
Caquistocracia Europea, el gobierno de los incapaces
Caquistocracia (o Kakistocracia) significa la forma de gobierno de lo más incapaces, el gobierno de los peores. Este término ha sido elegido por la revista The Economist como una de las palabras mas importantes para 2024 en vista a Donald Trump (que todavía ni siquiera asumía el gobierno).
Su actual (des)gobierno sin duda nos introduce a nuevos niveles de ineptitud y arrogancia imperialista que nos obligan a repensar todo nuestro repertorio conceptual. Pero ahora no me referiré a las políticas del decadente presidente estadounidense, sino a su antecesor: el abuelo octagenario “genocide” Biden, y la camaradilla de líderes liberales que hoy siguen abogando por la continuación de la guerra, asegurando la ruina de Europa.
Importante es señalar que la incapacidad de la clase política occidental no es un asunto restringido a casos individuales, sino que parece ser una característica estructural de la totalidad de la clase política.
Sin embargo, usaré ejemplos de casos individuales para dar cuenta de los niveles de ineptitud de los líderes europeos, que dentro del juego geo-político se mezcla con una voluntad de sumisión y servilismo ante los intereses de Washington independientemente de quien este al mando. Aquí se entremezclan ineptitud, falta de preparación y una compulsiva ineficiencia cuando se trata de defender los intereses de Europa y de sus ciudadanos.
La que quizás lideraría el ranking de ineptitud es Annalena Baerbock del partido de los verdes alemanes, que ocupaba el puesto de ministra del exterior como parte de último gobierno de coalición verde, liberal y socialdemócrata.
Baerbock es un producto del atlantismo en su versión más sumisa y alineada con los intereses de Washington. Su figura nos muestra que no hay que ser una lumbrera para ocupar altos puestos en la jerarquía del poder, pero si ser fiel a los intereses de la OTAN y EE.UU. por supuesto.
Con un claro discurso anti Ruso y pro-Israelí, Baerbock no solo sellaba el compromiso de Alemania en armar a Ucrania, ella parecía representar más bien los propios intereses de Washington de alejar a Rusia de Europa y especialmente de Alemania, yendo a veces más allá de su propio jefe de gobierno, el canciller Olaf Scholz (que en más de alguna ocasión se mostraba reacio en armar a Ucrania). Pero los verdes alemanes tempranamente demostraron su vocación atlantista, olvidando el carácter pacifista y ecologista que alguna vez caracterizaba a este grupo político.
A parte de perseguir intereses que no favorecen en nada ni a Europa y menos a Alemania, también debemos mencionar los múltiples disparates diplomáticos de Baerbock, tales como frases sin sentido, como que “Putin debe cambiar su rumbo en 360 grados”, o peligrosas declaraciones de guerra a Rusia (alguna vez declaró que “Alemania estaba en guerra con Rusia”), como también generando tensiones diplomáticas al criticar a China estando de visita en China. De cierta forma Baerbock encarna a perfección la crisis de sentido y la arrogancia neocolonial, evidenciado el evidente declive de la diplomacia alemana
El jefe de gobierno anterior, Olaf Scholz no se queda atrás en su ineptitud cuando se trata de defender los intereses de Alemania frente sus “aliados” del norte. Recordemos la conferencia de prensa junto a Joe Biden que en septiembre de 2022 anunciaba, que EE.UU. iba a asegurarse que Nord Stream 2 iba a ser destruido, mientras, al lado, Scholz sonreía pacientemente.
De eso le estaban informando al jefe del gobierno alemán, que EE.UU. se iba a asegurar que el proyecto de infraestructura Ruso-Alemán iba a ser destruido, lo que efectivamente ocurrió ese mismo mes. ¡Oh sorpresa! Armándose un gran revuelo de quien habrá sido el o los responsables. Este episodio deja bien en claro qué intereses son los que realmente priman en las altas esferas de la política alemana.
El otro ejemplo es la política estonia Kaja Kallas que desde 2024 ocupa el más alto cargo diplomático en la burocracia europea en Bruselas. Probablemente su odio anti Ruso es lo que la catapultó a ese puesto en primer lugar. Su antecesor Josef Borell aunque también inepto desde el punto de vista diplomático, a veces podía sorprender con algunos juicios más críticos. Pero Kallas es símbolo del curso pro guerra que ha emprendido la Unión Europea.
Y como recuerdan los analistas Bisolleti y Moragón respecto al odio anti-ruso de tristes figuras como Volodímir Zelenski -caso igualmente aplicable a Kallas -, el odio es un mal consejero y con una jefa de la diplomacia tan abiertamente anti rusa las cosas para Europa difícilmente van a tomar otro rumbo que el de la guerra. De hecho, figuras como estas demuestran una vez más, que en Europa la diplomacia ha muerto.
Ante estas figuras que encarnan el poder político en Europa, pienso que el concepto de caquistocracia es una caracterización útil respecto de la crisis de la democracia en esa aparte del mundo. Estamos siendo liderados por los más ineptos y mal preparados política, cultural y diplomáticamente hablando, ya que están llevando a este continente a un atolladero difícil de salir. Estos líderes -con una extraña fascinación por la guerra- son los que nos están arrastrando a un horizonte de pobreza de la ciudadanía, la austeridad como política pública, y el endeudamiento de sus futuras generaciones debido al creciente gasto militar.
Estos fenómenos son acompañados con un embrutecimiento mediático paulatino a través de la propaganda de guerra que busca incentivar el miedo con incesantes mensajes contradictorios: que “Rusia es débil”, que “Rusia es muy fuerte y peligroso”, que “Rusia está al borde del colapso financiero”, que “si no paramos a Putin, entonces… “, que ”Rusia está por perder la guerra”, etc.
Esta situación es particularmente peligrosa por dos razones fundamentales: uno, es el abandono de todo arte de la diplomacia a favor, no del “arte de la guerra”, sino del “arte de la voluntad de guerra”. Esto no es más que la pretensión de ir a la guerra contra la principal potencia nuclear del mundo. Con esto, el horizonte que le espera a Europa tarde o temprano es la guerra abierta con Rusia.
La otra razón de preocupación es la preminencia del relato sobre la realidad. En tiempos de post-verdad, lo que importa más que los hechos es el relato (similar al negacionismo ante el genocidio en Gaza). Mientras que múltiples analistas geopolíticos anuncian que la guerra en Ucrania ya terminó, y que Rusia ya ha vencido, los políticos europeos no solo ignoran sino que reniegan de ese hecho.
En esta posición, increíblemente estúpida y peligrosa, los líderes europeos se creen sus propias mentiras, vendidas al público como actos de esperanzas de que, con el apoyo de Europa, Ucrania todavía tendría alguna chance. Parece increíble que en esto Trump le lleva cierta delantera a los europeos, negándose este a arrojar más dinero al pozo sin fondo de esta guerra ya perdida (también perdida por EE.UU. De hecho, otra más).
Estos dos hechos, la pretensión de ir a la guerra y la preminencia de la narrativa sobre la realidad, hacen que las líneas divisorias entre el apoyo a una de las partes del conflicto (Ucrania) y el compromiso abierto como partido de guerra se va difuminando. Indicativo de un incomprensible deseo por parte de los líderes europeos de entrar a un conflicto abierto con Rusia, si este, debido a las constantes provocaciones alguna vez se traga el anzuelo.
Si Rusia quisiera realmente una guerra con Europa, hubiera tenido razones ya suficientes como para haberla iniciado. ¿O cómo se entiende la supuesta estupidez de Rusia de esperar a que Europa se arme hasta los dientes? Por suerte, aún quedan políticos sensatos, pero claramente no en esta parte del mundo.