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La historia desmiente a Evelyn Matthei
Agencia Uno

La historia desmiente a Evelyn Matthei

Por: Marcelo Espinoza | 04.05.2025
La evidencia histórica revela que el golpe se gestó de otra manera, por otras razones, por otros actores y muy lejos de Chile. Militares y civiles golpistas fueron el instrumento de una decisión política tomada mucho antes del 11 de septiembre. No fue inevitable ni por asomo, fue planificado e impulsado con antelación desde el extranjero.

Fueron impactantes las declaraciones de la candidata Evelyn Matthei de hace algunos días sobre el golpe militar: “Era necesario. Si no, nos íbamos derechito a Cuba. No había otra alternativa (...) La izquierda debilitó las instituciones y el Estado de Derecho, con la intención de llevar a Chile a un gobierno totalitario”.

Un golpe militar necesario, inevitable, ante la patria en peligro por la acción de unos desquiciados. Un golpe salvador de la patria en otras palabras. La candidata justificando golpistas y el quiebre de la democracia. El mismo argumento de los militares y civiles confabulados aquél 11 de septiembre.

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La evidencia histórica revela que el golpe se gestó de otra manera, por otras razones, por otros actores y muy lejos de Chile. Militares y civiles golpistas fueron el instrumento de una decisión política tomada mucho antes del 11 de septiembre. No fue inevitable ni por asomo, fue planificado e impulsado con antelación desde el extranjero.

En los años 60'/70', en medio de la Guerra Fría, para Estados Unidos la situación en Chile tiene ribetes especiales. Hay razones políticas de primer orden para impedir la consolidación y expansión del proyecto allendista, este es el problema de fondo.

Después de la revolución cubana de 1959, se genera en América Latina una explosión de movimientos revolucionarios armados en prácticamente todos los países. Postulan la revolución socialista para terminar con las miserias de sus pueblos.

Pero, al contrario de 1959, los ejércitos del continente están ahora adiestrados por Estados Unidos para combatir la insurgencia y como resultado, durante diez años hasta 1970 estos movimientos guerrilleros no han logrado tener éxito en ningún país después de Cuba.

En este contexto el proyecto allendista es muy peligroso, pues postula cambios revolucionarios dentro de la institucionalidad, manteniendo las libertades cívicas y el sistema democrático. Los cambios estructurales en la sociedad, que modificarán el eje de poder desde la oligarquía a la mayoría social, se harán por medio de leyes aprobadas por el parlamento. El efecto demostración podría extenderse por América Latina, y otros países podrían pretender nacionalizar sus riquezas básicas en manos de empresas norteamericanas.

Para Henry Kissinger, en ese entonces asesor de seguridad nacional del presidente Nixon de Estados Unidos, lo importante era que Allende conservara su camino democrático al socialismo, y que este nuevo modelo se expandiera en Latinoamérica y peor aún, también en Europa. El socialismo por vía institucional de Chile podía resultar mucho más peligroso que la Cuba de Fidel Castro.

Así lo confirma Kissinger en memorándum reservado para el presidente Nixon cuando Allende recién acaba de asumir el 3 de noviembre de 1970: “lo que ocurra en Chile en los próximos seis o doce meses podría tener ramificaciones, que irían más allá de las relaciones entre Estados Unidos y Chile únicamente. Tendrán efecto sobre lo que ocurre en el resto de América Latina y el mundo en vías de desarrollo, sobre cuál será nuestra posición en el hemisferio, y más ampliamente sobre el panorama mundial, incluyendo nuestras relaciones con la URSS”. (Memorándum confidencial de Kissinger al presidente, noviembre 6 de 1970, citado en Winn P., 2003).

Esta es la preocupación relevante para Estados Unidos. Chile convertido en modelo para la recuperación de riquezas básicas en Latinoamérica, y más grave aún, el socialismo en versión democrática encontraba en Chile su aplicación práctica por primera vez en la historia. Había que abortarlo.

Agrega Kissinger, “El ejemplo del éxito de un gobierno marxista elegido en Chile, podría probablemente tener un impacto, y también valor como precedente, para otras partes del mundo, especialmente Italia; la capacidad de propagación por imitación de un fenómeno semejante podría, por lo tanto, comprometer en modo significativo los equilibrios mundiales y nuestra posición”. (Memorándum al presidente, noviembre 6 de 1970, citado en Santoni A., 2011).

El partido Comunista italiano, el más masivo y poderoso de occidente, se alejaba cada vez más de los lineamientos de Moscú sobre la revolución, y postulaba una estrategia política similar a la Unidad Popular de avanzar hacia el socialismo dentro del sistema democrático. En Francia el partido comunista se acercaba a las mismas posiciones.

Si los aliados europeos en la Guerra Fría comienzan a replicar el proyecto allendista, Estados Unidos percibe que su hegemonía en Europa se vería peligrosamente afectada. Es lo que sostiene Kissinger, poniendo así de relieve la verdadera naturaleza de la guerra clandestina de Washington contra el presidente Allende.

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Los preparativos comienzan antes de las elecciones del 4 de septiembre de 1970. Con fecha 5 de agosto, el subsecretario de Estado, John Crimmins, remitió al embajador Korry en Santiago un cable reservado que exploraba medidas de contingencia en caso de un triunfo de la izquierda.

En el cable se analizan tres opciones, pero también hay una cuarta opción, separada y confidencial, que le pide al embajador considerar y analizar: un golpe militar. Señala al respecto, “Además, queremos que considere una cuarta opción que estamos estudiando de forma separada con una redistribución muy limitada. Esta opción sería el derrocamiento o evitar la asunción” (Cable no desclasificado por EEUU, que el embajador Korry entregó al autor Peter Kornbluh, citado en Kornbluh, 2003).

En forma paralela, el mismo mes de agosto de 1973 la CIA y el Departamento de Estado norteamericano concluyen un informe sobre estrategias a seguir si Allende triunfa en las elecciones. El estudio se conoce como Memorándum de Estudio de Seguridad Nacional 97 (NSSM 97) y fue citado en un Informe de la Comisión Especial del Congreso y el Senado de fecha 20 de noviembre de 1975, citado en Kornbluh, 2003. Junto a las conclusiones el informe tenía un anexo secreto, una suerte de suplemento, denominado “Opción Extrema – Derrocar a Allende”.

El documento analizaba ventajas y desventajas de un derrocamiento de Allende, y anunciaba lo que años después Estados Unidos llevó a la práctica: “Esta opción presume que se haría todo lo posible para garantizar que no se revele el papel de Estados Unidos y que, por lo tanto, requeriría que la acción se llevara a cabo a través de instituciones chilenas, individuos chilenos, y ciudadanos de terceros países” (Memorándum 97, citado en Kornbluh, 2003).

Después de la elección la decisión se toma de inmediato. El 15 de septiembre de 1970 el presidente Nixon ordenó a la CIA iniciar una intervención clandestina masiva en Chile. La reunión es en la Casa Blanca y participan, el presidente Nixon, el Asesor de Seguridad Nacional, Kissinger, el Fiscal General John Mitchell y el director de la CIA, Richard Helms. El presidente instruye promover un golpe de Estado para impedir que Allende asuma como mandatario o para derrocar su gobierno, si llega a asumir. Por tanto, la orden del presidente Nixon de derrocar a Allende se dio apenas 11 días después de ser elegido, y antes que asumiera.

La estrategia para impedir que Allende asuma fracasa rotundamente, incluyendo el intento de secuestro del general Schneider, Comandante en Jefe del Ejército, que termina en su asesinato. Allende asume el 3 de noviembre de 1970.

Apenas dos días después de asumir Allende, el presidente Nixon convocó al Consejo de Seguridad Nacional para discutir las formas de derrocarlo. El memorándum secreto con la transcripción de lo analizado en esta reunión fue ocultado a la Comisión Church del Senado con el argumento de “privilegio ejecutivo”, y se mantuvo en secreto durante 30 años. El documento da cuenta del propósito de desestabilizar al gobierno allendista y de las razones que lo sustentaban.

Así lo sostiene el Presidente según la transcripción, “Nuestra principal preocupación en Chile es la perspectiva de que él (Allende), pueda consolidarse y proyectar al mundo su éxito (…) No se debe crear la impresión de que algo así puede suceder impunemente en América Latina y que es un camino sin riesgos”.

El Secretario de Estado, William Rogers, señala “Queremos hacerlo bien, y queremos derrocarlo”. El Secretario de Defensa, Melvin Laird, dice, “Tenemos que hacer cualquier cosa para dañarlo y derrocarlo”. Estas son las expresiones de los personeros de gobierno durante la reunión.

Allende ya es presidente. El objetivo de derrocamiento se mantiene, pero cambia la estrategia. En lugar de la CIA, un grupo de agentes y el embajador instigando directamente un golpe militar, ahora el gobierno norteamericano se embarca en un plan complejo y de largo aliento para desestabilizar al gobierno chileno en tres aspectos: económico, político y militar, con el propósito de crear el ambiente necesario para un golpe de estado.

Como muestra de la profundidad de la estrategia de intervención, el siguiente párrafo del informe del Senado norteamericano sobre las acciones clandestinas en Chile: “La red de inteligencia (organizada por la CIA), continuó informando durante 1972 y 1973 de las actividades de la conspiración golpista. Durante 1972 la Central continuó controlando el grupo que podría lograr con éxito el golpe, y gastó una importante cantidad de tiempo y esfuerzos infiltrando este grupo, como no lo había hecho anteriormente con ningún otro grupo. Este grupo, llamó inicialmente la atención de la Central en octubre de 1971. En enero de 1972 se había infiltrado en él con éxito, y contactaba con su líder a través de un intermediario”. (Informe Church, 1975).

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