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Falta de proyecto, desafección y debilidad orgánica: La dura realidad actual de los partidos políticos
Agencia Uno

Falta de proyecto, desafección y debilidad orgánica: La dura realidad actual de los partidos políticos

Por: Marcelo Espinoza | 10.05.2025
No sabemos si esta situación de grave deterioro de los partidos y por consiguiente de la democracia representativa, será posible superarla y cómo. Lo que sí sabemos, es que si no hacemos nada la situación empeorará.

Si preguntáramos a los partidos políticos tradicionales sobre su proyecto político histórico para la sociedad y sus fundamentos, las respuestas serían inexistentes, vagas, o nostálgicas de un pasado que desapareció. Y los nuevos partidos, aquellos que en su mayor parte corresponden a la voluntad de sus dirigentes para su propia figuración personal, tal vez no comprenderían siquiera el sentido de la pregunta.

Las respuestas desnudarían la actual precariedad ideológica de los partidos, la que se inicia muchos años antes con la aparición en Europa de los partidos Catch All (atrapa todo), partidos a los que les sirve cualquier bandera para atraer el máximo de votos, derivando en máquinas electorales (Kircheimer, 1966).

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Más tarde aparecen otras derivaciones con la primacía de los profesionales de las comunicaciones, donde los militantes importan menos, dando forma al partido profesional–electoral, en donde los contenidos programáticos son desplazados por la contingencia electoral (Panebianco, 1990). Esta es la realidad de Europa en ese tiempo.

La transformación de los partidos continúa cuando el financiamiento principal deja de ser de los militantes sino del Estado, en un intento por evitar que las elecciones sean controladas por sectores financieramente más poderosos. El Estado comienza a otorgar financiamiento a todos los partidos políticos. Paulatinamente estos partidos comienzan a defender sus propios intereses y ya no los de sus representados (los ciudadanos).

Sostiene esta tesis que los partidos operan en conjunto en una suerte de cartel, preocupados de la supervivencia propia. Es el “partido cartel” (Kats y Mair, 1995). Entre los factores que habrían incidido en este proceso de cartelización según los autores estarían la moderación de los conflictos de clase, la dependencia de los medios de comunicación, junto al alto costo de la profesionalización de la actividad política.

Todos los autores mencionados reflexionan sobre la realidad de Europa y escriben sobre aquellos partidos políticos. Finalizada la Segunda Guerra Mundial, el problema en Europa era cómo evitar una nueva guerra y al mismo tiempo cómo progresar en paz, para lo cual se apoyaron en la democracia parlamentaria y en el liberalismo político.

Cuando en los 60 se perfilan en Europa los partidos denominados Catch All, cuya esencia a mi juicio es que representan una primera fase de desideologización y despolitización de los partidos, en América Latina por el contrario, hay una ola revolucionaria influida por la Revolución Cubana, cuya consecuencia es la extensión de la guerrilla en el continente, en un momento de agudización del conflicto político y de lucha por el poder.

Es un momento de hiperpolarización en donde no hay condiciones para partidos Catch All en medio de un conflicto por dos modelos opuestos de sociedad y en un contexto de brutal desigualdad social.

Esas diferencias relevantes en las condiciones políticas de Europa y América Latina se mantienen en los años 60, 70 y 80. Una ola de golpes de Estado sacude a América Latina, terminando con las libertades democráticas y proscribiendo los partidos políticos. Ni hablar de partidos Catch All, profesional–electoral ni partidos cartel.

Los autores que describen el “partido cartel” señalan entre varios factores que inciden en su aparición, la moderación de los conflictos de clase. Esta moderación, es un fenómeno europeo que se origina como ya señalamos en la voluntad de dejar atrás dos guerras mundiales.

En ese ambiente histórico se desarrollan en Europa los Estados de Bienestar impulsados por los partidos socialdemócratas y aceptados por los sectores dominantes como alternativa a la expansión del socialismo. Allí surgen los tipos de partido que ha estudiado la ciencia política, siendo la situación de América Latina en esos años completamente diferente.

El contexto histórico mundial se modifica a partir de los años 90 con la caída del Muro de Berlín en 1989 y el posterior desplome de los socialismos reales. La influencia de este fenómeno es universal e incluye, ahora sí, a América Latina. Sólo entonces surgen aquí los partidos Catch All y profesional–electoral, veinticinco años después de Europa.

La desaparición de modelos alternativos de sociedad y la consiguiente pérdida de centralidad de la política, la expansión sin contrapeso del modelo neoliberal con su acentuado individualismo y su reduccionismo tecno–economicista, junto a la revolución de las comunicaciones, condujeron a la desideologización de los partidos políticos (en la búsqueda del pragmatismo para ganar elecciones) y a un paulatino proceso de despolitización, que describimos en anterior columna. En Chile este proceso se acentúa por el bloqueo predeterminado del sistema político que impone la dictadura.

Como resultado de los procesos anteriores, los partidos políticos se han encapsulado en sí mismos, funcionan hacia adentro, perdiendo contacto con la realidad de las personas. La confianza en el Congreso es de un 8% y en los partidos políticos de un 3% (CEP julio 2023).

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En el periodo 1995–2023 la confianza en los partidos ha tenido una severa caída del 68% (Faro UDD). Mientras en 2014 el 66% de los encuestados no se identifica con ningún partido, para el 2019 ese porcentaje ha subido a 78% (CEP 2014, CEP 2019). Los partidos se han desvinculado de los ciudadanos.

La participación de los militantes de partidos en instancias de votaciones internas como la elección de directivas es paupérrima, no supera el 40% y es menor en la mayoría de los casos.

Datos 2022: En la elección interna de la Democracia Cristiana concurrió a votar el 37% del padrón. En Renovación Nacional el 34%. En el Partido Socialista concurrió el 31%. En la UDI lo hizo el 22%. Convergencia Social el 22%. En el Partido Radical participó el 11% y en Evópoli el 8% (Fortunati R., 2022). Datos más recientes de 2025: Partido Socialista 33% y Partido Comunista 11%. Los partidos se han desvinculado también de sus propios militantes.

En la última elección de la Fech, la emblemática federación de estudiantes de la Universidad de Chile, la participación en segunda vuelta fue de apenas 11%. Los partidos además se han desvinculado de los jóvenes. Como resumen, los partidos sufren de un profundo desarraigo social.

La ciudadanía percibe que la política está al servicio de intereses particulares o ambiciones personales. Los partidos se encuentran muy desprestigiados y en esas condiciones no logran influir y canalizar las demandas sociales. Internamente son muy débiles, su orgánica se ha debilitado, y se encuentran divididos en sectores o lotes.

Un estudio del 2009 sobre el Partido Socialista concluye que estas divisiones, ya en ese momento, tenían poco que ver con miradas estratégicas de un proyecto país y más bien se referían a cuestiones pragmáticas, relativas a la relación con el gobierno, a la organización del poder interno y la distribución de cargos y candidaturas sujetas a elección ciudadana (Gamboa R. y Salcedo R., 2009).

Hoy día es común ver estas divisiones de sectores o lotes en la mayoría de los partidos, las que giran en torno a personas, acentuando los liderazgos individuales que por naturaleza son propensos a la agenda propia, debilitando así la acción colectiva. El origen de estos lotes radica a mi juicio en la falta de proyecto histórico y de un programa común.

En los partidos son escasos los militantes destacados que puedan competir en elecciones y las candidaturas se ofrecen muchas veces a independientes que, a poco andar, después de elegidos abandonan el partido o en el mejor de los casos votan por su cuenta sin ninguna disciplina. El parlamento está saturado de independientes que no rinden cuenta a nadie.

Hay candidatos incumbentes (van a la reelección), que muchas veces desafían a las cúpulas partidarias en su actuar, son verdaderos caciques, pero el partido prefiere mantenerlos antes que perder el escaño, lo que contribuye aún más al deterioro partidario. El individualismo reinante en la sociedad está presente en todos los partidos.

Se ha perdido todo pudor. Sabemos de partidos que ofrecen dinero para inscribir militantes y así poder constituirse en alguna región. Peor aún, sabemos de partidos que ofrecen candidaturas a cargos de elección popular a cambio de un estipendio.

En fin, nada muy alentador. No sabemos si esta situación de grave deterioro de los partidos y por consiguiente de la democracia representativa, será posible superarla y cómo. Lo que sí sabemos, es que si no hacemos nada la situación empeorará.

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