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Frontis del Bar Psiquis

"Bar Psiquis", o el morbo como entretención

Por: Joaquin Miranda Puentes | 11.05.2025
Preocupa la falta de reflexión, de empatía y pensamiento crítico ante este tipo de entretención. No hay nada de malo en salir a tomar algo con los amigos, pero hacerse pasar por un interno psiquiátrico, entregarse a los roles asignados en el lugar y disfrutar de eso es un insulto para quienes sobrevivimos a una internación de verdad.

No suelo meterme en las formas que inventan las personas para entretenerse, pero creo que esta vez corresponde decir algunas palabras sobre una publicación de Instagram que le hace publicidad al Bar Psiquis.

Viví una internación psiquiátrica a los quince años que me traumó de por vida (sí, de por vida). Sé que no soy el único, que hay varios que no se atreven a dar sus testimonios porque reviven los malos tratos recibidos dentro de estas instituciones que poco se diferencian de los manicomios del siglo XVIII.

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Y ahora aparece este bar temático, donde los asistentes se autodenominan “internados” y donde los que trabajan fingen o estar locos o ser algo así como psiquiatras malvados (valga la redundancia). Al público le dan una “camisa de fuerza” y lo reciben con un shot en una jeringa. Hay un lugar llamado “escalera de los lamentos” y otros sitios que demuestran que los dueños de este bar no tienen idea de cómo es realmente un psiquiátrico por dentro.

También hay personas maquilladas que personifican el estereotipo del loco: en la publicidad se ve a una mujer de pelo largo y despeinado se mueve erráticamente sobre la barra, pone su pierna sobre su cabeza, luego la muerde, y gesticula como si estuviera perdida mientras se pasea por las mesas. La invitación que hace la usuaria que publicó esto empieza así: “si estás igual de piteado como yo, vas a tener que conocer el nuevo bar psiquiátrico…”.

En la entrada una persona pregunta a los asistentes si están seguros de querer ser internados, después les dice que es tarde para arrepentirse. Luego, en el recorrido que lleva al bar, aparecen elementos que recuerdan a una versión barata y pobre de El juego del miedo.

En fin, al final de la columna dejaré el link de la publicación para que los lectores juzguen por sí mismos. Lo que me interesa es reflexionar sobre este tipo de lugares y lo que hacen, probablemente sin mala intención. Pero la intención no es lo que vale, sino los hechos.

Cuando publiqué Psicosis lúcida (Hueders, 2024), lo hice porque pensé que podría hacer reflexionar sobre lo que es estar internado forzosamente en un psiquiátrico, además de las consecuencias que una internación supone en una sociedad anacrónica como esta.

Sé que ha pasado poco tiempo para ver consecuencias; también sé que puede no haber cambio alguno, lo que demostraría que publicar no sirve para nada. Probablemente los psiquiatrizados seguiremos sin voz, en los bordes de la sociedad, mal vistos y juzgados por ser diferentes.

Pero el hecho de que este bar tenga la popularidad que tiene muestra una falta de pensamiento crítico notable. No hay nada entretenido en ser internado. Imaginen que hago un bar temático, pero cuyo tema son los campos de concentración de la Segunda Guerra o Villa Grimaldi durante los primeros años de la dictadura.

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Imaginen también que a los que van se les vendan los ojos y se los humilla, que hay lugares llamados “sala de tortura”, “oficina de la DINA” o cosas por el estilo. ¿Suena entretenido? Me reprocharán que no son comparables, pero sí lo son.

En muchas instituciones psiquiátricas ha habido torturas, maltratos, humillaciones, incluso muertes. Lo peor es que en varios psiquiátricos la situación no ha cambiado, como sí cambió con respecto a la dictadura. Así que sí: son comparables.

Tengo compañeros de ruta que se han suicidado después de haber estado internados, otros que fueron encontrados colgando y se salvaron apenas. Entretenerse mediante el morbo y la ignorancia me parece preocupante. La evidente asociación que hace el bar entre los hospitales psiquiátricos y las casas de terror de los parques de diversiones demuestra, otra vez, que desconocen los hospitales psiquiátricos.

El video hace pensar en una pésima versión hollywoodense (otra redundancia) de una mezcla de cosas que no tiene sentido alguno, una caricaturización idiota de uno de los peores lugares que puede habitar un ser humano.

Preocupa la falta de reflexión, de empatía y pensamiento crítico ante este tipo de entretención. No hay nada de malo en salir a tomar algo con los amigos, pero hacerse pasar por un interno psiquiátrico, entregarse a los roles asignados en el lugar y disfrutar de eso es un insulto para quienes sobrevivimos a una internación de verdad.

Sobre todo porque muchos de los que vivimos esa experiencia hemos tenido intentos de suicidio y una angustia que no se irá jamás: todo menos entretención. Sobrevivir al manicomio es vivir con una bala en el cráneo, un dolor imposible y una pena profunda que nos aleja de una vida normal.

Preocupa también, finalmente, que la mayoría de las personas en este país exijan políticas públicas relacionadas con la salud mental, llenen sus redes de discursos sobre lo poco que se prioriza la salud mental en general, pero luego nacen ideas como esta, que demuestran que en realidad lo que piden es un relato vacío, inerte, probablemente un decir por decir, un figurar por figurar.

Aquí dejo el link correspondiente: https://www.instagram.com/reel/DJC9evqRJII/?utm_source=ig_web_copy_link&igsh=MzRlODBiNWFlZA==

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