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Día Internacional de Conciencia sobre el Ruido: ¿Qué tan nocivo es? ¿Y el silencio?
Agencia Uno

Día Internacional de Conciencia sobre el Ruido: ¿Qué tan nocivo es? ¿Y el silencio?

Por: Pablo Kogan | 30.04.2025
Los sonidos naturales, como el agua, el canto de las aves y el viento en los árboles, pueden generar efectos favorables, como reducir el estrés, potenciar la concentración, mejorar el descanso y ayudar a procesar las emociones. Es más, se ha probado que la inmersión en ambientes en los que predominan los sonidos naturales puede tener efectos restauradores de la salud.

El ruido es un contaminante invisible del que muchas veces no somos conscientes. El Día Internacional de Conciencia sobre el Ruido se conmemora a nivel internacional el último miércoles de abril, para difundir esta problemática ambiental tan común en nuestra sociedad.

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¿Qué es exactamente el ruido y qué lo convierte en contaminante ambiental? Primero que nada, debemos decir que el ruido es sonido y el sonido es un fenómeno físico y perceptual. Existen varios factores para que un sonido sea considerado ruido, como si éste es o no deseado, o bien si genera efectos adversos.

Por ejemplo, el escuchar una canción no es un ruido. Sin embargo, la misma canción se considera ruido para quien se encuentre cerca y no desee escucharla. Si bien el concepto de ruido es subjetivo, existe consenso internacional sobre algunos ruidos, como el tráfico rodado, que representa la principal fuente de ruido en las ciudades. Así como también existe una normativa que fija niveles sonoros máximos permisibles en diferentes contextos.

El ruido puede tener múltiples efectos. Entre ellos está la fatiga de las células del oído que transforman las ondas sonoras en impulsos eléctricos para ser transmitidos al cerebro. Esta fatiga puede transformarse incluso en una pérdida permanente de nuestra capacidad auditiva, ya que los humanos no tenemos la posibilidad de regenerar estas sofisticadas células.

El ruido también puede provocar efectos psicológicos y sociales, como mal humor, estrés, deterioro de la calidad del sueño, problemas de concentración, bajo rendimiento e interferencia en la comunicación. Incluso puede tener efectos a nivel cardiovascular, respiratorio y endocrino. Que exista o no afección y en qué medida depende de muchos factores, como los niveles sonoros, el tipo de ruido, el tiempo de exposición y aspectos sociodemográficos y subjetivos.

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Los oídos no poseen un mecanismo que permita anular temporalmente su función, así como los ojos tienen párpados. Además, el oído no permite que nos cerremos por completo al mundo mientras vivimos. El oído es el primer sentido que se adquiere, antes de nacer, y el último que se pierde al morir, funcionando de manera continua durante nuestra la vida ¿Por qué no existen mecanismos naturales para no escuchar?

Si el silencio fuese posible, ¿sería positivo para las personas? Tanto los humanos como los animales necesitamos del sonido en nuestras vidas, para la comunicación, para obtener información del ambiente, alertarnos del peligro y, en caso de muchas especies, para la supervivencia mediante la alimentación y la reproducción.

Pero si el ruido es nocivo y el silencio no es posible, ¿hay sonidos positivos? Claro, hay muchos. Los sonidos naturales, como el agua, el canto de las aves y el viento en los árboles, pueden generar efectos favorables, como reducir el estrés, potenciar la concentración, mejorar el descanso y ayudar a procesar las emociones. Es más, se ha probado que la inmersión en ambientes en los que predominan los sonidos naturales puede tener efectos restauradores de la salud.

De este modo, si concebimos al sonido como un recurso que puede ser gestionado, es posible pensar y diseñar cómo queremos que se escuchen las ciudades del futuro. En miras a esto, una de las tareas a la que estamos abocados desde la Universidad de Chile, tanto investigadores como diseñadores y artistas, es el diseño de espacios urbanos en los que predominan los sonidos naturales por sobre el tráfico vehicular, permitiendo recrear en las ciudades el efecto restaurador de la salud generado por la inmersión en la naturaleza.

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