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La caída de la natalidad en Chile: El factor de la experiencia
Agencia Uno

La caída de la natalidad en Chile: El factor de la experiencia

Por: Rocío Ferrada Hurtado | 08.05.2025
Pero acusar lo defectuoso de la institucionalidad es una cosa; otra, es comprender el modo cómo esa falta se instala cotidianamente en la vida de las personas; cómo ellas hacen la experiencia de esa ausencia. Para esto es preciso pensar las mujeres, ya no proyectadas hacia adelante pensando si tener o no hijxs, sino mirando hacia atrás, hacia los momentos pasados de sus vidas, donde aprendieron sobre maternidad.

Hace algo más de un mes nos enteramos de una caída en la tasa de natalidad en Chile. No hubo nadie que no lo lamentara, y con razón; un problema que hasta hace poco parecía que sólo afectaba a los fríos países desarrollados, ahora nos tocaba también a nosotros.

Las cifras mostraron una caída de un 4.3% menos respecto del mismo % registrado hace un año por el INE. La tasa de natalidad se redujo a 1.6 hijxs por mujer, pero para reemplazar cada generación se necesita que las mujeres tengan al menos 2,1 hijxs.

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Varias explicaciones han servido a entender este descenso. La más típica, el argumento del cambio en las relaciones de género a favor de la igualdad, donde importantes avances de las mujeres en educación por ejemplo, les han permitido plantearse con otras expectativas y autónomamente.

Esta explicación justa -qué duda cabe- nos deja en la situación de imaginar mujeres proyectadas hacia adelante, que piensan su futuro racionalmente y que evalúan críticamente la maternidad. Mujeres que ya no ven más el ser madres como un destino, sino como un proyecto que podría darse "eventualmente si…".

Pero otro argumento muy pertinente y también recurrente, es el que acusa la falta de institucionalidad de Chile, para asistir, apoyar o proteger -como se dice hoy- la maternidad y la crianza.

Martina Yopo ha nombrado este problema como un problema de “infertilidad estructural” (Yopo, 2023), donde elementos, ya no culturales sino estructurales -el desempleo o los empleos precarios (Género y Mercado laboral), el alza en el costo de la vida, la falta de corresponsabilidad parental-, lejos de impulsar, desalentarían la decisión de las mujeres de embarazarse.

Y si en la actualidad se trabaja por remediar esta falta (Avances y desafíos frente a la crisis de natalidad), los programas y política económicas en favor de la reproducción, la protección y los cuidados a la infancia y adolescencia siguen siendo insuficientes. Una institucionalidad fallida a este nivel, que no rebela sino a mujeres -no a la sociedad representada en el Estado- asumiendo el trabajo de reproducción social (Datos sobre uso del tiempo, ENUT 2023).

Pero acusar lo defectuoso de la institucionalidad es una cosa; otra, es comprender el modo cómo esa falta se instala cotidianamente en la vida de las personas; cómo ellas hacen la experiencia de esa ausencia. Para esto es preciso pensar las mujeres, ya no proyectadas hacia adelante pensando si tener o no hijxs, sino mirando hacia atrás, hacia los momentos pasados de sus vidas, donde aprendieron sobre maternidad.

En un estudio que llevamos con un equipo amplio de investigadores sociales, sobre “subjetividades juveniles” de jóvenes universitarios (Proyecto Fondecyt Regular N°1230397), hemos realizado distintos grupos de discusión, algunos de ellos con mujeres jóvenes universitarias de clase media y media baja, en Santiago, Valparaíso y Concepción.

Los datos muestran relatos reveladores y elocuentes en este tema. Las mujeres cuentan sus experiencias domésticas sobre los cuidados maternos que vieron en sus infancias, y que las han hecho comprender -saber por experiencia propia- las dificultades que deberán enfrentar si se convierten en madres, en un país como el chileno, desentendido de su responsabilidad de auto reproducirse.

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La verdad es que cuando me salen videos de mamás con hijos, me gusta. Pero yo también tengo un hermano chico y me ha tocado cuidarlo muchas veces […] es demasiado estresante… porque cuando me tocaba ver a mi hermano, cuidarlo por bastante tiempo, me daba cuenta que tenía que dejar de hacer cosas porque tenía que cuidarlo a él, tenía que entregarle lo que él necesitaba, el cariño y la atención también, o enseñarle, me tocaba enseñarle cosas del colegio, entonces es una responsabilidad enorme”.

Yo, por ejemplo, en mi vida personal el hecho de que yo no quiera tener hijos, por ejemplo, encuentro que tiene una base bien realista el hecho de que mi mamá y mi abuela en su momento dejaron todo por su familia […] mi mamá, por ejemplo, llegó a cuarto medio, se quedó embarazada, tuvo su primera hija, y hasta ahí llegó, trató de trabajar un tiempo más pero después tuvo otro hijo y después tuvo el tercero que era yo y finalmente ella no pudo trabajar. Y cuando llegó el momento por ejemplo de la jubilación, ella tenía en la AFP un millón de pesos y le dijeron ‘se puede jubilar con cinco pesos al mes o le pasamos la plata’ y ese tipo de decisiones que tengan que enfrentar las mujeres de… o me preocupo de poder darle yo lo que más puedo a mi hijo como una mamá en la casa, o me arriesgo a tener a mi hijo creciendo solo o creciendo acompañado de otra persona que no sea yo, encuentro que es algo que yo no quiero tomar. Mi hermana tuvo la suerte de ella poder criar a sus hijos, quedarse en la casa y ahora salir a trabajar, pero igual en el momento que ella se llega a jubilar, si se llega a separar de su marido, olvídate, tiene un vacío como de 20 años que no trabajó, por eso cuando tú tienes eso en cuenta…”

Yo al menos no, o sea […] tengo una hermana tan chiquitita y como que vi el proceso difícil que fue de mi mamá y de mi papá ser padres, o sea, por ejemplo, veía que mi mamá y mi papá se desvelaban… estaban cansados. Y bueno, y para ellos igual hasta ahora es un poco agotador, era más manejable que cuando era más chiquitita, pero igual como que, bueno, para mi mamá fue complicado, ya que ellos trabajan de forma independiente en ferias. Entonces era complicado llevarla allá, entonces yo me quedaba cuidando a mi hermana chiquitita y me di cuenta que es muy difícil criar niños, demasiado complicado, se necesita demasiado tiempo y a mi mamá igual le ha afectado porque siente que ya no tiene tiempo para ella, porque además es ama de casa, entonces… yo digo si quiero como tener hijos, tengo que pensarlo mucho, no sé…”

Son relatos tremendos, que muestran con claridad mujeres-madres que a falta de institucionalidad, han debido sortear por si solas el trabajo materno. Expuestas a estos acontecimientos, sus hijas (las jóvenes relatoras), los han convertido en experiencia social. En ciencias sociales, experiencia social quiere decir una vivencia transformada en saber, a partir del cual orientarse en el mundo, saber qué hacer, cómo actuar, anticiparse (Araujo, 2009).

Es sobre sus experiencias a propósito de la maternidad, que estas jóvenes explican sus actuales resistencias o dudas sobre si convertirse o no en madres. No sería tanto, o no sería solo que ellas se estén proyectando hacia el futuro como mujeres profesionales con deseos de desplegar sus carreras, quedando en este plan poco o ningún espacio para lxs hijxs. Es también, y me parece que esta posibilidad se piensa mucho menos en las discusiones sobre la baja de la natalidad; que ellas han conocido por experiencia propia el trabajo que implica ser madre.

Podemos pensar entonces que la posibilidad de que esta experiencia las lleve finalmente a decidir no tener hijxs, va a depender en parte de si persiste una institucionalidad fallida, desentendida de su rol en materias de reproducción. Sobre todo en nuestras actuales sociedades, donde parecieran multiplicarse las opciones respecto de las vidas que queremos llevar; un abanico de posibilidades donde la maternidad ya no califica más como la sola o la mejor condición de realización de las mujeres (Encuesta Nacional de Juventud 2022).

Una de las mujeres dice “Ser una mujer joven en este momento es como… que uno tiene la posibilidad de elegir como mujer jóvenes qué es lo que quiere ser en el futuro y cómo hacerlo…. ahora se trata de que las mujeres jóvenes no solamente sean influenciadas por la sociedad sino desde su misma perspectiva ellas mismas decidir”.

Una mayor autonomía que les permite plantearse críticamente ante la maternidad, sobre todo si seguirán siendo ellas de nuevo, al igual que lo fueron sus madres antes, quienes deban asumir los costos de la maternidad.

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