
Sobremedicación por tristeza: Expertos explican cómo regular el sufrimiento emocional sin pastillas
En un escenario donde la salud mental ha ganado espacio en la agenda pública, al mismo tiempo crece la tendencia a interpretar el sufrimiento emocional como una disfunción que debe suprimirse rápidamente con medicamentos.
Así lo plantea el psicólogo e investigador Jaime Silva Concha, director del Instituto de Bienestar Socioemocional de la Universidad del Desarrollo (IBEM UDD), quien cuestiona esta práctica.
“Lo que antes entendíamos como parte inevitable -e incluso formativa- de la vida, hoy lo leemos como un desajuste que debe corregirse rápidamente”, afirma Silva.
Las cifras confirman la magnitud del fenómeno, el “Termómetro de la Salud Mental” señala que el 13,7% de la población presenta síntomas de depresión moderada o severa, cifra que alcanza el 17,4% en el caso de las mujeres.
Ante este escenario, Silva plantea la urgencia de rescatar el valor del sufrimiento como señal legítima y no reducirlo exclusivamente a un desequilibrio químico.
“No estamos enfermos por sentirnos tristes. Estamos vivos. Y desde esa vivencia, por incómoda que sea, puede surgir algo transformador”, subraya.
¿Cómo regular el sufrimiento emocional?
Para Silva, la clave está en comprender las emociones no como errores que deben ser corregidos, sino como sistemas de comunicación evolutivos.
“No hay regulación emocional sin vínculo. Las emociones son sistemas de comunicación. A veces lo que llamamos ansiedad es una forma legítima de alarma frente a un entorno que ya no es seguro”, advierte.
Por lo tanto, “si medicamos sin escuchar, perdemos el contexto del síntoma y, con él, la oportunidad de transformación”.
En ese sentido, para regular el bienestar emocional es clave desenvolverse en un entorno donde reine la escucha, la reflexión y la contención, tanto en las políticas públicas como en la vida cotidiana, en desmedro del discurso "tiránico" de la felicidad.
Hablar de salud mental, concluyen los expertos, no puede limitarse al tratamiento clínico. Implica también revisar las estructuras que alimentan el aislamiento, la exigencia de rendimiento constante y la falta de espacios seguros para expresar el malestar.
Entonces, ¿no está bien medicarse?
El mensaje no apunta a descartar la utilidad de los psicofármacos, sino a evitar su uso automático y descontextualizado.
El enfoque central está en promover una visión relacional de las emociones, donde el vínculo humano y la pertenencia social son fundamentales para la sanación.