
El lado humano tras el daño ambiental en Viña del Mar
Como Movimiento Un Parque para Las Salinas, hemos pasado años denunciando el riesgo cancerígeno y neurotóxico al que hemos estado expuestos por más de un siglo en Viña del Mar.
Un veneno invisible pero letal, que se infiltra en nuestras vidas desde las arenas del borde costero y el paño Las Salinas (Ex Petroleras). La historia de este daño no solo se cuenta en cifras catastróficas de mortalidad por cáncer, sino en las vidas rotas que deja a su paso.
¿Quién pensaría que en las playas donde pasamos los más bellos momentos de nuestra infancia junto a nuestras familias, se sellaría nuestro destino como víctimas de una Zona de Sacrificio?
La historia de un dolor familiar
En mi propia familia el dolor tiene nombres y fechas. Mi tío, Patricio Sepúlveda Hernández (1946 - 1989), murió a los 43 años, víctima de un cáncer linfático. Dejó una familia destrozada, tres hijos menores de edad sumidos en la tristeza y desolación.
Años después, su hijo mayor, Patricio Sepúlveda Pérez (1971 - 2015), murió de cáncer gastrointestinal, a la misma edad que su padre. Ambos sanos, trabajadores, pero marcados por el destino de haber nacido y crecido en una de las zonas de sacrificio más crueles de Chile: el paño Las Salinas, las antiguas petroleras.
Estas no son simples estadísticas, son heridas abiertas en nuestras familias. Los nombres cambian, pero el dolor permanece.
Voces de vecinos, testimonios de lucha
Nuestro movimiento ha escuchado las historias de muchos vecinos y vecinas que comparten el mismo sufrimiento. La señora Luisa González, quien nos ha acompañado desde el inicio. Patricia Arellano, una de las fundadoras del movimiento. Manuel Maturana, Carmen Ibáñez y Carolina Roncagliolo, todos ellos han luchado valientemente contra el cáncer.
Una vecina nos dio su testimonio:
"Vivo hace 63 años en Santa Inés, siempre fui a la playa, sobre todo en mi niñez y adolescencia. Seis de mis hermanos murieron de cáncer."
Estas son las almas del daño ambiental, rostros de personas que vieron su vida mutilada por una exposición silenciosa, pero implacable. Personas que no fumaban, que eran saludables, pero que pagaron el precio de vivir cerca de una industria contaminante.
El ataque del poder y la resistencia ciudadana
Hoy, además de los tóxicos que envenena nuestras tierras, enfrentamos ataques personales de la Inmobiliaria Las Salinas de COPEC (Grupo Angelini), que intenta silenciar nuestra voz usando el poder judicial como mordaza, manipulando a su favor medios de comunicación tradicionales.
Pero no podrán callarnos. Nuestra verdad está escrita en la sangre de nuestros seres queridos, en las mutaciones genéticas y epigenéticas que hemos heredado por exposiciones multigeneracionales. El daño ambiental no es un concepto abstracto: tiene nombres, tiene historias, tiene rostros.
Mientras las autoridades y las empresas responsables tratan de reducir esta tragedia a simples porcentajes, nosotros vemos el sufrimiento de nuestros vecinos y vecinas, el llanto de las familias que pierden a sus seres queridos, inundadas de soledad, ausencia y cicatrices que no sanan.
Una lucha que trasciende generaciones
Esta no es solo una lucha por el pasado, es una lucha por el futuro. Hoy nuestros seres amados, hijos y nietos, son expuestos nuevamente a un cóctel tóxico de químicos: hidrocarburos, HAP, BTEX, metales pesados, plomo, PCB, pesticidas. Los mismos venenos que mataron a nuestras madres y hermanos acechan ahora a las nuevas generaciones.
Nos dicen que nos rindamos, que aceptemos el daño como inevitable, que la pérdida de nuestros seres amados es parte del “progreso”. Pero no lo haremos. Seguiremos avanzando por la verdad, aunque el precio que debamos pagar sea alto. Porque nuestra lucha no es solo por justicia ambiental, es por amor: amor a la vida, amor a nuestras familias, amor a esta tierra que merece ser sanada.
El Movimiento Un Parque para Las Salinas continuará, por las víctimas, por los que han partido y por los que aún luchan por un aire limpio, por un futuro libre de veneno.