
Las tecnologías digitales pueden y deben ponerse al servicio del crecimiento y el desarrollo de Chile
Redes 5G por todo el territorio, fibra óptica conectando casi todas las comunas de Chile con el resto del país, cables submarinos que nos conectan con el mundo y con nuestras regiones más aisladas, servicios provistos por satélites geoestacionarios, de órbita media y de órbita baja, decenas de data centers de mediana y gran escala en operación y en nuevos proyectos. Podríamos seguir enumerando todos aquellos hitos que hacen de Chile el Hub Digital de la región, título con el que solemos vanagloriarnos.
Sin embargo, y a propósito del Mes de las Telecomunicaciones y el Día Mundial de las Telecomunicaciones y la Sociedad de la Información, debemos reflexionar sobre el papel que las tecnologías digitales están jugando para mejorar la vida de las personas y aumentar la productividad del país. Las tecnologías digitales pueden ser un motor de crecimiento económico, dinamizar la economía y ayudarnos a romper más de una década de estancamiento que los informes de la CNEP han relevado.
Pero ¿cómo podemos lograr esto? ¿Existe una varita mágica que nos permita habilitar las herramientas que posibiliten el desarrollo del país? La verdad es que no, aquí no hay magia que valga. Lo que se requiere es sentar en la misma mesa a quienes tienen los problemas, junto al talento (que en Chile hay de sobra) y que puede crear las soluciones. La tecnología digital es un habilitante para mejorar la eficiencia productiva, para optimizar los costos de producción, para reducir los costos de traslados, para posicionar marcas y productos, para acceder a los mercados globales.
Un ejemplo de esto es que, a través de las redes 5G, Chile tiene la posibilidad de crear un sinfín de instrumentos que nos permitirán dar soluciones prácticas a los desafíos productivos del presente y futuro, en áreas tan estratégicas como la minería, la agricultura y la pesca, entre otros. Esto no solo significa dar valor agregado a la producción nacional, sino también fomentar la inversión en nuevas tecnologías, ampliar el mercado laboral y fortalecer el desarrollo económico local.
Podemos aplicar tecnología de punta a la cadena logística y asegurar la cadena de frío de productos perecibles de exportación, podemos apoyar la exploración minera con reflectometría y observación mediante drones. Las partes y piezas existen, solo hay que juntarlas y agregar los desarrollos informáticos específicos para cada problema por resolver.
Para que eso ocurra, necesitamos que la industria que tiene el problema se abra a soluciones innovadoras, y que la industria digital sea capaz de tomar estas oportunidades que tenemos hoy y convertirlas en soluciones y productos a la medida.
Por otro lado, aún no hemos dimensionado lo que significa para el país tener casi todas las comunas de Chile conectadas con fibra óptica. Esto no solo nos permite avanzar hacia una mejor conexión al hogar, sino más bien dotar a todas las regiones del país con redes resilientes y de alta capacidad.
Algo que se complementa con la buena conexión internacional que ya poseemos y con lo que viene: el Cable Humboldt y el Cable Antártico, éste último si los estudios de factibilidad resultan positivos. Un mejor acceso a servicios para las personas y la aplicación de tecnologías digitales a procesos productivos requiere de un país bien conectado, y en esa línea venimos avanzando desde hace décadas.
Como Gobierno tenemos en el centro de nuestro quehacer político a las personas: las y los trabajadores, las mujeres cuidadoras, madres y jefas de hogar; las niñas, niños y jóvenes; las personas mayores. Pensando en esto, no podemos dejar de advertir que la desigualdad económica que hoy padecemos podría acentuarse si no somos capaces de subir a todas las personas a la sociedad digital.
Para entender esto basta con pensar el tiempo y dinero que podemos ahorrar haciendo un trámite en línea, versus lo que deben gastar quienes deben hacerlo en forma presencial, ya sea porque no tienen acceso a la conectividad digital, o porque carecen de las habilidades digitales que les permitan servirse de las redes para estos fines.
Por lo mismo, sentar las bases de una sociedad equitativa, sin brechas territoriales, de género, etarias y de habilidades, requiere que todas las personas puedan acceder a internet y tengan los conocimientos para sacar el máximo provecho de la conectividad.
De lo contrario, estaremos generando las condiciones de la marginalidad del futuro: el analfabetismo digital puede tener un impacto incluso mayor que el que tuvo el analfabetismo analógico en el siglo pasado. En ese sentido, la inclusión al mundo digital tiene que entenderse como parte fundamental del desarrollo de la dignidad de las personas y por ende una responsabilidad del Estado.
Si somos capaces de que toda la producción de bienes y servicios del país incorpore las ventajas de las tecnologías digitales, si somos capaces de que todas las personas se incorporen a la sociedad digital en igualdad de condiciones y si somos capaces de diseñar e impulsar una estrategia para la gobernanza del ecosistema digital, estaremos sentando las bases para un Chile que crece económicamente con justicia, sostenibilidad y equidad social.