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Chile tiene fiebre xenófoba
Comercial Falabella / Radio U. de Chile

Chile tiene fiebre xenófoba

Por: Marcelo Trivelli | 10.05.2025
Una sociedad cerrada obsesionada con una falsa pureza no progresa. Se encierra, se estanca y se vuelve intolerante. En cambio, las sociedades diversas, abiertas y empáticas son más creativas, más democráticas, prósperas y felices porque todo se mejora desde la diferencia.

Una campaña publicitaria de Falabella para el Día de la Madre se convirtió en termómetro social y mostró que en Chile hay fiebre xenófoba. La aparición de una modelo chilena, Génesis Lagos, desató una oleada de comentarios racistas, xenófobos y profundamente ignorantes en redes sociales porque su color de piel no se ajusta a la imagen aspiracional de “la mujer chilena”.

No es un incidente aislado, es la expresión de una parte de la sociedad que, en lugar de abrazar la diversidad, la combate. Que desprecia al migrante, a los pueblos originarios, a las disidencias sexuales, a la mujer negra y a toda persona que no encaja en su molde estrecho de “normalidad”.

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Pero lo más trágico -y revelador- de esos prejuicios es que quienes discriminan tampoco se acercan al ideal de “raza buena” que pretenden defender. Es un complejo de inferioridad escondido en superioridad moral. Varias de las personas que violentan con estos prejuicios son parte de grupos que también han sido discriminados y “mirados en menos” por las élites.

La violencia simbólica se replica como un espejo distorsionado. O como un intento desesperado por diferenciarse de otros para ganar, al menos, una superioridad imaginaria.

El clasismo chileno ofrece ejemplos patéticos y crueles. En sectores de la élite se escucha -sin vergüenza- que “la migración argentina mejora la raza”. Se dice en voz baja, en tono de broma, pero el mensaje es claro: el valor de una persona se mide según su tono de piel, su origen y su cercanía con el modelo europeo. En cambio, la migración haitiana, peruana o colombiana es vista como una amenaza. No por lo que hace. Sino por lo que representa. El prejuicio no es racional: es estructural.

Génesis Lagos no solo es modelo. Es madre, es chilena, es negra y es valiente. Su sola presencia desafía un estereotipo de chilenidad construido desde la exclusión. En ella se reflejan millones de niñas, niños y adolescentes que no son valorados plenamente.

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Y ese es el verdadero peligro porque el racismo, la homofobia, la xenofobia y la transfobia además de ser discursos de odio, son estructuras de poder que modelan la convivencia mutilando la autoestima y la proyección de generaciones enteras estableciendo estrechos límites de lo posible.

Una sociedad cerrada obsesionada con una falsa pureza no progresa. Se encierra, se estanca y se vuelve intolerante. En cambio, las sociedades diversas, abiertas y empáticas son más creativas, más democráticas, prósperas y felices porque todo se mejora desde la diferencia.

Necesitamos una transformación profunda que comience en la política y penetre en la educación, atraviese los medios de comunicación y se exprese en nuestras instituciones. No basta con predicar tolerancia: hay que abrazar la inclusión. Educar en ciudadanía digital, pensamiento crítico y conciencia global. Exigir respeto a la dignidad de las personas como principio y diversidad como riqueza.

Para bajar la fiebre de los prejuicios lo más importante es desenmascararlos y enfrentarlos, porque la inclusión no amenaza la sociedad. La protege. La sana. La fortalece.

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