor, dije unas palabras sobre don Claudio y el excelente prólogo que escribió y, entre otras cosas, mencioné que, además de multitud de reconocimientos, en 2001, recibió la Orden al Mérito Docente y Cultural Gabriela Mistral y, en 2016, fue distinguido con la Orden al Mérito Artístico y Cultural Pablo Neruda, otorgadas por el Gobierno de Chile, en reconocimiento a su enorme aporte al desarrollo artístico.

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Es decir, don Claudio Di Girolamo, recibió los dos galardones que llevan los nombres de los dos premios Nóbel de Chile. Un buen amigo chileno solía decir que Claudio Di Girolamo era “el activo cultural de la transición”, y tenía mucha razón, ya que fue responsable de la División de Cultura del Ministerio de Educación durante los gobiernos de Eduardo Frei Ruiz-Tagle, Ricardo Lagos y en los dos periodos de la presidencia de Michelle Bachelet. Y también fue asesor cultural en el gobierno del presidente Gabriel Boric.

Pero sobre todo, Claudio Di Girolamo, fue un estupendo artista en el que se integraban, armónicamente, su enorme calidad artística con un profundo compromiso social. Su muerte, hace tan solo unos días, ha producido, con toda seguridad, una gran tristeza en quienes lo conocían y querían. Pero también sentirán su ausencia cuantas personas en Chile, siendo sensibles y amantes de la cultura en cualquiera de sus manifestaciones, sienten, como explicaba él, que las expresiones artísticas son más bellas si tienen un sentido social, si son producto de la bondad, si son compartidas solidariamente.

En la última y breve conversación que tuvimos, me preguntó por mi padre y le dije que había fallecido hacía unos años. Y, en lugar de decirme alguna frase como “lo siento”, se limitó a mirarme y me dijo: “Yo también debería morirme, ya tengo 93 años, pero no me muero, y eso que tengo curiosidad por saber qué hay después.”

Mi padre, a diferencia de mí, era un hombre muy creyente. Muchas veces me dijo que existía un cielo al que iría, junto a mi madre, y desde allí nos acompañaría. Si ese cielo existe, allí está don Claudio Di Girolamo.

Hasta siempre don Claudio. Y dígale a mi papá que le mando un abrazo grande.

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