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La permisología y la doxa neoliberal
Agencia Uno

La permisología y la doxa neoliberal

Por: Haroldo Dilla Alfonso | 16.05.2025
No se trata de discutir si hay o no algunos trámites innecesarios. Puede ocurrir, y si es así, se debe proceder a eliminarlos. Lo que en realidad entraña la discusión sobre la permisología es si el Estado y la sociedad van a conservar su capacidad legítima para regir los cursos económicos para el bien común, o si en cambio, se optaría por una gestión pública –cito al Dr. Ezio Costa, desde CIPER- “como un sistema de gestión de inversiones y no como un sistema de protección del país y las personas”.

El neoliberalismo es un desastre en términos económicos si entendemos por economía la reproducción de la base material para toda la sociedad y no solo la acumulación de grandes capitales. Ha producido miseria y exclusión estructural como nunca antes en la historia. Ha dislocado todos los equilibrios ambientales. Y ahora se traga los espacios democrático liberales de la mano de caudillos de pésimas ética y estética, al estilo, aquí en el patio, de Kaiser y Kast.

Pero ha sido muy exitoso en el plano ideológico y cultural, instalando sus peligrosas doxas doctrinarias en las esferas públicas nacionales. Ha convertido sus dogmas en sentido común. Y por esa vía, la sociedad chilena ha sido convencida de que Chile es un país muy inseguro y que clama por una mayor seguridad expresada en más carabineros, soldados en las calles, cárceles en los desiertos y leyes antiterroristas. De igual manera, que la migración está destruyendo a la nación. Y ahora, la permisología.

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Quiero referirme a esto último. La permisología hace alusión a los controles estatales para la inversión, y que los empresarios, la derecha y la prensa sierva (un solo cuerpo político) afirman no son solo excesivos, sino que además serían la principal razón de la ralentización de la economía chilena.

Según un tanque pensante del neoliberalismo, la CEP de la PUCH, la supuesta permisología le está costando a Chile un 7,3% del PIB, algo más de 20 mil millones de pesos, de manera que si Chile lograra eliminar todas esas trabas que hoy “complican” al sector privado, el país podría sumar 0,7% adicional al crecimiento anual durante la próxima década.

Muchos analistas han apuntado contra estos análisis, evidentemente exagerados, pero también contra el supuesto protagonismo de los papeleos burocráticos en la desaceleración económica. Han argumentado, con datos en la mano, que muy pocos proyectos han sucumbido por la supuesta permisología, y muchos atrasos en los procesos de inversión ocurren por cambios y dilaciones de las empresas.

Hay casos en que la razón de los retraimientos no es un exceso de trámites, sino la incompatibilidad de esos proyectos con la sobrevivencia ambiental de la sociedad chilena, como han sido los casos de Hydroaysen y de Dominga, entre algunos otros.

No se trata de discutir si hay o no algunos trámites innecesarios. Puede ocurrir, y si es así, se debe proceder a eliminarlos. Lo que en realidad entraña la discusión sobre la permisología es si el Estado y la sociedad van a conservar su capacidad legítima para regir los cursos económicos para el bien común, o si en cambio, se optaría por una gestión pública –cito al Dr. Ezio Costa, desde CIPER- “como un sistema de gestión de inversiones y no como un sistema de protección del país y las personas”.

Costa coloca el asunto donde va. Cierto que tiene en contra todo el barraje del empresariado, la derecha y repito, la “prensa sierva”, pero a ello estamos acostumbrados(as). El problema está en que desde la izquierda política, incluyendo al gobierno, se ha producido un plegamiento acrítico, que pareciera coincidir con la idea de que nuestro problema está en un exceso de trámites, y ceder a la pretensión suicida del laissez faire neoliberal.

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Un ejemplo de ello es el entusiasmo que despierta la ley que sobre el tema se tramita en el congreso. Según el ministro de economía es un proyecto “fundamental para nuestra economía y para el país, que nos va a permitir ir más rápido, acelerar el tranco, pero sin por ello bajar el estándar regulatorio” al mismo tiempo que anuncia una reducción dramática del tiempo de un 30-70%.

La derecha, que casi nunca se equivoca en estos asuntos, habló mediante su tribuna predilecta -Libertad y Desarrollo- argumentando que esto es solo un comienzo que debe seguir: “Este proyecto, afirma, es fundamental crear un entorno que promueva el desarrollo mediante la certeza jurídica, estabilidad fiscal y seguridad para la ejecución de actividades y proyectos (y) … urge avanzar con mayor convicción y en la línea correcta en la reforma al Sistema de Evaluación de Impacto Ambiental, a los pronunciamientos que emite el Consejo de Monumentos Nacionales y las concesiones marítimas” Es decir, una puerta que se abre para continuar empujando.

Libertad y Desarrollo hace lo que aconseja la doxa neoliberal: culpar al estado de todos los males, alabar todo lo que sea desregularizar y desviar la mirada de los problemas que realmente afectan la economía que no es, repito, simplemente hacer ganancias. Y con ello, no tomar en consideración las causas reales de la ralentización económica que, por supuesto, no son más o menos papeles.

Ellas radican en la carencia de una estrategia de desarrollo (no simplemente de crecimiento) desde una alianza público-privada, para lo cual se requiere modernizar el sistema tributario regresivo que tenemos, incentivar la innovación, incrementar los gastos en I+D desde las universidades y las empresas, y crear un entorno social equitativo que abra los accesos a todos y todas.

Hay casos especialmente exitosos en este sentido. Por ejemplo, la producción de energía desde fuentes renovables, contra la cual Kaiser ha cargado con la rusticidad intelectual que le caracteriza. Curiosamente un sector en que, solo una década atrás, se produjo un incidente que los grandes capitales locales explicaron con un lenguaje muy parecido al que hoy asumen los voceros de Libertad y Desarrollo.

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